Por el piton derecho
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El peso de la púrpura de la afición del Baratillo
Opinión. Puerta del Príncipe de Pablo Aguado

El peso de la púrpura de la afición del Baratillo

Darío Juárez

Y no era de noche. Triana es exquisita y no suele cenar con el pan de cada día. Dicen que es sabia. Que siempre esperó latente y con los espejos del Guadalquivir como machacas la posible venía’ de La Madrugá, que dejaría la estela del Rosellón perdido por su patria en la Guerra de los 30 años.

Un territorio que parecía no dejar bandera. 30 más otros diez duró la de Curro y eso sí que fue batalla. Agradeciendo la absorta lejanía en tales y odiosas comparaciones, Morante quebró la balanza y cogió el testigo. Hasta este viernes, el testamento de José Antonio seguía en blanco. El de la Puebla venía sosteniendo el cáliz de torero por excelencia de Sevilla, sin encontrar a nadie a quién invitarle a beber y dejar así el peso de la púrpura de la afición del Baratillo. Y, por fin, lo encontró.

Bendita fuera la voluntad del bolsillo de aquel galán que, por el afán de llenar Instagram con munición de postureo de Feria, haya sucumbido a comprarse una americana –que no se volverá a poner hasta Nochevieja– sólo por ver a Pablo Aguado hacer el toreo eterno; el clásico, el puro, el más difícil y, a la vez, el único que es innato.

El clamor era un acontecimiento sinigual. Los gritos desacomplejados de una parroquia enfervorecida y rota de emoción con el toreo del joven sevillano fueron el azahar que, en tiempos de barbecho del toreo clásico por excelencia, no crecía por los patios maestrantes. Pablo Aguado lo hizo brotar como mana la fuente de los genios. Había reventado la tarde, la Feria y el corazón de la afición.

Todo sobraba o no era bastante. Cuatro orejas, aunque daba igual lo que diera la suma. El arte se había convertido en duermevela de una feria repleta de sucesos importantes que no atendían a un claro benefactor, sino a la suma de varios acontecimientos que habían estado alimentando este ciclo continuado del Abril –o mayo– sevillano. La sangre circulaba por la izquierda a súbitas velocidades cuando aquel viernes, 10 de mayo de 2019, Pablo Aguado sublimó el toreo en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

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