Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Un Torreón infranqueable
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Un Torreón infranqueable
Crónica Madrid. 1ª de la Feria de Otoño

Un Torreón infranqueable

Leo Cortijo

Una novillada mansa, muy descastada y floja del maestro César Rincón abrió el ciclo otoñal en la plaza de Las Ventas. No pudieron dejar peor impresión los pupilos de la histórica figura colombiana, que hicieron más gala que nunca del nombre que recibe la ganadería. Y es que el encierro de El Torreón fue precisamente eso, un torreón infranqueable al que ni las mejores huestes del mayor ejército medieval jamás conocido harían rendir. Ese torreón bien aseguró la defensa del castillo, pues contra él se estrellaron de bruces tres novilleros de la zona confortable del escalafón secundario. Alejandro Marcos fue el que mejores cosas apuntó, sobre todo en su primero, con remates excelsos por abajo y algún muletazo suelto meritorio de figura vertical y relajada. Ahora bien, con el más potable, el masurrón sobrero de Dolores Rufino que se acabó dejando, evidenció demasiadas dudas y altibajos. Filiberto cinceló algún detalle, pero muy aislado y de menor peso que el salmantino. El que resultó totalmente inédito fue Joaquín Galdós, pues no apuntó nada y se contagió de un lote imposible.

Abrió cartel y el Otoño venteño Filiberto, que a pesar de ser el más veterano, se presentaba en Las Ventas. Y lo hizo con un discreto saludo capotero al suelto Trajesino, que no mostró celo por su percal. Blandeó una barbaridad en el tercio de varas, yéndose a la arena en varias ocasiones y transmitiendo una acuciante falta de fortaleza. Entre las sonoras protestas del público, pasó sin pena ni gloria por banderillas antes de que el novillero brindase a unos tendidos a los que el brindis sentó de aquella manera. Como cabía esperar, con la muleta no hubo más historia, pues el animal apenas pudo mantener el equilibrio, pues siempre que se le sometía y éste se entregaba, se iba al suelo. Así, el murciano se empeñó en alargar alternando ambos pitones lo que era inútil, y su labor quedó en nada entre las protestas de parte de la afición. Su segundo, Espejismo, salió al ruedo por partida doble tras volver a entrar por la puerta de toriles nada más ver el imponente coso capitalino. En varas manseó, como todos sus hermanos, aunque en mayor grado. Inició faena en los medios del redondel citando de lejos después del brindis al público. Se levantó entonces el viento y en esos terrenos centrales la pañosa pareció un trapillo sin dueño, que le hizo destaparse en alguna ocasión y a punto estuvo de llevárselo por delante el novillo. Entre tanto, y aprovechando esa circunstancia, trasteó sin demasiada limpieza, ni ortodoxia, ni transmisión el movimiento cansino de un torreón que fue y vino como un pan sin sal. Gris actuación culminada con un bajonazo infame tras pinchazo.

Pajarito salió con pies y con codicia tomó el capote de Alejandro Marcos, que no pudo encontrar el lucimiento en su saludo. Atropellado resultó el quite de Galdós tras el discreto paso por el caballo del pupilo de Rincón. Tras el brindis a su compañero Alberto Escudero, inició de forma notable con remates por abajo para sacarse el novillo a los medios. Instrumentó después dos tandas a derechas, dando distancia en los cites y relajando la figura, que permaneció vertical y asentada. Al animal le faltó entrega y emoción, pues el descastadito se quedó a medias. Pasó a izquierdas e intentó componer la figura y torear templado y firme, pero el oponente por ese lado transmitió muchísimo menos todavía, echando la persiana por completo a la segunda serie. El conjunto de la obra no terminó de despegar, y lo que apuntó quedó en nada por demasiado soso. Su lunar fue que se atragantó con la espada y con el descabello. El que hacía quinto, Maestrino, feo como él solo y sin trapío alguno para esta plaza, escuchó sonoras protestas de salida por su flojísima presentación. Resultó inválido tras el primer encuentro con el peto, vio el moquero verde y por él salió Impartidor, de Dolores Rufino. Que si el uno era feo, éste no se quedaba atrás, y además con los crotales puestos. La fachada fue un chivato de su comportamiento, mansurrón y desentendido de salida, inoperante en varas y testimonial en banderillas. Y por cierto, sirva como apunte, los dos pitones como dos escobas. Afloraron algunas dudas en la faena del salmantino, que no terminó de verlo claro con los arreones rebrincados en el primer tramo del trasteo. Algo más entonado en la segunda mitad y al natural, aunque con irregularidades en el ajuste y la colocación. Nunca terminó de confiarse con un animal, que sin ser nada del otro mundo, fue el más potable de los que se lidiaron. Nuevamente se volvió a liar con la espada, que asomó por debajo, así como con el descabello.

El tercero de la tarde, Señorito, generó el runrún (tibio y sin protestas) por su pobre cara, muy lavada, impropia de Madrid. Un runrún que aumentó un grado llegando a las palmas de tango al comprobar su nula boyantía tras el encuentro con el varilarguero. Medido el quite por chicuelinas de Filiberto, para no exigirle más al animal, que no estaba para ello. Tras brindar a Fernando Cámara, que fue su mentor en la Escuela de Málaga, la labor muleteril del peruano no llegó a ningún sitio, puesto que el descastadísimo, flojo y soso animal de El Torreón no mostró nada en absoluto. Totalmente vacío, dio más pena que otra cosa. Ante semejante saldo, nada pudo apuntar un Galdós que pareció contagiarse del nulo juego de su oponente. Después del insustancial recibo con la capa al que cerró plaza, Fandangoso, pasó sin pena ni gloria por varas, pero sí ayudó al lucimiento de Raúl Adrada con los rehiletes, siendo ovacionado. Para no romper con la tónica predominante de toda la tarde, el novillo siguió la línea de sus hermanos, abanderando la falta de fuerza, casta y emoción. Y así, lo dispuesto por el joven de Lima no llegó a ninguna meta. Es más, la sensación que se respiraba era la de acabar por la vía rápida, para de esa forma poner fin a una tarde infumable.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 1ª de la Feria de Otoño. Casi dos tercios de plaza (17.606 espectadores) en tarde soleada y agradable. Se han lidiado cinco novillos de El Torreón, desigualmente presentados, de justo trapío y caras excesivamente cómodas; mansos, muy descastados y flojos en líneas generales. Y uno más de Dolores Rufino (5º bis), feo y sin remate, mansurrón que acabó dejándose.
  • Filiberto (salmón y oro): silencio y división de opiniones al saludar.
  • Alejandro Marcos (grosella y oro): silencio tras aviso y silencio tras aviso.
  • Joaquín Galdós (burdeos y oro): silencio y silencio.
  • Aplaudido en la brega Jesús Rodríguez “Suso” en el 5º de la tarde. Raúl Adrada saludó una ovación tras parear al 6º. 

 

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