Pasaban pocos minutos de las 20:00 cuando Morante enterraba la espada en el hoyo de las agujas del 4° toro de Domingo Hernández, siéndole otorgados los máximos trofeos de las orejas y rabo, suponiendo un momento histórico para la historia de la tauromaquia en general y de la Maestranza en particular, pues desde hacía 52 años, con Ruiz Miguel y Gallero de Miura, no se cortaba un rabo en la plaza de Sevilla.
Una faena redonda de principio a fin, colmada de una estética y una carga emocional superlativa a un gran toro de Domingo Hernández, de nombre Ligerito y premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre, haciendo el toreo eterno, el bueno, el más bello y difícil, poniendo de acuerdo a todos los aficionados. Además de haber elevado el verbo Torear en los altares con el toreo de capa, en una tarde para el recuerdo junto a Juan Ortega.
Morante ha hecho historia y saldrá por la Puerta del Príncipe por segunda vez en su carrera.