Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Fraude a la cántabra
Crónica Santander. 3ª Feria de Santiago

Fraude a la cántabra

Darío Juárez

Santander se apunta a ser una de esas plazas que bañan de triunfalismo y cariño a ciertos toreros, dejando de lado los baremos mínimos exigibles para la pulcritud de las lidias correspondientes, poniendo en bandeja a su vez el ejemplo de cómo la proliferada nobleza tapa las carencias de bravura y de mínimos de peligro, con carretones con vida. De por sí, cabría destacar que el toreo de salón es la fuente de ayuda y, a su vez, la llave para profundizar y personalizar la técnica de un torero. No por menos que plasmarlo delante de un animal con solidez, madurez y torería, es sinónimo de capacidad. Lo mismo que se ha podido ver hoy con un Talavante poderoso y lícito del sitio que posee, perdiendo trofeos una vez más por su talón de Aquiles. Manzanares ha licuado el conocimiento de los terrenos y la inteligencia de los tiempos con un toreo, eso sí, muy cauto en colocación y cargado en ventajas. Mientras que el confirmante salmantino Alejandro Marcos salió a hombros con su padrino en el día de su alternativa, desaprovechando un primer toro de casta, celo y largo recorrido, para cerrar la tarde cortando dos orejas a un buey que sacó de tipo al novilleril encierro, corto de embestida y efímera transmisión.

Está claro que el campo habla por sí sólo, las horas de sueño por tus sueños, cajetillas de tabaco rubio que se consumen entre un humo que huele a pitón quemado de un capote de doctor. Con uno idéntico, presentó Alejandro Talavante una carta selecta de suertes de capa con el primero de su lote. Un animal excesivamente noble al que quiso llevar y conducirlo toreándolo, como en un tentadero de media tarde. Sin sobrarle las fuerzas y tras un inicio con un par de estatuarios entrando con tiento a los engaños, Depravado no hizo combustión, sino que la carne para el asado tenía el sello de Extremadura. Lo exprimió hasta el máximo con la improvisación personal de alguien que no quiere tocar techo. Cuatro tandas por ambas manos y una simultánea de naturales desayudados. Cuatro Caminos de cara, que con una estocada y un descabello bastaron para la concesión de una merecida oreja de peso. Con ella en el esportón no quiso perder comba y se lanzó a entregarse a un rastrojo de animal: feo, galán de utrero y falso cornidelantero. Engañoso en su quehacer en los primeros tercios pero venido arriba con la ayuda de su matador, en una faena enjundiada por el vibrato de los tiempos, junto con la variabilidad de recursos y limpieza de los mismos. De nuevo, con ambas manos y detalles, firmaba una obra de figura a un quinto que sacó su fondo hasta el final pero que se iría con las orejas puestas, al darse de bruces de nuevo con los aceros.

Ejerciendo el apadrinamiento de otro torero charro que se gradúa en esta plaza, José María Manzanares volvía a Santander. El coso del Cantábrico recogía el aire que traía del Mediterráneo en una faena de menos a más que inteligentemente supo leer y aprovechar en su máxima expresión. Esa que no le falta en absoluto a este torero para componer delante del toro. En este caso se encontraría con un animal con la mirada puesta en la huida de salida y al que supo ganarle la razón, sacándolo del terreno donde se sentía cómodo y obligarlo a embestir tres metros mas allá de las rayas. Siete tandas por ambos pitones sacando todo el fondo del toro, sometiéndolo por abajo y en redondo. La inercia del animal activó la comodidad de las distancias para con el matador y las ventajas pecaron de listas. Aún así, con esa estocada contraria pero abrumadora, no seré yo quien le quite un pero de la solvente actuación del diestro para su salida a hombros. Con una faena que no fue sublime y céntrica de colocación, pero fue muy sobria de conocimiento con el también nobilísimo cuarto de Olga Jiménez. El segundo sería el más serio del sexteto, aunque el que menos transmisión y agradecimiento poseía. De Manzanares se vio algún pasaje notable pero no puso demasiado empeño por exponer delante de él, viendo que se quedaba corto en demasía.

A Alejandro Marcos le estará entrando un cosquilleo como cuando te dirigías a casa para dormir después de la cabalgata. Cartel de ensueño en el día de su alternativa y una puerta grande divisando El Sardinero. ¿Qué más se puede pedir? Pedírselo no, pero habría que aconsejar a este chaval, con muy buenas maneras, que de hoy en adelante lo que te va a poner o quitar de las ferias va a ser el toro encastado que te exige que lo que se le haga, sea todo bien y que nadie regala nada. Bonita frase que siempre ha quedado bien y que ya no sirve para nada, porque parece tener tendencia a ser una utopía. Aún así, me gustaría que se quedara con ello y que entendiera cómo ha sido su tarde. Su confirmación la tomaría con Esaborío, que para nada lo fue. Al principio si lo pareció pero el fuelle avivó la llama que prendía su fondo de casta. Pidió los papeles y Alejandro, en el sitio, le ligó tandas sin lograr a templar al animal hasta el punto de desfondarlo desaprovechando una buena bala. Después sí, se puso a torear con gusto cuando el toro perdía su empeño por embestir con esa soltura que había demostrado anteriormente, siendo los mejores detalles, los remates finales por bajo.

La algarabía vendría con el remiendo toro escoba de Peña de Francia, el cuál pegaba un guantazo a la línea que llevaba la presentación del encierro, con 649 kilos y tranco de buey. Salió con el hocico en la arena tras perder las manos, perdiendo a su vez la escasa transmisión que poseía. Marcos se encontró muy a gusto con ese Boticario que le puso las cosas muy fáciles para sacarle muletazos y con el público que copaba los tendidos, ya que ese empujón le llevó consigo nada más romperse el paseíllo. Buena composición de la faena pero más excedido en la pérdida de la colocación. Pinchazo y estocada a la segunda para que Cuatro Caminos y el palco se convirtiera en una jarana otorgando al salmantino las dos orejas, antes de bajar a cenar al puerto.

 

  • Santander. Coso de Cuatro Caminos. 3ª de la Feria de Santiago. 7.490 espectadores en tarde templada. Se lidiaron tres toros de Hnos. García Jiménez (2º, 3º y 5º), dos de Olga Jiménez (1º y 4º) y uno de Peña de Francia (6º), de mala presentación. Codicioso el 1º, rajado y desfondado el 2º, muy noble y tenue el 3º, a más el 4º, noble y sin chispa el 5º y corto y sin transmisión el 6º.
  • José María Manzanares (rioja y oro): silencio tras aviso y dos orejas.
  • Alejandro Talavante (lila y oro): oreja con leve petición de la segunda tras aviso y ovación con saludos tras aviso.
  • Alejandro Marcos (celeste y oro): silencio tras aviso y dos orejas.
  • Se desmonteró Rafael Rosa tras parear al segundo.

 

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