Dicen que el que tuvo, retuvo, y en el caso de Iván Vicente el refranero español se hace más patente. Y es que como el buen vino, el madrileño vuelve por sus fueros temporada tras temporada. Como decía Antoñete, «este saber torear», y posee esa destreza gracias al empaque, la técnica, el oficio… la torería en definitiva, que le hace ser uno de los privilegiados que pasara por las manos del maestro Gregorio Sánchez, y es que el de Soto del Real fue alumno de la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda de Madrid.
El milagro de Iván Vicente es que con tan contadas actuaciones (tan solo tres festejos la temporada pasada) fuera capaz de dejar una grata imagen en el primer festejo después del maratón de San Isidro y en una tarde desagradable en lo climatológico. Una oreja paseó in extremis del enclasado sobrero de Cortijo de la Sierra, tras una labor breve pero que sacó a relucir esa mano izquierda que encandiló en sus inicios a la afición de Madrid. El sexto bis acusó el baile de corrales –desde el Domingo de Resurrección andaba por allí–, pero fue a la postre el mejor de una tarde a la contra. Los últimos serán los primeros, qué tituló hace unos días mi compañero Darío Juárez, fue sencillamente el resumen de la tarde. La perplejidad de dos meses y pico de corral no nos dejaba ver con parsimonia a Molinete... hasta que abriendo el compás y con unos torerísimos muletazos barriéndole el lomo, dejaron para la posterioridad una faena tan breve como precisa. ¿Para qué más? Un ramillete de tandas con la mano izquierda, obligándole al toro, prendieron y encendieron los tendidos. Muy de verdad toreó Iván Vicente. Intentó ligar, y lo hizo con enorme despaciosidad y todo muy medido. Entrega y sentimiento. Se cantaban los naturales de uno en uno, y disfrutaba el madrileño en un trasteo caro y de suma torería. El estoconazo al encuentro fue la guinda de una gran obra.
Elegante estuvo con el tercero, con el que escuchó palmas. Fue otro torazo de Martín Lorca, dentro de una corrida que solo tuvo estampa. Este Valiente obligó al madrileño a exigirle por bajo, hasta que vio el pitón izquierdo, dejando su sello en una tanda de naturales de excelsa despaciosidad. Clase y elegancia. Le faltó fuerza y transmisión a un toro aplomado que le impidió rubricar un trasteo más consistente, viendo el ritmo que llevaba la faena, y es que la lluvia y el viento eclipsaron la actuación.
Si la elegancia y la torería fueron las armas de Iván Vicente, la clase y el empaque fueron los cánones de la tarde de Uceda Leal, y es que ver hacer el paseíllo al de Usera es como un buen natural de Vicente. Gustos colores y no buenas razones. El madrileño es un torero de clase infinita, pero debe afinar la tizona de no verse relegado al ostracismo como le está ocurriendo estas últimas temporadas. Apartado de Madrid y con escasos paseíllos en estos años atrás, regresaba al coso de la calle de Alcalá convencido de un triunfo, y lo que se encontró fue un público amable con él, a los que obsequió con dos vulgares faenas. Recibió ovación con saludos en ambos, dejando una actuación maciza al primero de la tarde, un toro descastado, al que le faltó un mayor punto de transmisión. Al cuarto, con un imponente pitón derecho, le faltó clase y fuerza. Uceda instrumentó una labor de trazo largo frente que no rebosó fondo. A destacar una tanda en redondo de mano baja sobre la diestra.
Otro de los que regresaba a Las Ventas era Ricardo Torres, tras ser otro de los nombres del verano de la temporada pasada en Madrid. Se le vio completamente desbordado durante toda la tarde, no dio ni un muletazo decente y dejó dos infames actuaciones aliviándose con el pico y dejando trapazos para la posteridad. Pecó de indecisión en su primero que se quedaba a mitad del muletazo, dando un mítin con la espada, tras lo menos siete pinchazos y dos descabellos. El quinto, de imponente estampa, daba miedo. Tampoco en este ligó ni un muletazo, en otra labor deslucida plena de trallazos. El toro fue un mulo, pero él no tuvo la culpa de que su matador esté acartelado en Madrid, es la empresa de Simón Casas la que tiene que darse cuenta de que no procede un torero con semejante condición.
Antes de terminar, me vienen a la mente algunos nombres como los de José Ignacio Sánchez, Manuel Jesús "El Cid", Alejandro Talavante, solo unos pocos privilegiados son capaces de poner de acuerdo al Parlamento de Las Ventas. Y digo unos pocos porque cuando emerge la mano izquierda clama la unanimidad. No iba a ser menos con Iván Vicente, que volvió a dar motivos para su retorno a Madrid.