Un coche de caballos esperaba a Morante a las puertas del Wellington para poner rumbo hacia la Monumental con la que soñó pero no pudo ver levantada Gallito. Pasar desapercibido bajando Manuel Becerra entre semáforos y coches no iba a ser posible en en una tarde histórica escrita para un Juli que le rompía la sevillanía a ese cartel que cerraba Aguado y los esquemas a Madrid, a base de entrega, pulso, temple y una técnica prodigiosamente depurada que hizo añicos las palmas de las veintidós mil almas que asistían atónitos a tal escandaloso suceso. La espada se llevó la gloria de la Puerta Grande, con la que puede seguir soñando Julián después de poner boca abajo a la Monumental. Cómo no iba a llorar si acababa de pinchar la obra más importante de su carrera en Madrid...
Qué más da; nos tenía a su merced. Tenía que haber salido a hombros porque había puesto el toreo patas arriba en cinco minutos con un toro que todo el mundo dejó de ver cuando le radiografió por primera vez queriéndosele venir. Pero ya daba igual. El Juli acababa de reventar Madrid. Las orejas se fueron con las mulas, pero la memoria jamás negará un sitio justo y catedralicio para la tarde histórica y de figurón del toreo que echó Julián en la Monumental de Las Ventas con dos toros de La Quinta.
Le chorraba el temple por el oro del vestido cuando se abrió por verónicas de manos bajas con el 2°, al que fue pasando por el pitón izquierdo en las dos primeras series que engarzó llevándolo a su altura, aprovechando las inercias y acompañando con música el ritmo que el cárdeno le regalaba. El fuego ya estaba a mechero, el toro se venía a los vuelos pero había que apretarlo a ver qué pasaba. Y pasó. Y el animal respondió sin un enganchón. Y allí mismo, casi en el centro de ruedo, se cambió la muleta por la espalda para engarzar un natural eterno que mañana será pronto para que haya terminado. Y la estocada enterrada tras el saltito. Y un orejón como la catedral de la Almudena que pudieron y/o debieron ser dos.
Hacia el jaco de Barroso, el único picador digno de mención en esta tarde, se dirigió el 5° de La Quinta a pelear debajo del estribo. El toro se abría por el izquierdo y el Juli se lo vio pronto cuando, sin titubeos, se la echó a la zurda. No lo había pasado dos veces por esa orilla cuando el cárdeno le disparó la primera mirada de las dos que hicieron que Madrid masticase otro runrún de decepción. El toro transmitía por su peligro que ya había firmado en el par de coladas y por su fondo de casta. El madrileño lo fue consintiendo ganándole un pasito y metiéndose entre los pitones para robarle tandas templadísimas de naturales que se citaban donde caían las babas del conradi. El vuelo de la muleta, siempre por debajo de la pala, obedecía el mando de una muñeca que alargaba la embestida hasta aquellos confines eternos que hicieron erupcionar a un Madrid volcanizado con la tarde de un torero que nunca hizo suyo, pero que hoy, 11 de mayo de 2022, lo hubiese llevado a hombros hasta la puerta del hotel de haberle metido la espada. Porque había que tirarse encima, pero el Juli no lo hizo. Pinchó arriba y el lamento se hizo eco. Las lágrimas del madrileño evidenciaban el cúmulo de sensaciones que fue almacenando cuando recogía aquella atronadora ovación camino del burladero. Una pena, sin duda, porque todo estaba escrito para una tarde incontestable de figurón del toreo.
Morante volvía a Madrid cinco sanisidros después para chocarse de bruces contra un lote que no sirvió y al que defenestró su cuadrilla. Al primero , Aurelio Cruz le partía el espinazo con tres varas traseras y barreneras que tuvieron que sacar los colores al matarife cuando le vio entrar por la puerta del desolladero. El indigno presidente, Gonzalo de Villa Parro, no quiso devolver al inválido 4° con el que Morante pasó y compartió fatigas con Lili, tras estar a punto de calarle en la salida del primer par al sobaquillo que no fue. Ahí no había nada que hacer.
Muy fuera de la tarde y de la escena se mostró un dubitativo Pablo Aguado, que no quiso fajarse con un tercer toro que se dejó porque se movió, aprovechando las inercias cuando el animal se salía de la muleta para ligar el siguiente con el pico y retrasando la pierna en demasía. Más fuera, y con el suceso de Juli en carne viva, se le vería con el buen sexto con el que ya le pesaba la tarde.
Madrid, cuarta de feria. Inmenso El Juli, cuajando a placer al excelente segundo toro de La Quinta y enloqueciendo a los tendidos con una soberbia lección en el quinto. La espada le cierra la puerta grande. pic.twitter.com/3KUtd8WGeq
— Toros (@toros) May 11, 2022