Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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El tesón de un nuevo ganadero
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El tesón de un nuevo ganadero
Herradero en la ganadería de Pedro Miota

El tesón de un nuevo ganadero

Leo Cortijo

Quién le iba a decir a Pedro Miota que cuando fue por primera vez a la ganadería de Curro Fuentes con el ánimo de ser torero con tan solo ocho años, algún día esa vacada sería suya. Ese día ha llegado. El sueño se ha hecho realidad. Y el hierro del que fuera uno de los matadores más notables de la Cuenca taurina ha pasado a manos de este joven de Las Majadas. Un reto enorme y una ilusión tremenda.

Lo lleva en vena. «La afición al toro va en la sangre y no te puedes despegar de ella nunca», comenta convencido el bisoño criador. Juega con una ventaja y es, literalmente, «haberme criado aquí». Cuando apenas era un niño, Curro le abrió las puertas de su casa y desde entonces no se ha separado de su lado. «He aprendido a torear en estas dehesas y conozco la evolución del ganado a la perfección», argumenta. Un conocimiento previo que le allanará, aunque sólo sea en parte, un camino que promete ser tan duro como ilusionante. Las casi tres décadas de Curro Fuentes al frente de la ganadería se han notado para bien, pues «empezó con un ganado duro, que casi pegaba bocados, y ahora ya cogen la muleta y se desplazan por abajo».

Además, el paso al frente de Pedro ha supuesto un rayo de luz para la vacada, abocada a la desaparición toda vez que su anterior propietario no encontraba relevo en su familia. «No quería que se perdiera el trabajo que durante 28 años se ha hecho en esta casa», comenta el nuevo ganadero. Las tres descendientes de Curro no tenían interés en seguir con la ganadería, y a ésta le quedaban dos salidas: el matadero o acabar de lidiarlo todo en las calles. Algo que Pedro «no quería que pasara».

Trabajo hay por delante. A corto plazo, «mantener la línea que traía», y eso es seguir con esos festejos populares en una parte de los pueblos de la provincia. Sueltas, encierros y alguna becerrada coparán el mercado. Ahora bien, Pedro es valiente y por él, como cuando torea, no va a quedar a la hora de cruzarse a pitón contrario. «Quiero que mis toros también sirvan en la plaza para la muleta». Por eso, «queremos dejar algo ya para festivales y novilladas sin picar de cara a la próxima temporada». Una meta muy ambiciosa, pero su tesón le hará cruzarla.

¿Y cómo es el toro ideal con el que sueña Pedro Miota? «Ese que emociona al aficionado, que es encastado y que exige a los toreros, pero que también es muletero, que repite y que lleva el hocico a ras de suelo», dice. ¡Y ojo! «que aquí no es normal encontrarse con ese toro bobo de Domecq que critican muchos». Es más, «para que te salga uno así hay que echar muchos de los otros».

A pesar de que ha vivido muy de cerca muchas batallas en esta ganadería, reconoce que abrirá nuevos caminos: «Buscaré otras cosas, el maestro, por ejemplo, quemó muchas vacas buenas en festejos como San Mateo, y mi objetivo no es vender vacas para eso; es venderlas para una novillada sin picar en algún pueblo de la provincia, sin ir más lejos». E incluso, se pregunta, «¿y por qué no picadas?, vamos a empezar a hacer tentaderos con caballos...».

Eso es lo que le reclama su padrino: un paso adelante. «Yo he lidiado mucho en los pueblos y en festejos populares, pero me gustaría que diera un paso al frente y lidiara novilladas picadas y en plazas de mayor importancia», explica Curro Fuentes. Después de casi 30 años al frente del hierro que los animales lucen con orgullo y que lleva sus iniciales (‘C’ y ‘F’), todavía no termina de asimilar que haya puesto un punto y final tan importante en su vida. Curro está convencido de que los designios de la vacada quedan en buenas manos: «Le deseo toda la suerte del mundo, pero no la va a necesitar porque vale mucho y tiene mucha afición».

Su primer herradero. «Una mezcla de nervios, presión e ilusión». Así resume Pedro Miota su sentir ante el que fue su primer herradero. El pasado miércoles, en una soleada mañana, el joven criador realizó una de las tareas fundamentales del campo bravo: herrar reses. 27 hembras y 22 machos del guarismo 7 (nacidos entre octubre de 2016 y julio de este año) pasaron por el mueco para que en su piel quedara inscrito de por vida el hierro de la ‘C’ y la ‘F’. Un grupo de amigos, mayorales, familia y el propio Pedro se encargaron de llevar a buen puerto la tarea, supervisada por la veterinaria Natividad Montoya. «Es el primer contacto directo con tus animales y eso siempre es especial», afirma. Además, representantes de varios ayuntamientos presenciaron este espectáculo ganadero y de paso ya pusieron su ojo en aquellos animales que el próximo verano lidiarán en sus calles y plazas.

A pesar del cambio de titularidad y propiedad en la ganadería, Pedro seguirá herrando sus productos con el hierro de Curro Fuentes, fundamentalmente, «para mantener la antigüedad de 28 años de la ganadería», algo clave para lidiar en plazas de envergadura. Ahora bien, comenta, «haré una selección de mi propio hierro con vacas propias, las que yo tiente más adelante y esas sí que se herrarán con una nueva marca, que todavía está por determinar». Aunque los actuales animales luzcan la ‘C’ y la ‘F’, pertenecen ya a la ganadería con el nombre de Pedro Miota y así se anunciarán en los carteles.

Una nueva vida. Lo que está claro es que el día a día de este joven majadeño ha cambiado, pues a sus ocupaciones habituales ha añadido las propias de criador de bravo. Esas que no se rigen por un horario determinado. «Llegas aquí sobre las siete de la mañana y algunos días incluso antes. Lo primero que hago es atender el ganado que está en la finca de Mariana, donde está lo que se va a lidiar, les echo de comer y de beber. Cojo el coche y me bajo a la dehesa Fuentes, donde descansan las madres, también les echo a ellas, reviso las porteras, veo que todo está bien y vuelvo a subir a Marina para entrenar... porque no hay que olvidar que este año tengo doble responsabilidad, como torero y como ganadero». No le falta razón, pues la temporada que viene habrá varios festejos en los que él mismo tenga que torear sus propios novillos. Gran reto.

Un día a día en el que la receta mágica del esfuerzo, el sacrificio y la constancia no puede perder ni un ingrediente. «Esto es muy difícil de llevar, o tienes mucha afición o es complicado de aguantar», comenta. «Hay muchos días que pierdes comunicación con tu familia, tu pareja, tus amigos... porque estás metido en el campo, en el toro, y no estás pendiente de nada más... empezando por la cobertura, que aquí muchas veces no llega», reconoce entre risas. Lo que está claro es que «a los animales no puedes fallarles».

Apoyado sobre una de las barreras de la coqueta plaza de tientas, Pedro mira al cielo con una mezcla de sensaciones que revolotean en su estómago como mariposas. Ilusión, optimismo, seguridad, confianza, responsabilidad... Unas metas por cumplir tan grandes como su tesón. Por delante, 70 vacas madre con el hierro de Marqués de Domecq y dos sementales más de la misma procedencia. Todo lo que tiene viene de ahí, «que es lo que embiste». Y ya se los imagina embistiendo... Ese toro que él sueña, como torero y como ganadero, primero en su plaza de tientas, «donde vendrán matadores a tentar», y después en la plaza, buscando el rédito económico, por supuesto, pero sobre todo artístico. Lo material, pero también lo romántico. Lo inmediato y lo eterno. Lo que es efímero y lo que perdura en la memoria. Pedro está convencido de que, tarde o temprano, «lo veremos».

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