Paco Ureña tiene a Las Ventas de Madrid en el bolsillo. Más todavía: la tiene comiendo de la mano. No les faltarán argumentos de peso a aquellos que le cantan todo, y en la mayoría de ocasiones con razón. Si algo gusta en el coso capitalino es el toreo basado en la ortodoxia, la pureza y la verdad en cuanto a concepto y formas. Y de eso el murciano va sobrado. Además su temporada ha sido de órdago. Admite muy poca discusión. Lo que sí lo admite es cuando esa filia hacia un torero se convierte, por la ley de los vasos comunicantes, en la fobia –a veces injustificada– hacia otro. A Ureña hay que cantarle todas las verdades con las que se juega la vida día sí y día también; y más en una tarde como ésta en la que se las vio con tres de muy distinta condición, cada uno de su padre y de su madre. Pero ojo, eso no debe ser pretexto –jamás– para querer echar por tierra lo dispuesto, y encima si es bueno, del otro torero anunciado. Perera se presentó en el mano a mano sabiendo que una parte importante de la afición no iba a estar con él. No le importó, quería ganárselos. Y lo quería hacer poniendo en liza un plus distinto a lo que acostumbra. Él sabrá por qué, pero denotó tener el orgullo personal tocado. Casi lo consigue. Casi tumba la ley de los vasos comunicantes, pero el fallo estrepitoso con la espada tiró por tierra el capítulo más interesante de la tarde.
Ese fue el quinto. El zapatito y acochinado Portugués se movió en los primeros tercios como si viniera de correr tres maratones seguidas. No podía ni con su alma. De hecho, escuchó palmas de tango, pero al no doblar, el también pobre de cara siguió en el ruedo. Y habrá que dar las gracias, porque a la postre fue el mejor de todos los que se lidiaron. Y con amplísima diferencia. Nos engañó (al menos a mí, sí). Miguel Ángel Perera apostó con él desde el primer momento, dando una distancia sideral en los cites, y es que el pupilo de Cuvillo se arrancó en las tres primeras tandas de largo, con prontitud, codicia, repetición y calidad en su embestida. ¡Un animal resucitado! Ese material fue un bombón de chocolate en la muleta del extremeño, que administró a la perfección y con una claridad de ideas más que notable. Con este gordito con calidad (Me recordó a Ronaldo el del Madrid) navegó bien por ambos pitones, con largura y templanza en su muleteo, exprimiendo por abajo con profusión. Abrochó su obra con ajustadas bernadinas antes de tirar el premio por la borda, que podría haber sido doble, debido al muy mal empleo de la tizona. Los terrenos escogidos para estoquear, seguramente, no fueron los más idóneos. Un feo fallo con la espada que, sin embargo, no le impidió dar la vuelta al ruedo.
Ahora bien, mira cómo es esto, que a mí me gustó más con su primero. El tercio de varas con ese Lingotazo de Juan Pedro fue un chiste sin gracia ninguna, y es que no puedo ser más testimonial. Sin picar, el justito animal llegó con cierta viveza a la muleta de Perera. Más entonada que nunca, se la presentó casi en exclusiva con la mano izquierda. Por ese flanco dibujó una ristra de naturales de poco peso arriba debido a la noblona y suavona condición de su oponente, y es que sin casta lo dispuesto no terminó de llegar. Pero no por él. Cierto es que pudo faltar pulcritud en los muletazos, pues en gran medida la tela fue punteada. Eso sí, al César lo que es del César. Y digo que me gustó más porque en éste su toreo al natural fue el más ceñido que se le recuerda en mucho tiempo, merced a un ajuste loable. Ese mismo toreo, en otro torero, hubiera sido cantando exponencialmente mucho más. Pero era el que abría tarde, y la ley de los vasos comunicantes no dejó ver lo muy bien que se había presentado Perera en la tarde.
Luego se las vio con un imposible, Soleares, con el que se dobló con gusto con la capa. Tuvo su pellizco, como el galleo para llevarlo a la jurisdicción del varilarguero, que picó lo justo y menos todavía. Con él se lucieron los miembros de su cuadrilla, sobre todo José Chacón en la lidia. Todo lo bueno que apuntaba el capítulo quedó en agua de borrajas cuando el coleta tomó la pañosa. El victoriano se afligió repentina y estrepitosamente. Perera porfió por ambos lados, pero vio que resultaba imposible por el derecho y casi eso por el izquierdo. Faltaron toneladas de boyantía y casta en un animal mortecino con el que no debería haber alargado.
Paco Ureña, por su parte, abrió tarde con Ricardito, que en los primeros tercios anduvo a todo menos a lo que tenía que estar, sin fijarse en ningún instante. Dividió el brindis entre Javier Cortés y la afición de Madrid, que le tributó una ovación atronadora. Todo quedó en pinceladas sueltas pero muy valiosas, y es que el blandito cuvillo andaba muy justo de fuerza, y más tras un desplome inicial que le sentó como un tiro. Eso le hizo no terminar de entregarse con rotundidad en la instrumentación, en la que el murciano puso en liza, como siempre, la ortodoxia en la colocación y las formas. El animal tuvo cierta calidad, pero faltó empuje en su acometividad por la falta de casta. Notable en el toreo por ambos lados, por aplomado y encajado. Hubo pases de pecho mirando al tendido extraordinarios. Ese concepto, el cariño del público y un buen espadazo le valieron para sumar la única oreja de la tarde.
Con el jabonero Indispuesto que hizo cuarto no terminó de hallar la comunión necesaria para llegar arriba. El juampedro, por momentos gazapón y por otros protestón, fue un animal con el que Ureña no se confió en ningún momento, y todo fueron probaturas para nada y muletazos sueltos a media altura y a ninguna parte. Capítulo en balde, eso sí, admitido con infinito respeto y paciencia por parte del público capitalino. El Desgarbado sexto vio el pañuelo verde y en su lugar salió un sobrero de José Vázquez, Mañanero, enmorrillado y con poco cuello. Tras mansear en los primeros tercios y salir suelto tras cada lance, el animal se quedó en la muleta de Ureña para lanzar hachazos a la defensiva. Fue un imposible. El mansurrón no lo quiso ver más allá de las rayas por más que lo intentó el lorquino y así, al cobijo de las tablas, tragando paquete, fue un querer y no poder.
Cartel de "No hay billetes" en el mano a mano entre Perera y Ureña. Tarde de rivalidad y buen toreo, en la que el murciano corta la única oreja al segundo y el extremeño malogra con la espada una gran faena al quinto, ambos con el hierro de Cuvillo.#FeriadeOtoñoenToros pic.twitter.com/9UUcGnSLbF
— Toros (@toros) September 29, 2019