Por el piton derecho
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¡Qué tarde de toros!
¡Qué tarde de toros!
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¡Qué tarde de toros!
CRÓNICA SEVILLA / 5ª de la Feria de Abril

¡Qué tarde de toros!

Ignacio Muruve | Sevilla

Con el semblante del protagonista de una epopeya, serio el rostro y sonriente el alma. El hombre se reencontraba con el sentido de su vida, con el chispeante, ese que carga de ilusiones la existencia de un torero. El Cid volvía a la capital de su reinado, a esa que ha disfrutado tanto con una de las mejores manos izquierda de la historia. Sevilla se deshizo del traje de la corrección para ser aún más correcta y reventar en palmas con una ovación al de Salteras. Como compañeros de reaparición tuvo a dos perros de presa que poco entendían de momentos y homenajes. La realidad se podría describir como un festejo interesantísimo, pleno en matices y llena de ricos momentos.   

En una tarde de reencuentros, de felicidad colectiva, de rigor bien repartido, otra vez Escribano y otra vez Victorino. Digno hijo de su padre, si cerrabas los ojos podías ver en Patatero las hechuras calcadas del toro que mayor felicidad ha repartido en diez minutos en la historia de Sevilla. Se le caía la belleza por los lomos. Escribano tenía la clínica tarea de no dormir aún más una embestida que venía templada al máximo. Con el transcurso de la faena nos dimos todos cuenta de que el viaje no había que alargarlo, si no que mantenerlo porque el toro ya lo tenía. Esa forma de embestir era inconfundible y el de Gerena brilló como nunca al natural. Sensacional forma de acariciar a un animal de espléndida condición, de esplendorosa nobleza e impresionante clase. La tarde de Escribano se redondeó con un espadazo en toda la cruz y dos orejas de enorme peso. Nos hicieron otra vez feliz. Cobradiezmos y Manuel, mil gracias de nuevo.   

Emilio de Justo se reencontraba con una plaza que ya sabía quién era. Las dos orejas de San Miguel 2021 no se olvidan. El capítulo se dirimió entre la sutilizad de Emilio y en la sensibilidad que tenía el animal respecto a las telas. Bravito en varas, el de Victorino tenía profundidad y clase, pero necesitaba que ni rozara el trapo rojo. Todo fluyó en cuanto Emilio le cogió el pulso con la mano de izquierda -que fue pronto- para que el respetable bramara con dos tandas de mayúsculo trazo y mejor finalización. Hubo un breve impasse donde la intensidad pareció disminuir, pero todo tuvo importancia cuando la continuidad viajaba por naturales. La espada cayó cerquita al sitio y la oreja era justa. 

Antes de que El Cid nos confirmara que no se retiró y que sí hizo un parón en su carrera, Emilio de Justo nos regaló el quite de esta y de muchas ferias. Cuando Lipi le tragó al pequeñín que hizo cuarto al zamparle un buen par, este se le quedó en los tobillos en una persecución que parecía acabar en un drama innegable… hasta que llegó Emilio y le echó el capote en el mínimo hueco que había entre los gemelos del banderillero y el hocico del toro. La plaza estalló al instante con una ovación prolongada. Tremendo. Pasando a la faena y siguiendo el hilo de la primera línea del párrafo, El Cid ha vuelto mejor que se fue, mucho mejor. Pudimos vibrar de nuevo con esa aquilatada mano izquierda, que rompió la embestida en unos bellísimos naturales que pusieron de nuevo al público a suspirar. La tizona entró donde tenía y el trofeo era de ley. Bienvenido de nuevo, Manuel. 

El primer gris que pisaba el dorado albero de Sevilla hizo presencia con una finura preciosa yo la arrogancia de un toro bravo. Para volver no estaba nada mal. Con clasecita y reduciéndose cuando llegaba a las jurisdicciones de un Manuel Jesús que para volverse a ver con dos puntas después de años, anduvo con la tranquilidad de quien se sienta a la vera del río tomándose un café. La humillación le duró al bicho los dos naturales excelsos que le enjaretó el sevillano. La naturalidad se abrió paso entre series compactas y detalles caros, pero a la labor le faltó más animal. Dio una vuelta al ruedo tras cariñosa petición.   

Portero lucía exacta finura a su hermano, pero mejores hechuras que se traducían en manos más cortas. El instinto es algo que si se pudiera descifrar, Manuel se hubiera ahorrado pasar trago tan áspero. Agarrado al piso, con sentido exacto que se anticipaba a la situación terrenal del torero y con las consecuentes malas ideas que también, son marca de la casa por mucho que las echáramos de menos últimamente. Escribano dejó el alma en el callejón y cogió la vida para ponerla en la muleta. Desde que en un pase de pecho lo descubrió, todo el trasteo estaba revoloteando el aire a quirófano, a la cruz del toreo. Cómo estuvo Manuel con este toro. Qué manera de cruzar la línea y de apostar a sabiendas de que aquello podía acabar mal. Fueron tres las series de tremendo mérito las que le arrancó por el derecho. Cuando la faena había cogido la mayor importancia posible, la espada viajó trasera y se quedó todo en una ovación.   

En el sexto, cuando ya la noche se nos echaba encima, Emilio de Justo se bragó con un encastado animal de la A coronada. Qué pundonor el de este torero, qué capacidad para que le valgan muchos animales y para conocer este hierro. Pinchó y se esfumó el trofeo. 

 

Ficha del festejo:

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. 6ª de abono. Casi lleno.  Toros de Victorino Martín: Bien presentados salvo 4° y 6°. De buen juego en general. Bravísimo el 5°, de nombre Patatero, premiado con la vuelta al ruedo. 

El Cid: (vuelta al ruedo y oreja).

Manuel Escribano: (ovación con saludos y dos orejas tras aviso). 

Emilio de Justo: (oreja y ovación con saludos).

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