Ricardo Gallardo envió el año pasado un corridón de toros a Zaragoza. Este año la afición veía esta corrida como el cartel que podría resultar la sorpresa del ciclo. Juan del Álamo, con dos apéndices, ha sido el triunfador de la tarde pese a tener un lote para más. Para mucho más. Especialmente con el tercer toro de la tarde, Vivero de nombre, número 130 y de 507 kg. de peso.
El primer toro fue ovacionado de salida. Amorrillado, fuerte. Un tío con toda la barba vacío por dentro. Manso, descastado y con la cabeza mirando de cerca el reloj de la plaza. Manuel Escribano estuvo con él con oficio, incluso logró que el animal tuviese dos tandas por el lado derecho. Un espejismo. Alargó demasiado la faena, lo que le pasó factura al intentar cuadrar al animal, que fue pasaportado con un golpe de verduguillo. El cuarto fue incluso peor. Sin picar, literalmente. No sangró ni para un análisis. Lo mejor de la lidia de este animal fue la media a pies juntos de Fandiño en el quite tras la segunda “vara”. Honesto Escribano, se fue a porta gayola, recibió con un capote variado, galleó por chicuelinas para colocarlo ante el picador y puso banderillas. Cuatro pares nada menos. Y nadie le había pedido el cuarto, que para colmo fue un tanto esperpéntico. Cerrado el animal en el burladero de matadores, intentó poner el par de la mariposa. El toro dijo que nanai de la china. Total, que cuatro chocazos con el burladero después, el torero decidió que quizá había que buscar otra cosa. Al final resolvió con un par al quiebro. Del mal, el menos. Y en la muleta, pues la nada más absoluta.
Iván Fandiño se va a acordar toda su vida del 29 de marzo de 2015 y del toro Cumplidor de José Escolar. Desde entonces, el torero está de capa caída. Y en su caída, Zaragoza ha sido otro pequeño descenso. Digo pequeño porque el quinto de la tarde ha sido un auténtico cabrón. Listo, enterado, metiéndose por los dos pitones. Un animal descarado de cuerna que no fue bien picado y que lo acusó en su lidia. Fandiño empezó con él como si fuese un animal más. Y no. El toro se le coló y a punto estuvo de mandarle con los amigos del Tendido Joven que están sentados en la andanada de la plaza. Exigía poder y una lidia sobre las piernas primero para ahormar la embestida. Pues ni uno ni lo otro. Se quiso poner a torear antes que a poder y pasó un mal trago como aquel día de marzo. Valiente, sí. Con actitud, sí. Pero sin técnica, sin poder y sin proponer soluciones. El segundo toro, o novillo por las hechuras, ha sido una auténtica borrica que acabó por echarse. Ni para carne de hamburguesas. El torero sólo podía matarlo por arriba y nos regaló una estocada saliéndose de la suerte.
Juan del Álamo se ha llevado el lote. Que le ponga un monumento al que le saca la bolita al medio día porque tiene una mina en ese hombre. Su primer toro, Vivero, era un toro encastado de verdad y que creció en la segunda vara. Con el torero en el mismo centro del ruego y la muleta por delante se arrancó el fuenteymbro con toda la fuerza de sus riñones. Emocionante arrancada. El toro pedía distancia, mano baja y la muleta muy adelantada para poder embarcar sus embestidas. Del Álamo puso firmeza y sacó una faena vibrante ante un toro que debió ser lucido. No era un toro sencillo, pero es que la casta tiene estas cosas. Lo mejor de la actuación del de Ciudad Rodrigo fueron sus dos estocadas tirándose más recto que una vela. Un toro de dos orejas que se fue con una al desolladero. Fue ovacionado en el arrastre. Si el tercero había sido encastado, el sexto era la clase. Bien picado por Óscar Bernal y bien lidiado por la cuadrilla. Poco mando, poco temple y lineal estuvo el salmantino en el toro de la jota, aunque mejoró de mitad de faena en adelante. Otro toro que tenía más dentro y que el torero no terminó de sacar. La pega que le pongo al coleta en este toro es que tendría que haber puesto la chispa que le faltaba al animal para que llegara a un público que, sorprendentemente, mejoró las expectativas que se tenían sobre la entrada que iba a haber en la plaza.