Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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A ver los valientes
Opinión. La realidad paralela de los impostores

A ver los valientes

Darío Juárez

Que vayan haciendo una fila todos aquellos que se llenan la boca defendiendo la tauromaquia con pelos en la lengua y los bolsillos sin peros. A la palestra los impostores que han creado una realidad paralela en su chiringuito taurino, siendo a día de hoy una certeza de tal magnitud como de vergüenza interna. Y no digamos ya de cara al exterior... Los de las mentiras. Los de la anti integridad del toro. Los mercenarios que viven de aquellos en los que su reino no debe ser de este mundo, por las faltas de respeto hacia la afición y hacia el animal que entrega su vida y a su vez juega su papel en desventaja, por esa falta de ética profesional y de afición cuando ciertos casos asoman la cabeza.

Da igual la perspectiva. Ya sea por el afeitado. Por presentar una corrida indecente en una plaza de primera y cobrar lo mismo que la mejor presentada de la feria. Por casos destapados –y los que quedan por destapar– de fraude a la hacienda pública, cuando me están pidiendo 50 euros en una plaza de tercera con una figura delante de un novillo sin defensas. Por exigir honorarios desorbitados que revientan el equilibrio financiero de una empresa que traga con ello por salvar su feria de la mejor manera posible. Por el cambio de cromos con los Juanes Palomos de los despachos. Por las injusticias hacia los novilleros que ven un pitón de guindas a brevas por causa de los altos costes de producción de los festejos, ya que el establishment taurino no se baja del burro con sus peticiones. Por las ratas de cloacas que sólo buscan el interés personal sin querer darse cuenta de lo que representan en cuanto a historia y patrimonio de una cultura ancestral como centenaria. Y por tantos otros que entre vicisitudes y mala fe quieren poner y están poniendo a la Fiesta en tiempos del cólera a los pies de los caballos de la crítica más aguda.

Todavía se irán de esto y extrañarán un reconocimiento póstumo de unanimidad entre los aficionados. Quizás sea tarde y no quede más remedio que seguir con tu vida contando dinero, entrevistas e indultos. La seriedad dejará de imperar como respeto –como ya está ocurriendo– y será entonces cuando saquen pecho por sus acciones desinteresadas por causas benéficas o de otra índole, pero jamás en beneficio de una Fiesta leal, íntegra, transparente y de todos. Sólo de su mecenazgo marketiniano y financiero en el que un día se sumergieron por decisión propia, levantaron cabeza y hoy la agachan cuando los llaman a formar. Sólo cabría pedirles lo mismo para reaccionar ante tal desencanto. Que miren los aforos de las plazas y la demanda real de un espectáculo más puro y sin aduanas que priven al que paga de sentirse satisfecho por haber pasado por taquilla.

Mientras que esto no se remedie, me quedo con una frase de Victorino padre que hizo eco en mí para siempre: «Los que dicen que quieren al toro como a su madre… ¡cómo querrán a su madre! Pobre madre».

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