El tercer mano a mano consecutivo de José Tomás en México, ante una gran entrada en la capital del país –los dos anteriores fueron en Juriquilla y Aguascalientes– tenía también que ser con ganado combinado de Fernando de la Mora y Los Encinos. De un modo u otro esa fórmula le había convenido. Ahora no sucedió así. Por principio de cuentas en el festejo de este domingo, cosa ya no rara en el coso metropolitano, la presencia de los astados dejó mucho a desear y la gente exigió fuertemente la carencia de trapío al salir al ruedo el quinto de la tarde, tercero del lote del de Galapagar, hasta que consiguió que lo regresarán –decisión que queda en tela de duda si fue buena o no, pues el reserva de la ganadería de Xajay también fue protestado, tenía cara pero le faltaba remate–. Por otro lado, los asistentes le recriminaron enérgicamente a “Chucho Morales”, el juez más dadivoso de los últimos tiempos, que regalara premios a los alternantes. En resumen, fue un grito de ¡Ya basta! para todos los involucrados de la Tauromaquia.
La tarde había que enaltecerla, pasaron cerca de nueve años para tener esa entrada y la mejor forma de hacerlo era echando la casa por la ventana con una corrida por demás seria, tanto como el mismo adjetivo que debió haber tenido el palco de la autoridad. De esa manera era como se debió enseñar a tantos, que fueron por primera vez, la grandeza de la Fiesta, su esencia, su prestigio; no para haber mostrado cosas negativas que no son buenas. Otro detalle que no se debe dejar pasar por alto, o no dejar de mencionar, es el de los excesivos tiempos muertos, que lo único que hacen es alargar innecesariamente el festejo. Tampoco pudo ser posible que después de quitar el arreglo floral se hiciera un relajo con el riego del ruedo; o que posterior al petardo de José Tomás se tocara, quizá por ayudar a la situación o tal vez en beneficio del siguiente torero, música como la “Pelea de Gallos” (no por tener nada en contra de esta gran canción popular) que lo único que hace es perder el taurinísmo de una plaza que únicamente debiera tratar de conservarlo.
Al final no todo fue malo y es de reconocerse lo bueno. Empezando por el ambiente tan taurino que se sintió afuera y dentro de la plaza, la gran entrada, el reconocimiento al Dr. Vázquez Bayod y a su equipo médico por salvarle la vida al subalterno Mauricio Martínez Kingston, otro más a la afición de don Gonzalo Martínez y, sobre todo, la ovación recibida después del paseíllo por los coletas en conjunto.
José Tomás abrió plaza con Bellotero, de Los Encinos, en las verónicas ya acusó debilidad el astado. El puyazo al burel fue arriba. El subalterno español Miguel Martín Lorenzo colocó dos buenos pares en el segundo tercio (tal vez fue un error no llamarlo a recibir la ovación de la afición). Con la muleta el de Galapagar sintió la presencia del viento que no hizo fácil la situación. El toro no tuvo transmisión, pareció tener problemas en las vías respiratorias pues se le escuchaba un bufido ronco al tendido. El desarrollo de la labor en el último tercio se caracterizó por constantes enganchones a la muleta, dos volteretas por quedarse el de a pie en terrenos donde no debía hacerlo –en más de una ocasión le perdonó la cornada– y la búsqueda de ese tremendismo carente de temple y mando. La estocada fue entera, ligeramente desprendida. Algunos sacaron su pañuelo blanco y al parecer el juez se unió a la petición de esos cuantos, pues inmediatamente regaló una oreja que no debió haber concedido. La gente recriminó fuertemente y José Tomás, con mucha vergüenza torera, regresó al auricular y se metió sin dar la vuelta. Con su segundo de nombre Platero, de Fernando de la Mora, carente de trapío y receptor de algunas ligeras protestas, José Tomás le dio unos lances con la capa a pies juntos. El puyazo al astado fue sin recargar mucho la suerte. El tercio de banderillas fue malo. La última parte de la lidia tuvo grandes momentos con tres soberbios derechazos y tres naturales, el último por demás emocionante, templado y largo. Al fin se vio algo de despaciosidad en la tarde. Entre los enganchones a la muleta, la debilidad del astado y su descastamiento hicieron que se perdiera continuidad en la faena. El final fue acompañado de media estocada, tres descabellos y un aviso para retirarse en silencio. En quinto lugar salió Soberano, un paupérrimo astado de Fernando de la Mora, que fue protestado. Se regresó a los corrales. Salió en sustitución Romancero, de Xajay, la presencia también dejó mucho a desear. El burel no fue fácil. José Tomás simplemente no quiso saber nada de él para únicamente lidiarlo por la cara en el último tercio. Estocada contraria, descabello y abucheo fue el epílogo de una actuación que causó mucha expectación pero fue más la decepción que ocasionó. José Tomás simplemente no fue el mismo torero al que se le vio en su actuación anterior en Aguascalientes.
Joselito Adame se enfrentó en primer lugar a Seda Gris, de Fernando de la Mora, con lances a la verónica a pies juntos, algo atropellados, sin ritmo. El puyazo fue trasero sin empujar mucho el burel. El quite fue por chicuelinas sin el aseo adecuado, Adame recompuso e incluso mejoró al poder ligar una tafallera con un soberbio remate soltando una punta del capote. Empezó con la muleta agarrado a tablas. En los medios, se acomodó el de a pie por el pitón derecho a media altura. No quiso bajarle la mano por cuidarlo tras el aparente poco recorrido que tuvo el burel. Por naturales se entregó menos el de Fernando de la Mora. Adame realizó el toreo electrizante que conectó rápido a los tendidos. La suerte suprema se desarrolló entre tres pinchazos, un bajonazo (“costillazo”), estocada caída, un aviso y el retiro entre división de opiniones. Ante el veleto cuarto de la tarde, Pitayo de los Encinos, y tras no poderle pegar una verónica, el torero hidrocálido bregó bien para sacarlo de la zona de tablas. Al principio de la faena de muleta no se acomodó ya que el de Los Encinos pidió distancia y no fue fácil encontrársela. Por el pitón derecho hubo una tanda de no mala factura. Por el izquierdo, al terminar el pase, el burel fue difícil al buscarle las pantorrillas al torero. Hubo altibajos en la labor. Decidió acortar distancias y buscar ese toreo espectacular a base de valor. Hubo algunas ligeras protestas. Joselito se quitó, como ya empieza a ser su costumbre, las zapatillas para pasaportar al socio de estocada entera y ligeramente tendida. Con Patol, último de la tarde, Adame empezó con dos largas cambiadas de rodillas pegado a tablas. Verónicas y buena media fue la parte siguiente. El quite fue por zapopinas después del puyazo. Christian Sánchez y Héctor Rojas brindaron el mejor segundo tercio de la tarde. Joselito Adame brindó la muerte de ese toro a José Tomás –le vino muy bien al torero español después de la bronca que había tenido en el turno anterior–. Los pases por alto, ayudados, a pies juntos fueron el inicio del último tercio, destacó un gran desdén. Se le coló el toro de fea manera. Hubo calidad en la embestida por el izquierdo, así fue posteriormente por el derecho, lástima que no tuviera tanto recorrido. Joselito supo aprovechar dando muletazos de buena factura. Después, dio la impresión que Adame no ayudó al burel dándole distancia y decidió hacer faena acortando ésta. Dosantinas, el toreo electrizante y de valor volvió a predominar. Decidió ejecutar la suerte suprema, no sin antes volverse a descalzar, recibiendo y dejando una estocada entera ligeramente caída. La oreja era de ley y otra vez el palco de autoridad mandó sus “ayuda” otorgando dos auriculares que hicieron que el de Aguascalientes recibiera algunas protestas al recibir su premio. Tuvo una desangelada salida a hombros del ruedo de la plaza cargado por los de siempre y sus secuaces.