La tarde giraba en torno a lo que es el muro de las lamentaciones del español por excelencia: el fútbol. Por esta razón, la gente tardó en aparecer por la explanada venteña, que anunciaba una novillada de María Cascón después del interés suscitado el pasado año, para una terna de toreros ya vistos por la afición madrileña en años anteriores. La entrada más pobre y extranjera de la temporada presenció una tarde de invalidez y lesiones por doquier, que vuelven a dejar en entredicho el rigor y la seriedad veterinaria y gubernativa de Madrid. Uno de los quistes más grandes que agravan las carencias de la mejor plaza del mundo. Para eso, que echen la llave y dejen de hundir en la miseria –más si cabe– la identidad y el sello de esta plaza. Nos dan pan y nos llaman tontos, pero seguimos comiendo. Gonzalo de Villa –el presidente del rabo a Ventura– volvía a ser protagonista en otro sainete del palco, negando la oreja del tercero tris a Fernando Flores y al no querer devolver el bis que le precedía tras partirse un pitón hasta que no lo vio en el suelo. Daniel Crespo no dijo nada ante su apático y vulnerable lote, mientras que Borja Álvarez se fue sin calificar tras la inoperancia de su lote por lesión e invalidez.
El único capaz de sacar destellos artísticos con ánimos de levantar la tarde fue Fernando Flores. La tarde vaticinaba un reloj que se acercaba a la media noche a medida que transcurría la tarde. Por toriles apareció Pistolito, un novillete acapachado y cerrado de cuerna que se lesionó la mano derecha, quedando inválido y siendo devuelto. En su lugar salió un tercero bis con el hierro de San Martín, feo, ensillado y suelto de salida, al que recibió genuflexo, bajando las manos y mostrándole los caminos. En el primer encuentro con el caballo se partió el pitón izquierdo desde la mazorca, lo que hizo que las protestas se enfatizaran cuando un presidente antitaurino como Gonzalo de Villa, no lo quiso cambiar hasta que entró por segunda vez para que se lo partiera del todo. Por si había dudas... Lamentable. Devuelto también. Apareció el tercero tris, correspondiente a la ganadería de Hato Blanco, tocado del pitón derecho y muy justo de fuerza cuando lo cantó de primeras en el capote, antes de entrar al jaco donde se le picó muy mal. A Flores se le vio muy expresivo, componiendo la figura en su intento por ligarle muletazos al animal. Ese inicio precedió a tres series de natrales tirando del toro, vaciando muchos de ellos por debajo de la pala del pitón y aguantando parones cargados de una intuida cogida que finalmente no refrendó. La última tanda de esta larga faena vino con una última serie a diestras, donde primó la verticalidad y la quietud, antes de tirarse a matar en todo lo alto dejando una estocada de acción fulminante, para dar una vuelta al ruedo a posteriori, tras la negación del trofeo.
El sexto y definitivo fue un animal muy blando de manos, como la mayoría de sus hermanos, al que supo sacarle pasajes sueltos reflejados en naturales que venían citados e incitados con los vuelos de la pañosa. Un par de series ligadas con la derecha sin dejarlo pensar y un final de manoletinas dándole el medio pecho, fue lo último que pudo decir en su tarde el de Salvatierra de los Barros, que acabó fallando con los aceros y saludando una ovación final de reconocimiento.
Volvía Daniel Crespo a Madrid tras su doble comparecencia el pasado año. Se topó de entrada con un utrero fino que salió suelto y husmeando las tablas. En el percal empezó a dirimir su condición perdiendo las manos tan pronto. Entró al caballo con la cara arriba, corrigiendo ese defecto de segundas al querer emplearse pero saliendo sin fuerza blandeando y quedándose inválido. Pañuelo verde y Florito, de nuevo, a trabajar. El mayoral se tapaba la cara ante lo que se avecinaba, mientras por la manga de chiqueros apareció Jareño, de Encinagrande. Segundo bis, recogido y bajo pero alto de cruz. Buscó la salida y acabó siendo picado lamentablemente en la querencia por Francisco Javier Elena, que le reventó la paletilla izquierda. Le pudo robar dos tandas en las que el animal colaboró de manera ennoblecida y sin colocar la cara. El novillo, con movilidad en los primeros compases, se fue viniendo a menos sin que el novillero dijera nada con él. La estocada en dos tiempo, con voltereta incluida, le valió para saludar una discreta ovación forzada y que nadie le pidió. El quinto fue un animal muy bien hecho y en tipo del encaste. Se quitó la puya en el primer encuentro, volviendo al jaco con violencia. Alargó en demasía una faena en la que el animal repelió la fijeza y la transmisión, haciendo mudos los muletazos del gaditano.
Al que apenas se le pudo ver fue a Borja Álvarez. Sorteó en primer lugar un novillo astifino, bien hecho, bajo y ovacionado de salida. Muy en la línea Lisardo, manso en el caballo y esperando mucho a los peones en banderillas. Su mala suerte empezó a aparecer cuando el novillo se partió la mano en el primer muletazo de tanteo. El cuarto fue otro inválido que saltó al callejón del 9 y lo intentó de segundas sin suerte en el del 1. Se quedó mucho tiempo debajo del peto empujando con un sólo pitón, del que salió perdiendo las manos entre varas en varias ocasiones. Inválido. Muerto en vida. El animal se movió entre comillas sin ninguna clase en la muleta. Faena breve del alicantino, sin estructura y a base de trapazos.