Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Un riojano de Sevilla
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Crónica Sevilla. 6ª de la Feria de Abril

Un riojano de Sevilla

Luis Miguel Parrado

Quién nos iba a decir hace unos años que Diego Urdiales, de Arnedo, La Rioja, iba a estar acartelado en un cartel junto al torero sevillano preferido de su afición y con el consentido de La Maestranza. Y quién vaticinaría que lo más destacado de la tarde iba a correr de su cuenta. Pues así ha sido. La paciencia de Diego durante todos estos años, la verdadera resistencia, dio sus frutos y por fin lo trataron con categoría.

Él respondió con una faena de preciosos detalles, sin duda lo mejor de la tarde, plena de torería, sabor y despaciosidad, donde hubo momentos que toreó tan lento que parecía estar haciéndolo de salón. Siempre asentado, sin prisas, con uno de Juan Pedro noble, ideal para plaza de segunda pero sin fuelle ni importancia en su embestida como para que se la dieran en Sevilla, Diego, que ya con el capote había dibujado un buen recibo  por verónicas y otra en el quite por el pitón izquierdo de esas que se recuerdan, lo hizo todo con sabor, y de no haber matado muy caído le habrían pedido la oreja. Con todo dio la vuelta al ruedo. Por cierto, la música ni sonó, pero no creo equivocarme que si lo hecho por este riojano, que torea como el mejor sevillano, llega a salir de las muñecas de alguno de sus dos compañeros, la banda hubiera sido capaz de arrancarse por Suspiros de España. Cuando salió el quinto la tarde iba cuesta abajo y sin frenos. Fue este un toro sin clase ni ritmo, que nunca rompió a embestir y fue potenciando defectos conforme la lidia avanzaba. Así que no dio mayores opciones a Urdiales que estar asentado y por encima.

Para entonces Morante de la Puebla ya había liquidado su segunda comparecencia en la feria y, de paso, a un lote infumable. Y mira que la gente estaba hoy fácil, aplaudiendo a la mínima, incluso a picadores que no picaban, a banderilleros que clavaban caído y todo, supongo, llevados por la euforia de querer ver lo que no se veía. Fe se llama eso, la misma que fueron perdiendo a lo largo de la tarde, iniciada con un bello colorado que empezó a reservonear ya de capote y que luego duró un suspiro antes de desengañarse. Estuvo el de La Puebla mucho tiempo delante del cuarto, que embistió picando por dentro y sin clase. Le fue José Antonio cambiando terrenos y sacándole muletazos por ambos pitones, como intentando justificarse. Y, la verdad, no sé si prefiero al Morante que con este tipo de toros tiraba por la calle de en medio.

Para José María Manzanares era su tercera y última comparecencia en el ciclo abrileño. No hubo nada nuevo bajo el sol con respecto a otros días. Pasó sin apreturas al noble, descastado y soso tercero, que se afligía en cuanto le apretaban un mínimo, y pasó sin brillo ante el sexto, el mejor de la tarde. Curiosamente la gente jaleó, sobre todo al principio, una faena de muletazos de escaso ajuste, donde abría y cerraba las embestidas sin el pulso necesario para que el animal hubiera roto a bueno. Así que aquello fue viniendo a menos entre tiempos muertos y muletazos de abajo arriba.

Y, por último, una reflexión en voz alta que seguro creará polémica. No seré yo quien defienda a Juan Pedro Domecq Morenés por lo de hoy. Pero mientras veía salir por chiqueros esa retahíla de toros contrahechos de bonitos que eran y que luego tornaban en semovientes pensaba en lo difícil que debe ser ganadero cuando eliges la opción de las figuras. El actual Juan Pedro creó Parladé, que fue una vacada brava de verdad, y de hecho pienso que ese es el tipo de toro que él quería criar. Cuando heredó la divisa paterna supongo que tuvo que elegir entre el animal remontado de casta o seguir lidiando 20 corridas cada año –tiene que ser la leche tener que manejar y sobre todo vender 130 toros– con los condicionamientos de comportamiento que piden las figuras, que de esa forma exigen la tuya en las ferias y te permiten pedir un dinero y alcanzar una categoría que de otra manera sería imposible. Pensadlo, aunque sólo sea durante un minuto.

 

  • Sevilla. Real Maestranza de Caballería. 6ª de la Feria de Abril. Lleno de «No hay billetes» en tarde espléndida. Se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq, el 4º como sobrero, de preciosas hechuras y paupérrimo juego por su falta de raza y fondo. Si acaso destacó el 6º, pero tampoco se le acabó de ver. Pesos: 532, 529, 549, 578 (devuelto), 531, 559 y 568 kilos.
  • Morante de la Puebla (azul rey y oro): Silencio y ovación con saludos tras aviso.
  • Diego Urdiales (gris plomo y oro): Vuelta al ruedo y silencio tras aviso.
  • José María Manzanares (azul noche y oro): Silencio y ovación con saludos.
  • Saludaron en banderillas Víctor Hugo Saugar, Suso y Daniel Duarte, que también destacó bregando, al igual que José Antonio Carretero. Brillante tercio de varas de Pedro Morales ‘Chocolate’ al sexto.

 

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