De sueños vive el hombre y quien no lo crea así que hubiera venido a la plaza de toros de Sevilla esta tarde de 23 de septiembre. Se daría cuenta de que se es feliz con poco: una corrida de toros en la Maestranza. Algunos somos bastante simples, ver las tablas, ver sus arcos, ver su albero... En definitiva, verla a ella. Nos quedaremos con la duda y los porqués en la mente de la no devolución del cuarto tras una más que evidente cojera de la pata trasera izquierda, pero para lo que venía después, todo daría igual. Le tocó a Mora tengo (otra vez) bailar con la más fea. Luchó, se cruzó como si le faltaran los contratos (que tampoco es el caso) y acabó formándole un auténtico alboroto a un animal lisiado.
Se metió literalmente entre los pitones y no se pregunten cómo pero los remató todos en su espalda y por debajo de la pala. Una respuesta que sólo tiene Morante. Hubo gente que vivió la faena de pie y que acabó sentada con las manos sobre la cabeza. Trincherillas, derechazos, naturales de una profundidad subterránea, pases de pecho interminables a un animal moribundo. Sacó agua de un pozo seco. Hilvanó muletazos inimaginables brotando un toreo de esfuerzo… pero de una belleza mayestática. ¿Cuántos muletazos serían? ¿Veinte muletazos? ¿Veinticinco? Y todos a un toro descastado y parado. El tema de la espada, los pinchazos, el rabo o no rabo, para vosotros. La faena, para la historia, como el torero.
El primero de los dieciocho bureles que han de saltar al ruedo en este final septembrino en Sevilla se lo dejó todo en la lustrosa capa de Morante. Parándose el tiempo, el de La Puebla sacó fotogramas a la verónica propios las páginas amarillentas de un libro antiguo. En cuanto relajó los hombros ya se echó la tarde encima. Ese misterio que decía el divino calvo que había que decir, Jose Antonio lo gritó con los vuelos. Seis de infarto. Plaza en pie. El esfuerzo con la muleta nunca lo negoció y la poca chispa del ofensivo animal acabó por llevar la faena a la nada. Hubo detalles, pero poco más y saludó en el tercio.
Juan Ortega porfió con un segundo que nunca terminó de humillar, defecto que se vio en el primer lance con el capote. Con la zocata no hubo historia alguna que contar y la Maestranza le cantó a Ortega que la paciencia se queda en abril y que estamos en San Miguel. Con el quinto no hubo opción y también se lo hizo saber la Maestranza.
Tomás Rufo declaró intenciones en el quite a Ortega. Con el precioso tercero, un castaño ojinegro de reunidas hechuras, anduvo a medio gas. Las primeras series tuvieron la emoción del pellizco, de lo que se canta sin mediación. Lo empujó por el derecho vaciándolo detrás de la cadera con rotundidad pero sólo fueron dos tandas. Él y el toro bajaron de intensidad y aquello no fluyó. Quiso Tomás encauzar faena en el sexto pero la embestida recta y brusca del animal no permitió una conjunción clara para que aquello tomara altos vuelos. El momento de emoción máxima quedó cuando Jose Antonio Carretero recibió el brindis y a la postre al cortarse la coleta tras lidiar su último toro como profesional.
Conmoción en Sevilla con una actuación histórica de Morante, que desata la pasión en los tendidos de la Maestranza, absolutamente entregados con la verdad, el sentimiento y la lentitud de una faena para el recuerdo. pic.twitter.com/OV4W6TqA2s
— Toros (@toros) September 23, 2022