La inocencia de un niño que sólo quiere descubrir el mundo. Esa naturaleza que le hace asomarse a indagar en la perfección de su camino y que sorprendentemente han hecho del toreo de Román un bastión de ilusiones, que agrada y no pasa desapercibido para propios y extraños. Un torero que se fija en el hierro cuando el toro va en el arrastre. No escoge, no veta, no oculta, todo es sinceridad; a su manera. Esa forma de ser tan característica y cercana, que acerca a conocer el lado más humano de este matador. Volvió a dar un golpe encima de la mesa tras la puerta grande de Madrid cosechada hace apenas doce días. Por su parte, el resto de la terna que componía el cartel hizo presente su valor y sus conceptos en una infumable corrida de Miura para la última de abono en Bilbao, que distó mucho de lo que se le pide y exige a esta divisa. Animales descastados, sin fiereza, fuerza y fijeza en muchos casos, salvando la tarde un sexto tren que despertó a Vista Alegre.
No cabía en ningún otro cartel. Gerardo Roa, con Las Ventas como aval, preguntaba a la junta administrativa del coso bilbaíno qué opciones cabrían para su torero. La respuesta fue clara: Miura. Sin pensarlo dos veces y sin haber toreado nunca este encaste, Román echó la pata adelante para no variar, cogió los trastos y a Bilbao. En su haber, un lote para inteligentes y buenos toreros. El primero, tercero de la lidia ordinaria, fue un toro muy pesado y con poca fuerza, que adquirió sentido en el tercio de banderillas, como el resto de sus hermanos. Tranquilo, pausado, sereno y muy consciente, el valenciano reprodujo sobre él una serie de connotaciones técnicas y expositivas a tener muy en cuenta. Veleta se quedaba muy corto, siendo a su vez tardo, por lo que el joven diestro tuvo que analizar su embestida aprovechando los arreones del miura para intentar ligar dos o tres. Colocación imprópera para una faena sin oponente. Donde sí hubo rival y notas artísticas fue con el sexto y último toro de éstas Corridas Generales. El cárdeno cornúpeta con más peso del serial (657 kg.) y una alzada que ensombrecía la mazorca de sus pitones muy considerable. Éste se salvó. Poseyó buen tranco durante la lidia, llegando a la muleta metiendo bien abajo la cara. Tandas alternadas por ambas manos, siendo una de ellas por el izquierdo cosida con la mitad del engaño, alargando la acometida de este Jarrero. Remates por bajo y una estocada enterrando el acero que valía una oreja de muchísimo peso. La cual hizo a Román cerrar la feria y llevarse la llave para volver a Bilbao.
Otro valor seguro, al menos en eso, en valor, es el francés Juan Leal. Ciertamente, su tauromaquia llama mucho la atención cuando ves que antes de salir de la segunda serie de muletazos, se ha querido desplantar delante del testuz de un miura. La voltereta vendría a continuación, para dar paso a mini tandas con ambas manos que terminaban en medios pases de pecho. Tras un pinchazo y media en buen sitio, daba una vuelta al ruedo. Como de igual manera lo haría en el quinto y penúltimo del festejo, con un oponente sin fuerza, con efímera transmisión y con un estar pastueño sobre el ruedo. Aún así, en tipo y comportamiento fue el que más en la línea de la casa estuvo. Reponía y cabeceaba en demasía, a lo que Juan le tuvo que quitar presión poniendo mucho valor a su vez para comenzar una faena desde los medios. Después, series cortas intentando lograr la ligazón, todas ellas cargadas de entrega. Una estocada a matar o morir tras un pinchazo haría que volviera por segunda vez en la tarde a pasear por el anillo de Vista Alegre.
Encabezaba la tarde como director de lidia otro joven que cada vez se está encontrando con su tauromaquia. Se pudo ver a un Fortes muy capaz, muy seguro en todos sus movimientos y en la preferencia de la colocación como piedra angular de su concepto. El que abrió tarde nos hizo aventurar algo muy distinto a cómo terminó. Rondeño inauguraba la última de abono, saliendo humillado por chiqueros aunque con las manos muy por delante. Aprendiendo mucho como el resto en los rehiletes, cortando mucho los viajes de los peones, llegó a la franela distraído y sin ninguna fijeza. El malagueño le pudo ejecutar tres naturales a placer, mientras su muñeca proseguía el trazo que le marcaban los pitones. Pinchazo y estocada baja para saludar una ovación que con el cuarto tampoco fue a más, ya que fue un animal que no dijo absolutamente nada. Bobalicón, gazapeando y sin entrega de bravo, quiso coger las telas al tuntún, y obviamente sin un ápice de chispa y emoción, cada vez iba a menos. Por su parte bien el matador, entrando en sus terrenos y haciendo suave y melosas las suertes para cuidarlo.
Juan Leal y Román se lucen ante los Miura. pic.twitter.com/utkvaIyYfg
— Toros (@toros) 27 de agosto de 2017