Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Javier Jiménez, con permiso de la banda
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Javier Jiménez, con permiso de la banda
Crónica Sevilla. 7ª Feria de Abril

Javier Jiménez, con permiso de la banda

María Vallejo

Dos de mayo. Mientras la suerte de varas sigue en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de la Antitauromaquia, seis novillos del encaste mayoritario protagonizan otra tarde tediosa en la Maestranza.

La crónica de la moruchada de Hermanos García Jiménez lidiada hoy en Sevilla podría quedar reducida al párrafo anterior sin dejar al margen nada digno de mención, de no ser por la seria actuación de un Javier Jiménez que, con un lote de outlet, se ha merendado al resto de la laureada terna. Por su puesto, sin que el Baratillo se enterase de la misa a la media, y con permiso de la banda de Matías Tejera. Que, al parecer, tiene funciones jurisdiccionales, y sólo se arrancha a tocar con prontitud cuando torean los hermanos del papel satén y compañía.

Filigrana traía en su nombre una profecía de lo que serían el resto de sus hermanos: seis novillos cursis, delicados, de tierna pequeñez y mimados por los toreros durante toda la tarde. Fue recibido por Morante de la Puebla con un ramillete de verónicas de sabor añejo, antes de llegar al simulador de puyados, en el que ya perdió las manos. Lo pareó con gusto José Antonio Carretero y llegó a la muleta del de la Puebla hecho lo que en el argot se llama un marmolillo. Morante, por aquello de que estaba en su plaza, lo intentó por ambos pitones, se puso en el sitio e hizo ademán de cargar la suerte antes de tirarse a matar con inusitada novedad: en corto y por derecho, para hacerlo rodar sin puntilla. Sólo la estocada mereció la calurosa ovación del público maestrante. En cuarto lugar salió Fotógrafo, que haciendo honor a su nombre permitió que los fotógrafos se pusieran las botas. Perdió las manos desde los chiqueros, protagonizó el tercio de no-varas más vergonzoso que mis ojos hayan visto en años y llegó a la franela con esa embestida para celíacos que tanto gusta al de la Puebla. Morante le dibujó naturales de cartel. Dejó muletazos de trazo exquisito y sacó a relucir su aquilatado clasicismo, antes de errar con los aceros y saludar una ovación. Fotógrafo nos permitió ver a Morante en estado puro. Las bellísimas imágenes de su faena ilustrarán los fondos de pantalla de más de un smartphone. Y seguramente pasen a la posteridad como parte de la historia del toreo de arte. Pero la triste realidad es que Morante sólo es capaz de invocar a los duendes con el toro que pasa y no molesta, con el que no tiene el más mínimo de emoción. Y eso, por muy barrocos que sus muletazos se vean mañana en las fotos, dista mucho de la grandeza que encierra el verbo torear.

En segundo lugar salió Carcelero, otro novillo de infame presentación que nos apresó a todos en el tedio, con los únicos vis a vis del quite por chicuelinas de Javier Jiménez y los buenos pares de banderillas de Curro Javier. Llegó a la muleta con ganas de volver a la dehesa y buscó el refugio de las tablas. Y allí fue donde Miguel Ángel Perera, poniendo a buen recaudo la pierna de salida, intentó taparle la cara para embarcarlo en el viaje hasta rallar la pesadez. Un feo bajonazo que hizo a Carcelero rodar sin puntilla puso a fin al crispante capítulo de ver a un torero persiguiendo a un toro con la lengua fuera que desde el caballo dijo “no”. Más de lo mismo ocurrió con  el anovillado Clandestino, otro manso de libro que protagonizó un nuevo simulacro de la suerte de picar -entiéndase en la literalidad de su origen etimológico, picotazo- y se dolió en banderillas. Tercio en el que se desmonteró Javier Ambel tras colocar dos pares en la mitad del toro, mientras Curro Javier se llevó el toro a una mano sin recibir ni una palma. Las cosas de Sevilla. Muleta en mano, el extremeño toreó de lejos y tirando líneas al toro más potable del indigesto encierro de Matilla, para terminar, como en el noventa por ciento de sus actuaciones, ahogando al toro en ese tedioso encimismo que gusta de adornar con la vulgaridad de los circulares invertidos. Mató de un sartenazo en los blandos y recibió la ovación del ilustrativo Baratillo. Lo cierto es que, aunque esta no es mi Fiesta -y a juzgar por los dos cuartos de entrada, cada día es la de menos-, es justo reconocer que Perera es un torero ideal para el ahorro en estos tiempos de crisis: quien vea una de sus faenas, y sea capaz de guardarla en la retina, puede decir que ha visto todas.

Pero la que sí es mi Fiesta es la que representan los jóvenes que, como Javier Jiménez, son capaces de mojar la oreja de las figuras aunque sus toros no sirvan ni para hacer bolas de carne picada. Metió en sazón la embestida insípida de Sosito en una labor inventada con inteligencia y cabeza fría. Comenzó tirando líneas -no por ventajismo, sino porque su oponente no hubiera aguantando el toreo en redondo- hasta que logró vencer al manso en un palmo de terreno. Palmo en el que se la jugó con pureza, pasándose cerca el peligro sordo de un toro que siempre llevó la cara alta, en una importante labor que sólo logró hacer sonar a la banda cuando se fue a por el estoque. Si fueran tan mirados con el resto de faenas, otro gallo cantaría. Terminó su labor con un pase del desdén que aún reverbera en algunas retinas, y pinchó en lo alto lo que hubiera sido una oreja de peso. Saludó una ovación, que debió haber sido una vuelta al ruedo de esas que también están en la UCI de la Antitauromaquia, y se dio de bruces con el descastado sexto. Vagabundo fue un manso con genio al que se le bajaron los humos en cuanto se vio mínimamente podido. Ante eso, poco pudo hacer Javier Jiménez, más que pisar los terrenos que manda la ortodoxia e intentar torear alejado del encimismo y el adorno fácil. Mató de media estocada y fue ovacionado, con fin a una tarde en la que dejó claro que ha aprovechado el invierno. Javier Jiménez ya no es el torero dispuesto y falto de técnica de la pasada Feria de San Miguel. Volvió a Sevilla con los deberes hechos, como un matador joven que quiere, templa y apuesta con torería, y dejando ganas de volverlo a ver. Preferiblemente, con toros encastados.

 

  • Sevilla. Real Maestranza de Caballería. 7ª de la Feria de Abril. Tres cuartos de plaza. Se lidiaron seis toros de Hermanos García Jiménez. Corrida mansa, anovillada y de infame presentación. Descastado el 1º; rajado el 2º; mansos y descastados el 3º, el 4º y el 5º; y manso con genio el 6º.
  • Morante de la Puebla: ovación con saludos y ovación con saludos tras aviso.
  • Miguel Ángel Perera: palmas y ovación con saludos tras aviso.
  • Javier Jiménez: ovación con saludos en ambos.

 

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