Cella es una de esas joyas que hay que cuidar por el simple hecho de su apuesta por las novilladas y el futuro del toreo, que aquí, donde arranca la sierra de Albarracín, se expresa con un entrañable sabor que va de lo popular a lo rural; es decir, a la misma esencia. Y en Cella eso se cuida con lujo novilleril, variedad, lustre y riqueza ganadera.
El castellonense Sedano Vázquez y Los Maños se volvían a encontrar otra vez en Cella tras la página histórica que escribieron hace un año con el indulto de Palmero, el día que el novillero de L'Alcora debutaba con picadores. El reencuentro, un año después y con Sedano sin haber sumado apenas más contratos, tuvo como protagonista a Zamorano, número 36, que lució bravura, clase, ritmo y profundidad para enmarcar. Un novillo apretado de carnes y cómodo de pitones que se ensañó en los bajos del primer burladero que encontró. Sedano meció con clase el capote y con la muleta aprevechó parte de las maravillosa embestidas que brillaron por el pitón izquierdo. De cara colocada y embestidas fijas e interminables cuando Sedano imponía seda en los vuelos, el carácter bravo de Zamorano transmitía a los tendidos y el público padaleba el toreo. Hubo buen toreo, pero faltó trabar aquello. El pitón derecho se cantó bueno también en las postrimerías de la faena. Novillo completo Zamorano, que se ovacionó al arrastre. Una oreja para Sedano Vázquez tras estocada y descabello.
Sedano volvió a reivindicar sus condiciones con el quinto y último, que llevaba el hierro de El Soldado. Un novillo medio, pero serio por delante, con el que el de L'Alcora volvió a hacer patria en Cella, ya que en Castellón por Magdalena no dieron ni novillada picada. Con tan poco toreado, es difícil estar mejor. La zurda de Sedano se volvió a expresar con prestancia. Sin duda es su mano. Pero es que en terrenos de cercanías y sobre la diestra volvió a sumar argumentos. Solo un pinchazo tras estocada y la casta del novilló que se tragó la muerte hasta sonar los dos avisos le privaron de la puerta grande.
Andy Younes, a menos de un mes de su alternativa en Nimes, abrió el festejo con un ejemplar de Los Maños de poca nota, pero de evidente trapío y seriedad. De astifinas puntas además. Fácil y con oficio el novillero francés, no encontró el mejor colaborador. Con poco celo, querencia a los adentros y peligro sordo, fue pegado a tablas donde tuvo que arrancar los últimos muletazos antes de que la estocada final se complicara ya con el novillo orientado. El oficio de Younes volvió a notarse frente a Veraguito, un guapo y astifino novillo burraco de sangre Torrestrella, que se picó trasero y mal y que terminó por sacar genio y complicaciones en embestidas siempre defensivas. Younes lo trató como si fuera bueno y tragó lo suyo. Lo mejor, la estocada casi entera. Hubo petición antes del sepulcral silencio. Cosas del respetable.
El ecuador del festejo lo marcó el capítulo de rejones. Bastote el novillo de Los Ronceles, poco brillo y acierto tuvo la labor de Raúl Martín Burgos hasta eternizarse en el rejonazo final y escuchar dos avisos.