En tarde lluviosa y fría, ante una mala entrada, se lidió un encierro parchado, conformado por cinco astados de Los Encinos (1º al 5º) y uno de Julio Delgado (6º), quedando a deber en su mayoría en cuanto a presencia, de juego variado y de poco lucimiento para los matadores a caballo. El palco de autoridad, comandado por Jorge Ramos, estuvo un poco menos exagerado que otras ocasiones. Al final cada rejoneador cortó una oreja en un mano a mano del que seguramente será poco lo que habrá de recordarse.