Por el piton derecho
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Valor sin límites
PAMPLONA. CRÓNICA 9ª DE LA FERIA DEL TORO

Valor sin límites

Alejandro Martínez

En el toreo hay tres vías, tres caminos, para lograr la emoción. Está el arte, la pureza, y el valor. Dos de ellos son condiciones innatas. Tanto el valor como el arte son dones con los que se nace o no se nace. Es imposible adquirirlos. En cambio, la pureza sí que la puede alcanzar todo aquel con valor y compromiso. Es una forma de ejecutar y de entender el toreo. Se practica o no se practica. Todo torero que se precie debería contar con, al menos, uno de estos ingredientes. Si no, se abre paso la mediocridad y resulta imposible la consecución de la emoción. 

Emoción, la esencia de la fiesta. Ese sentimiento que brota del interior y te arrebata. Esa sensación primitiva e ilógica que levanta al público de sus localidades. Porque, para emocionarse, no hace falta poseer profundos conocimientos relativos a tauromaquia. La emoción es universal. Pamplona lo sabe bien y lo demostró esta tarde. Otra vez, se entregó a un jovencísimo torero que, en menos de un año de alternativa, ya ha batido todos los récords. Con un valor sin límites, Roca Rey volvió a abrir la puerta grande tras cortar las dos orejas de su primero. Pese a que el toreo que instrumentó no fue exquisito ni excelso, su frescura y ambición calaron en las veinte mil almas que llenaban la monumental pamplonesa. Sus armas están claras: valor y entrega. Las emociones que genera, también: admiración y sorpresa. Es el torero que cautiva al gran público, a aquel que busca la espectacularidad. Y por eso, el peruano volvió loca a la gente. Recibió a su primero con un vistoso saludo que inició a la verónica, pero que terminó por ajustadas gaoneras y una bella revolera de remate. Dejó crudo al de Cuvillo, un toro con tanta cara como escaso remate, y se llevó una voltereta cuando ejecutaba un quite por tafalleras. Después, con un manso de incierta embestida que se colaba por dentro y finalizaba los muletazos por arriba, se quedó más quieto que una vela en un trasteo de continuos sobresaltos. Y, aunque el toreo fundamental fue lineal y superficial, se aseguró el triunfo con los cambiados por la espalda en terrenos imposibles. La estocada, trasera y baja, pero efectiva; y las dos orejas, automáticas. Con el sexto, un astado geniudo que embistió con la cara muy suelta y que se acabó rajando, lo intentó con voluntad.
 
En su única tarde en el abono, y en una temporada difícil en la que ha dejado muchas dudas, Miguel Ángel Perera dio muestras de recuperación, pero sin abandonar su cuestionable concepto del toreo. Frente al segundo, un toro de Sevilla, firmó una faena de incuestionable poder y mando, en la que, con la mano muy baja, llevó muy enganchada y templada la embestida, pero a base de sacrificar otros conceptos como la pureza y la naturalidad. Muy retorcido y citando con la pierna retrasada a más no poder, los muletazos brotaron largos, pero muy en línea. Una cumbre del toreo moderno. A pesar de todo, cierto es que, a base de firmeza, acabó domeñando a un astado manso que, sin picar, sacó fondo de casta y embistió muy humillado con gran transmisión. Sin lugar a dudas, la labor habría tenido premio, pero Perera falló con la espada. El quinto, una mole de 620 kilos, tuvo nobleza y el extremeño se afanó en una faena que no terminó de romper.
 
Otro buen toro fue el cuarto. El de la divisa gaditana, que –para no variar– se cambió sin recibir el castigo reglamentario en varas; tuvo casta, nobleza, fijeza y recorrido en el último tercio. Notoriamente por debajo de la buena condición de su oponente, Sebastián Castella anduvo tirando líneas y acabó finalmente entre los pitones en un arrimón que llegó a los tendidos. Tras un pinchazo hondo trasero y bajo, y un golpe de descabello, paseó un trofeo. Más pegapases todavía se mostró ante el noble primero, un animal que iba y venía a media altura y sin transmisión, y que a veces salía descompuesto. El trasteo, que contuvo infinidad de enganchones, no dijo nada.
 
 
  • Plaza de toros de Pamplona. 9ª de la Feria del Toro. Lleno. Se lidiaron seis toros de Núñez del Cuvillo, muy desiguales y justos de presentación; de juego desigual. Destacaron los buenos y encastados 2º y 4º.
  • Sebastián Castella: silencio y oreja
  • Miguel Ángel Perera: ovación con saludos en ambos
  • Roca Rey: dos orejas y silencio
 
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