Durante los convulsos y difíciles años de la Guerra Civil española y posteriores, el toro bravo pasó por unos momentos muy complicados, y la presentación de éste en la plaza era indecorosa, pues se rebajó hasta lo inverosímil el peso de los toros y cobró especial fuerza el afeitado de los pitones.
El escándalo, que llegaría a cotas insospechadas, no tardó en producirse. Comenzó con las llamativas declaraciones en defensa del toro íntegro por parte del matador de toros Antonio Bienvenida y el ganadero Antonio Pérez-Tabernero, que fueron recogidas por los críticos más toristas.
El tema se convirtió en la comidilla de la opinión pública y pasó a ser un motivo de interés para la prensa en general, siendo tal la cuestión que llegó a las grandes publicaciones de fuera de nuestras fronteras, como Times, Life, Le Monde o Le Journal de Genève… El caso es que de ser un estado de opinión español, pasó a ser un pintoresco tema de prensa extranjera.
Se agitaron las más diversas opiniones y se barajaron conclusiones de las más encontradas consecuencias, por lo que la Dirección General de Seguridad tomó cartas en el asunto y dictó normas severas para evitar el escándalo del afeitado de los pitones de los toros, y para que éstos recuperaran su edad y su fuerza en las corridas de toros.