Tras el cortocircuito que trajo consigo la tormenta, vino la calma. Pues se hacía muy difícil que el héroe mermado volviera a pisar Vista Alegre. Roca Rey rendía Bilbao y hoy cedía la vacante a un Talavante que llegaba diez minutos tarde desde Badajoz. Un retraso anunciado por la megafonía de una plaza que no perdió galanura en los tendidos ante la ausencia del tsunami peruano, además de demostrar memoria de buenos aficionados cuando se acordaron de sacar a saludar a Ureña tras el paseíllo por las cuatro orejas de su gran tarde de 2019 en el recuerdo. Tarde desde la cual el murciano no ha vuelto a emocionar a los tendidos por la vía del toreo natural del mismo modo que sí lo hizo hoy por la del arrojo y arrebato afligido, volviéndonos a recordar al Ureña de fragua, sudor y lágrimas.
Tanto fue así que acabaría cortando una oreja de cada toro en una tarde en la que un sonrojante Talavante, aliviado y sin compromiso alguno, despeñó el mejor lote con una frialdad pasmosa, de una desigual y sospechosamente manipulada de pitones corrida de Puerto de San Lorenzo.
A oleadas quiso embestirle el impresentable y mansurrón 3° a Paco Ureña, cuando el murciano quiso darle fiesta rapidito tras el inicio por alto y el cambio de mano sin haber sido picado a conciencia. Todo lo que se guardaba el de La Ventana del Puerto fue lo que no podía dejarse dentro el torero. Que le empezó a consentir atalonándose al suelo como si fuera bueno. Ureña quería purificar cada muletazo como si fuera el último, aunque eso implicara perder la limpieza del mismo con los enganchones inevitables del manso atanasio. Hasta que se paró. Y Paco no se alivió para matarlo por arriba el pitón derecho del toro pareció viajar certero a la cara interna del muslo derecho. Milagrosamente no fue así pues, cuando salió a matar al 6°, las noticias que salían de la enfermería eran tranquilizadoras confirmando la ausencia de cornada.
Con ese toro escoba que cerró la tarde no encontró el mismo sino con la espada que con el otro, ya que ésta caería desprendida y algo atravesada. Pero Paco ya había puesto el resto con ese acucharado y descastado animal, al que robó muletazos entregados y largos muchos de ellos, que configuraron una faena intermitente alentada por la generosidad del público de Vista Alegre.
Al verdadero Talavante le espantaría verse repetido en su tarde de hoy en Bilbao, a la que accedió tarde y mal por la vía de la sustitución. Que se conforme con esto dice mucho de su estado actual. Y esa es la verdadera lástima. Desajustado, desacoplado y vacío de esa entrega que le caracterizaba se mostró con el bombón 2°, al que robó tandas y tandas por ambos pitones sin encontrar el punto ni elevar el diapasón de la faena que empezó por estatutarios y un cambiado por la espalda donde murió la emoción. El 5° se paró pronto, pero Talavante ya andaba por allí como el que tiene un tío en Alcalá: que ni tiene tío ni tiene na. Craso error el del extremeño aceptando la sustitución de hoy.
610 kilos traía el toro de la vuelta de Morante a Bilbao seis años después, con el que se abrió con premura por verónicas de más a menos intensidad, sin poder a la postre dibujar más que retales sueltos que no argumentaron un todo. Le faltó fibra y temple al de La Puebla por ese pitón izquierdo por donde el toro se entregó de verdad, las pocas veces que lo hizo de verdad. Sin embargo, la cota más alta de la obra llegaría en la última serie diestra apretando al toro hacia los adentros. El catálogo se cerró con una variedad de enganchones y lamentos. Al 4° lo pasaportó enseguida. Lo saludó por arriba con capote y muleta porque el toro se quedaba en las zapatillas. El macheteo como justificante llegó enseguida, cuando de fondo ya se oían los cascabeles de las mulas.
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