Antiguamente, los toreros decían mucho eso de “líbreme Dios del toro manso, que del bravo ya me libro yo”. En aquellos tiempos, los mansos se defendían buscando al torero y generando un gran peligro en el ruedo. Pero hoy, que hasta el manso es más descafeinado, el que realmente encarna una lucha gallarda en estos casos es el aficionado, que debe hacer verdaderos esfuerzos para combatir el tedio de tardes como la de hoy en Valencia. Una tarde presidida por la anodina mansedumbre de los seis anovillados toros -o, si lo prefiere, atorados novillos- de Alcurrucén. Quién volviera diez años atrás. En cualquier caso, sí, líbrenos Dios de más corridas como esta.
El primero del tarde, de nombre Codicioso, fue un toro justo de presentación que, tras una breve simulación de la suerte de varas y un aseado tercio de banderillas, no tardó en sacar a relucir las limitaciones de Juan Bautista. El torero galo inició su faena con unos pseudo-doblones, que fueron el preludio de una deshonesta labor muleteril. Bautista nunca llegó a confiarse ante las exigencias del manso de Alcurrucén, que requería un toreo de mando y cercanía. Desbordado, apostó por colocarse fuera de sitio y recetar al astado una ingente cantidad de acelerados trapazos. Como remache de su ventajismo, mató de una estocada efectista y trasera. En su segundo toro, un manso de embestidas descompasadas, lo único reseñable fue el quite por tafalleras con el que Fortes despertó a los tendidos. No obstante, volvieron a caer en sueño profundo cuando el francés, franela en mano, volvió a coger la senda del ventajismo, rehusando el compromiso con Valencia.
Poco hay que destacar de los dos primeros tercios protagonizados por el tercero, salvo la torera larga con la que Álvaro Lorenzo remató su quite por chicuelinas y la dolorosa inexistencia de la suerte de varas. Decía mi abuelo antes de salir a torear que los toros se pican solos (no he podido evitar mencionar en esta, mi primera crónica, a quien me inoculó el veneno del toreo), así que esto último tampoco debería causar sorpresa viniendo de ganaderías que erradamente seleccionan por y para el tercio de muleta. De rodillas en los medios, Jiménez Fortes inició la faena con un farol seguido de hondos derechazos que esperanzaron a los tendidos. Sin embargo, la embestida arrítmica y desentendida del manso Afanosito, que afán tuvo más bien poco, no dejó a Fortes más opción que tirar de su eterna apuesta por el temple y la ortodoxia. El malagueño lo muleteó con valor y pureza, y tras aguantar varios parones, le dio muerte en la suerte contraria con una estocada cuya verdad contuvo el aliento de los presentes. Más de uno debería tomar nota. Tampoco tuvo opciones de triunfo con el quinto. Haciendo honor a su nombre, el manso Dormilón se desentendía de la muleta de Fortes a mitad del viaje. Aún así, la impecable colocación del espada malagueño le permitió dibujar un par de naturales con hondura.
La frescura de Álvaro Lorenzo, que debutaba hoy en el coso de la calle Xátiva, se dio de bruces con la mansedumbre de su primer oponente. Tras hacerse el amo del ruedo durante el primer tercio y causar el caos entre la cuadrilla, rechazó la pelea y, haciendo caso omiso a la muleta del toledano, buscó el refugio de las tablas. El sexto, sin llegar a ser una oda a la bravura, sirvió a Lorenzo para romper la dinámica plúmbea de la tarde: hay que reconocer que por lo menos hizo el ademán de empujar en el caballo. El debutante lo recibió con un templado ramillete de verónicas con el que mostró su gran habilidad capotera. También Juan Bautista se animó a realizar el quite del perdón: tres verónicas anodinas y una media intrascendente. Quizá, por aquello de mostrar un poco de vergüenza torera, hubiera sido más ortodoxo aprovechar su primer toro que desquitarse en el astado de su joven compañero. En el último tercio, el burel tomó la muleta con recorrido y esa dulzura mansurrona que tanto gusta hoy en día. El de Toledo supo sobreponerse a las dificultades iniciales de la tarde para realizar una faena con temple y hondura que, aunque con altibajos, le valió una oreja. Un premio excesivo, ya que no llegó a cuajarlo del todo. Pero no seré yo quien pretenda imponer el rigor de una plaza de primera a un torero joven y dispuesto, cuando se permite que un consolidado ganadero venga a reírse del respetable con una corrida de saldo, que debió lidiarse, con todo respeto, en una plaza portátil.
Oreja para Álvaro Lorenzo. #Fallas2017 pic.twitter.com/b3OeifQZCZ
— Toros (@toros) 11 de marzo de 2017