Las gargantas que le cantaron a Juan Ortega su triunfo de ayer en Jaén, aún estaban de resaca torera cuando despertaron. Por el parque de la Alameda de Adolfo Suárez volaban charranes con intención de pasar por vicaría y hurtar los resquicios de pureza que todavía se arrinconan por el graderío del Coso de la Alameda desde la noche de ayer. Lo de hoy era diferente. Tras la matinal de rejones, San Lucas se cerraba con un mano a mano de categoría en el que los mimbres de dos toreros que lucen en el candelero desde hace un par de años, se ponían sobre el tapete de la última de feria copando protagonismo con tres divisas diferentes: La Quinta, Juan Pedro Domecq y Núñez del Cuvillo –por orden de antigüedad–. El resultado, un número abultado de trofeos, con dos toros de alta nota que ninguno de los contendientes terminaron de cuajar ni matar.
Que no por orden de interés, pues Daniel Luque quiso que fuera la divisa tricolor de Cuvillo la que abriera el festejo. El elegido se llamaba Pocaropa. Fue este toro n°42, bajo, cornidelantero, generoso de cuna y de lomo casi recto, el que quiso poner cara la tarde con su bravura, entrega, fondo de casta y una calidad sin improperios. Que no se le picara -como a su hermano sexto- y no se le viera en el caballo, pese a lo bien que echó el palo Juan de Dios Quinta, desde luego que no fue culpa suya. Pronto le cantó la boyantía a su matador.
La figura erguida de Luque toreaba de recibo acompasando a la verónica con música clásica la vibrante humillación del animal y la colocación de la cara desde el embroque hasta el final del capotazo. La media al ralentí y el remate a una mano. Un día más, olía a suceso. Al toro, como digo, le habían dejado inédito en el jaco, pero el tranco con el que llegó a los estatutarios del de Gerena, terminó de disipar cualquier duda que flotara sobre La Alameda cuando se rebosó comiéndose los vuelos del desdén y la ristra de trincherillas con las que cerró el prólogo. Pocaropa parecía una dinamo que hacia funcionar su propio fondo de casta. Los derechazos encajados de las dos primeras series, profusos de suavidad y ligazón, hacían rugir a Jaén y sonar a la banda. Por naturales lo quiso llevar largo, al hilo del pitón, para terminar dejándole media muleta muerta y terminar de templar esa embestida que pedía enteros para estar bien con ella, aún sin comerse a nadie. Las luquesinas, el aperitivo; los ayudados por alto de cierre, una filloa de canela torera que dejaba todo en manos de la suerte suprema. Por desgracia sólo quedó en suerte. Luque marraba con los aceros una obra de suma importancia que no llegó a redondear.
A menos iría la condición del toro de La Quinta que sorteó en tercer lugar. Un cárdeno acapachado y engatilladito que se arrancó como un resorte al equino. Sin hacer pelea, Antonio Chacón con pulcritud y mesura lo lidió entre algodones para terminar por cerrarlo a una mano con detalles de torero de oro. Dos tandas a su altura lo llevó cosido Luque por el derecho. Con el paño en la zocata, el santacoloma salía del final del muñecazo muy deslucido y sin interés por aquello. Tras la estocada, la oreja.
Dos orejas se llevó del manso Juan Pedro que hizo quinto, al que saludó de rodillas y que, sin hacer mala pelea en el caballo, finalmente acabaría rajado buscando descaradamente el refugio de las tablas. Una faena compuesta de derechazos tapándole la salida al animal por su pasión por la querencia y otros tantos naturales, de nuevo al hilo del pitón, que tras un desarme reestructuró limpiándolos por debajo de la pala. Ya en los terrenos del manso, Luque se encimó con él para robarle muletazos sueltos, poniendo la guinda con una soberana estocada que le daba el triunfo, creo que excesivo, de las dos orejas.
El yang del ying de la tarde era Emilio de Justo. Vestido con un tacazo de vestido en azul rey y cargado de oro –el grana y azabache de Luque tampoco se quedó atrás– quiso abrirla con el de Juan Pedro caído en desgracia y no en suerte. Una birria de animal inválido, manso, que empezó reservón en los primeros tercios y acabó por echarse antes de sentir el frío de la tizona. Resarcido, sin embargo, se sintió Emilio con el cuarto de La Quinta. Un toro recogido que cantó su buen fantástico pitón derecho en el saludo de capa con el que el extremeño se desquitó por verónicas de compás muy abierto, desembocando la media en la cadera que terminó por despachar en la boca de riego. Se durmió en el peto sin hacer pelea, guardándose ese hálito para acompañar la torería de Emilio cuando éste le propuso el prólogo de obra entre trincherazos, trincherillas y pases de la firma. Un trío de series a diestras cubrían de gloria a ese binomio entre toro y torero que iba a más. Los naturales versificaban a Joselito –el de La Guindalera– por momentos. Cerró enfrontilado y a pies juntos por el mismo palo, antes de dejar un pinchazo y una estocada sin alivio ninguno que valía de pasaporte para desorejar a Hocinero.
Cuvillo abría y cerraba la tarde. Pocaropa ya había puesto el listón del fondo de casta más allá de las nubes, en comparación a la dulzura y la sedosa embestida del santacolomeño cuarto. Pero quedaba Tristón. Un sexto que no se picó, que quiso coger al caballo por los pechos para derribarlo a continuación, y terminar por inferir una cornada al equino en el bajo cuello. Tarde de Chacones, pues sería José en este caso el que saludara tras parear. Un peón que se le cae la torería hasta para desmonterarse.
Sin mediar palabra ni probatura alguna, se puso De Justo a torear templado, con gusto y trayéndose a la faja al cuvillo que repetía como un resorte. Tres fueron esas series las que le dio por el derecho, dos más por naturales limpios y bien concatenados, siendo inteligente en la última cuando se quiso cruzar de pitón a pitón y le dio ese tiempito entre cada cite. Esta vez, un gran matador de toros como lo es el extremeño, se encasquilló con los aceros en repetidas ocasiones. Aunque, más allá de la espada y al igual que la faena de Luque al 1º, a esta faena también le faltó ese algo que no teminó de cerrar el círculo de la rotundidad.
Daniel Luque corta tres orejas y Emilio de Justo dos, en un mano a mano con variedad en los toros y desigual manejo de los aceros. Gran toro de Cuvillo en primer lugar. pic.twitter.com/BuSIZol7Lz
— Toros (@toros) October 18, 2020