Poco más de las seis de la tarde, hora tradicional de los festejos taurinos abrileños en Aguascalientes, sonaba Cielo Andaluz bajo las notas de la Banda Sinfónica Municipal. Partían plaza las cenizas del gran Miguel Espinosa Armillita Chico. Su hijo Miguel, su hermano Fermín, su sobrino Fermín y la gran figura del toreo Enrique Ponce las cargaban, en medio de aplausos de los asistentes, hasta llegar al centro de la Monumental hidrocálida donde las depositaron a fin de que el torero acaecido recibiera un gran homenaje póstumo.
El día había tenido la agenda apretada. Horas más temprano se le rendía distinción en el Palacio de Gobierno aguascalentense y la misa, por demás emotiva, había concentrado a familiares y amigos que le querían dar el último adiós a uno de los toreros más importantes de la Tauromaquia mexicana y del mundo, como haría énfasis el propio Ponce en su discurso tiempo más tarde.
Fueron muchos los toreros que se reunieron a las celebraciones fúnebres del diestro aquicalidense: encabezados por los matadores Fermín Espinosa Menéndez y Fermín Espinosa Díaz de León, el maestro Enrique Ponce, Luis Fernando Sánchez, Héctor de Granada, Humberto Moro, José María Napoleón, Jorge Mora, Paco Doddoli, Pedro Montes, Teodoro Gómez, Alfredo Gutiérrez, Diego Silveti, Arturo Macías, Fabián Barba, Arturo Saldívar, Juan Antonio Adame, Gerardo Adame, Leo Valadez, el novillero José María Hermosillo… Los subalternos Efrén Acosta, Beto Preciado, Felipe Kingston, Nacho Meléndez, Héctor Nono Cobos, José Prado, Alejandro Prado, Ricardo García Caminito… Los ganaderos Jorge Medina, Armando Guadiana, Gerardo Salas, entre tantas personalidades más del mundo de los toros. La gente aficionada, en los graderíos, también estuvo presente.
Ramón Francisco Ávila Rivera Yiyo, quizá el mejor cronista de toros al micrófono de estos tiempos en México, con el corazón en la mano, los sentimientos encontrados y las palabras en la voz, se encargó de dar un discurso lleno de arte puro, como el toreo de Miguel, haciendo que a varios de los reunidos se nos hiciera un nudo en la garganta tras la emoción del momento. Siempre se hizo acompañar de Miguel hijo.
Luis Obregón Pasillas, secretario de Desarrollo Económico y Turismo Municipal, encendió varios cigarrillos previo al homenaje en el coso. Como buen servidor público que es, comprometido con la calidad de que sobresalga todo lo que hace, además de ser un promotor de este evento y un gran aficionado a los toros, estuvo al pendiente de que el torero del tributo contara con las mejores deferencias. Mismas que él expresó al revelar que su afición a los toros fue al ver por vez primera a Miguel Espinosa vestido de luces allá por los años noventa.
Enrique Ponce, quien cambió su vuelo de Lima-Madrid rumbo a México para estar presente en los funerales, con toda la sencillez que le caracteriza, refirió que en el año 2005 acompañó a Miguel Espinosa, en ese ruedo, en el centro del mismo, en su última tarde como torero. Sin embargo, ahora por ese llamado final del destino, doce años después, se encontraba dándole el adiós definitivo. Tristemente mismo tiempo que sigue sin torear, sin pisar ese ruedo, apuntó el diestro de Chiva, tras un ridículo veto por parte de la empresa (esto último lo digo yo).
Enrique Ponce reconoció en la muerte de Armillita Chico una gran pérdida para la fiesta de los toros en México y, sobre todo, a nivel mundial. Citó lo ameno que eran sus charlas de toros, así como la excelente forma de ser del diestro mexicano. Puntualizó la figura española: «Ha sido un torero con un concepto del toreo excepcional, creo que hablamos el mismo idioma». Simplemente, ¡olé!
Verónica, la esposa del matador Miguel, acompañada de sus dos hijos, agradeció a todos por su presencia.
La ceremonia finalizó con varias vueltas al ruedo de las cenizas de Miguel Espinosa Armillita Chico bajo las notas de su pasodoble, Pelea de Gallos y las sentimentales Golondrinas, donde no pudieron faltar las lágrimas que rompían con la noche, como cuando había una gran faena de este gran torero, sobre todo por naturales.
Así terminaban las actividades fúnebres en homenaje a este torero. Así terminó una carrera, que pasa a la historia y al recuerdo, de más de 1.300 corridas toreadas, cortando 2.415 orejas, 157 rabos y una pata. Así se fue el verdadero torero de la izquierda de oro: el gran Miguel Espinosa Armillita Chico.
¡Torero, torero!
¡Arte para el alma!