El toreo, tan parecido a la vida, tiene las mismas paradojas que ésta. Os digo una: si no hace mucho tiempo un vidente nos cuenta que Bilbao iba a tener las paupérrimas entradas de público que está teniendo (hoy ni tres cuartos con dos figurones en el cartel) y que Luis David Adame iba a ser ‘torero de Bilbao’, nadie lo habría creído y el futurólogo en cuestión hubiera sido tachado de majara. A estas horas lo estaríamos buscando debajo de las piedras para que nos leyera el futuro.
Porque, ahí estaba Bilbao, rugiendo con Luis David de una manera que sólo ha hecho con sus consentidos. La verdad es que, un día más, el mediano de los Adame tuvo esa varita mágica en el sorteo y se llevó los dos ejemplares de más clase del encierro. Él venía a reivindicarse y recibió a su primero con una larga cambiada y después comenzó con cambiados en los medios una labor donde hubo voluntad de principio a fin, pero también menos distancia de la que pedía un animal que, sobre todo por el izquierdo, tenía usía al embestir. Sin embargo lo que más llegaba a los tendidos eran los momentos en los que echaba mano del toreo cara a la galería. Un estoconazo recibiendo le puso una oreja en bandeja, la primera de las que iba a conseguir.
La otra llegó tras volver a reventar con un nuevo estocadón recibiendo al que cerró tarde, cuatreño que había sido muy protestado de principio por su falta de fuerzas. Como esto es para listos, Luis David, en pleno arrecie de las protestas, le hizo un quite por zapopinas que tornó las lanzas en cañas. Me llamaba la atención cómo la afición bilbaína jaleaba esos lances veloces como si fueran de Manzanares padre toreando por Chicuelo. Y hablando de José Mari el viejo, no quiero ni pensar lo que el maestro de Alicante le habría liado a este sexto, que fue un prodigio de clase, sobre todo por su pitón izquierdo, que era puro almíbar. Con él Luis David alcanzó su cima, porque sinceramente no creo que pueda torear mejor que como lo hizo con este Pinturero. Esta es su mejor versión y sobre todo al natural se gustó y encantó a una plaza de Bilbao entregada a este torero. Más todavía después de una estocada fulminante tras la que le pidieron con fuerza la segunda oreja. Matías, que por fin recordó al Matías que puso Bilbao en el lugar que nunca debió perder, se la negó, y el torero dio dos vueltas al ruedo en olor de multitud.
Otra oreja, de mucho peso, consiguió El Juli del encastado y exigente quinto. Un toro castaño que se quiso remontar durante toda la lidia y, por supuesto, cuando llegó a la muleta. Pero tuvo enfrente a un portento de técnica, poder y sabiduría, que en la primera tanda ya lo sometió y en la segunda hasta se permitió el lujo de gustarse. Podido el toro, empezó a perder bríos, y hasta quiso distraerse al final de algunos muletazos, que eran dominadores, con un manejo magistral de las alturas, y sin dejarse tocar el engaño. Así se hizo completamente con él, desbravando su temperamento inicial hasta dejarlo hecho una malva que embestía por abajo y con el que se pegó el lujo de una tanda final por el derecho que fue puro regusto. Su primero había sido muy simplón, nunca fue para delante y si le apretaban se ponía incómodo haciendo hilo con los vuelos, así que Julián anduvo correcto y pare usted de contar, porque un toro así le sirve para bien poco a un torero como él.
Harina de otro costal hubiera sido si El Juli coge por banda al primer toro de Ponce. Encastado, sus terrenos eran el tercio y su pitón el derecho, y ahí, de principio, rompió a embestir metiendo la cara con humillada codicia, sobre todo cuando el matador le abría los caminos, porque cuando le quería hacer las cosas más cerca y en curva perdía ritmo. Toro con motor y lejos de la consigna de buscar cosas suaves para esta reaparición, que es la que parece estar dada a los veedores de Enrique, este fue elaborando su faena con mucha floritura y poca rotundidad. Fue interminable lo hecho al cuarto, un animal que había hecho cosas feas en banderillas pero que después tuvo muchos muletazos en los que humilló con buena condición, dejando a Ponce hacerle de todo, porque el trasteo tuvo mil registros y muchos planteamientos en uno. Tanto tiempo estuvo en la cara que le sonó un aviso cuando todavía estaba enredando al toro que, pasado de faena, se puso molesto para entrarle a matar. Vamos, que si no se trata de un torero con la solera de Ponce en Bilbao, Matías habría hecho sonar los tres avisos.
Luis David se ve privado de la puerta grande pese a una abrumadora petición de doble trofeo en el sexto. Balance de oreja en cada toro. Nueva lección de El Juli, que corta un trofeo y Ponce se atasca con los aceros. Notable corrida de Garcigrande. #AsteNagusiaenToros pic.twitter.com/SnKPhvys5O
— Toros (@toros) August 22, 2019