La corrida del curso pasado de la ganadera Cristina Moratiel creó la expectación de ver a los ibanes este año. Fuera de San Isidro, al final de Arte y Cultura… No era el sitio. Que luego no resultara su juego el esperado no quiere decir que cuanto menos un mejor trato hubiera sido lo justo. No cumplieron las expectativas. En absoluto. Salieron calientes, bonitos de hechuras, de pitones astifinos, y cumplieron en el caballo. Los varilargueros se lo tomaron en ocasiones como algo personal y se les pegó en exceso. El frío de la tarde fue haciendo mella en los toros de Baltasar Ibán, y en el público, por supuesto. A rescatar el buen pitón izquierdo del tercero y el diestro del cuarto. Una vez más, las lecturas y actitudes son distintas.
Diego Urdiales sorteó el peor lote del encierro. Por mucha actitud que puso resultó imposible. El primero echó la cara arriba, primero en el peto y luego en la muleta. En los terrenos del tendido 1 buscó el cobijo del viento pero ni con Eolo quieto hubiera sido productivo. Urdiales galleó por chicuelinas para llevar al cuarto al caballo, hecho que molestó notablemente porque el público quería verlo en plenitud arrancarse. Bautista dio, en el quite, las mejores chicuelinas de la tarde. Que por otra parte si cada vez que hacen chicuelinas en una plaza dieran un euro, íbamos todos gratis a los toros. Resultó una faena tediosa por las nulas opciones del toro. Si Urdiales hubiese abreviado el público se lo hubiera agradecido más que sus largos intentos por conseguir algo provechoso.
Juan Bautista, que ya cortó una oreja en San Isidro, es hombre de Ferias cortas. Entiéndase que o bien en Otoño o bien en la antigua Feria del Aniversario son las fechas de sus puertas grandes. El toro titular se partió un pitón y el diestro francés molestó al sobrero de El Montecillo. Un toro bien lidiado por Curro Robles. Toro de embestida rebrincada que no permitió el lucimiento. Bautista no anduvo rápido con los aceros. Brindó el quinto a Eloy Cavazos. Un toro con más opciones como reflejaron los aplausos que recibió en el arrastre. No se acopló con él, tampoco acertó con las teclas que hubiera hecho sonar la melodía del triunfo.
David Mora saludó por verónicas al tercer ibán, que se arrancó en largo al caballo para deleite del público. Gaoneras para el quite y brindis al público. Las tandas fueron equitativas. Cuatro por el izquierdo y cuatro por el derecho, quizás al natural hubiera sido la clave. Un buen pitón izquierdo que guardaba el primero de su lote. Un toro que murió en el centro del ruedo y escuchó una ovación el arrastre. Desordenada lidia del sexto, el sumun en varas. El toro embistió con la cara arriba, no pasaba, aplomado, agarrado al piso, que dirían los mexicanos, y David Mora, a Dios gracias, optó por abreviar. Abreviar o no abreviar. Esa es la cuestión. Cuando la gente está deseando que termine la corrida, malo. Muy malo. Como el espectáculo de hoy. Mañana rejones. Que hay que terminar bien el “mes”.