Menos de media entrada fue lo máximo que logró registrar el cartel, con diferencia, más interesante del serial valenciano. No sabe lo que se pierde el público fallero por limitar su abanico al figureo y las orejas de papel couché; porque hoy, por primera vez en lo que va de Feria, Valencia vio torear de verdad. Cierto es que la corrida de Jandilla y Vegahermosa, que apuntó buenas cualidades al tomar los engaños, no tuvo la casta suficiente para terminar de disparar. Esa circunstancia, que privó de rotundidad a la tarde, se topó con el hambre de un joven espada que a penas empieza y de un murciano con veteranía que quiere, si es que acaso no lo ha hecho ya, convertirse en torero de culto. Así, mientras que Javier Jiménez puso sobre la mesa toda una artillería de raza y disposición, Paco Ureña hizo crujir el verbo torear desde los cimientos. Dejen de llamarle Paco, se ha ganado el Don.
Comenzó Ureña su compromiso con un ajustado quite por saltilleras al abreplaza, perteneciente al hierro de Vegahermosa, que fue replicado en buena lid por las ajustadas chicuelinas de David Mora. Brilló con los garapullos Ángel Otero y, tras brindar la faena a Adrián (ese pequeño gran héroe que nos está dando a todos una lección de torería), David Mora inició una labor muletera en la que no logró –ni así lo quiso– entenderse con su oponente. El astado, bautizado como Majestad, tuvo fijeza y recorrido, pero también la exigencia propia de esa movilidad nerviosa que a veces se confunde con la casta. El madrileño se mantuvo fuera de sitio para torearlo con facilidad por ambos pitones, dejando muchos pases de poco contenido. El cuarto de la tarde, que debió ser devuelto a los corrales, mostró ya desde el jaco su falta de fuerza, que se vio agravada durante un desastroso tercio de banderillas. Llegó a la muleta más muerto que vivo y no dejó al madrileño más opción que ir a por el estoque. Sin terminar de entrar en la tarde, concluyó a golpe de descabello su paso por las Fallas, de puntillas, al igual que en la mayoría de las ferias en las que ha hecho el paseíllo tras la tarde de su reaparición. No termina de volver el David Mora de antes de aquel fatídico 21 de mayo de 2014.
Ya desde el saludo capotero se rompió Paco Ureña en un ramillete de enfibradas verónicas con el segundo de la tarde, al que llevó hasta la jurisdicción de Pedro Iturralde galleando por chicuelinas. Tras derribar al jaco, el burel se entretuvo un par de minutos empujando al caballo, y adoleció por ello una mayor falta de fuerza en el último tercio. También el lorquino brindó al pequeño Adrián antes de que su muleta empezara a destilar pureza. Aguantó con la figura firme los parones del manso Omeya hasta meter en el canasto su embestida lenta y cansada. Aunque faltó la rotundidad que el astado no puso, se rompió Ureña por naturales, citando de frente, llevándose al burel hasta detrás de la cadera (ese olvidado lugar donde los toros cogen) y demostrando que no todo es ligar, que también se pueden dibujar auténticos carteles de toros toreando de uno de uno. Errado con los aceros, fue premiado con una merecida vuelta al ruedo. Por cierto, ¿se dan cuenta de lo bien que saben las vueltas toreras? Ya frente al quinto de la tarde, toro manso pero con humillación, el torero murciano echó la pierna para adelante y lo obligó a embestir en el centro del ruedo. Enriñonado y obligando al burel, ejecutó derechazos de profundidad, se lo pasó cerca, y cuidó la embestida proclive a descomponerse. Terminó la faena metiéndose en los terrenos del toro, que no tardaron en pasar a ser suyos, y lo hizo rodar sin puntilla con un estoconazo en los medios para pasear después una oreja de ley. ¡Cuánto ganaría el toreo si los jóvenes valores bebieran de su tauromaquia!
Poco tuvo de Guerrero el tercero de la tarde, un toro noble sin transmisión y falto de fuerza que perdía las manos cada vez que Javier Jiménez intentaba que rompiera por abajo. Por esa razón, la labor del joven torero de Espartinas no llegó a tomar vuelo. Aún así, Javier Jiménez dejó patente la ortodoxia de su colocación y su buen juego de muñecas. Fue arrollado en chiqueros al recibir al toro que cerraba plaza, al que terminó parando en el centro del ruedo con verónicas de buen gusto. Ya en la muleta, lo intentó sin opciones el torero sevillano, cruzándose a un toro suavón y descastado que duró menos que nada. Ninguno de sus oponentes le permitió brillar en la tarde de hoy, pero sí reivindicar un gran sentido del temple y una raza que, si Dios lo quiere, le llevará lejos en el toreo. Al aficionado, le toca esperar a que un toro con fondo y transmisión embista en la muleta de un maduro Javier Jiménez.
Ureña sale reforzado de Valencia tras cortar una oreja. El mejor resumen de la jornada aquí. #Fallas2017 pic.twitter.com/HdaKggxBgv
— Toros (@toros) 15 de marzo de 2017