El calor sofocante propio de una tarde de primeros de mayo no consiguió ahogar el ambiente y las ganas de toros que presidían una tarde más los tendidos y graderíos de la señora del sur. Y en el cuarto reventó la feria. Adiós a esa angustia tan pesada de ver apéndices y despojos sin trascendencia. Un sobrero y una historia magnífica que contar. Una faena se enfrascó en el trasteo fundamental, ese que trasciende más allá de trofeos y apéndices. Todo en la importancia de torear con mayúsculas. José Antonio dejó constantes fogonazos de toreo caro, en series rotundísimas por ambos pitones. Lo mejor de toda esta barbaridad fue que le pudo en todo momento a un toro bravo de verdad y que la profundidad en el trazo nunca desapareció. Un cambio de mano terminó de resquebrajar al público para darle rienda suelta a una emoción maravillosa. Ballestero de Garcigrande fue un animal extraordinario, con un motor tremendo y una clase excepcional que contribuyó a que Morante pusiera orden en esta plaza sin norte. Hacer la faena de la feria y pasar de una bronca a dos orejas como la catedral de esta ciudad de grande. Qué torero.
Desde que Trujillo lidió el toro en el tercio de varas, aquello tornó al color negro de la calle de en medio, que fue la que a posteriori cogió Morante con el segundo. Nos volvimos a dar de bruces con las broncas toreras a Jose Antonio.
Manuel Perera se hizo matador de toros con un marrajo de cuidado. Barbacana, con el número 46, fue todo lo contrario a lo que cualquier matador recién alternativado sueña. Peligroso, correoso y con mucho sentido cuando llegaba al embroque de Manuel. Hubo varios sustos ya que veía muy fácil el cuerpo del torero. Ovación con saludos. Cerró la tarde con el precioso sexto, con el que apostó por un inicio en los medios, pero todo se diluyó en una faena venida a menos.
Para el tercer capítulo saltó al ruedo un burraco precioso, bajo y con la cara recogida que tardeó en el capote de un Juli que se lo inventó. La métrica la puso él, los tiempos de la faena los manejó él. Todo lo hizo él. Una labor de ingeniero del más alto nivel posible. Pulseó y dejó la muleta puesta con una paciencia soberbia. Maravillosa lección de autoridad de quien aún sigue teniendo el cetro del toreo. El presidente esta vez fue cicatero y tuvo que saludar una ovación. No hubo nada que contar en el pésimo quinto, que no tuvo vida en una muleta que da vida a los toros. Julián abrevió con razón para hacerlo.