Por el piton derecho
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'Juan Ortega y la orquesta del Titanic'
Trincherazo de Juan Ortega: ZT
Feia de San Jorge

'Juan Ortega y la orquesta del Titanic'

Álvaro Gómez | Zaragoza

El desfile de modelitos horterocasposos hacia el coso de Pignatelli no dejaban lugar a dudas: la de hoy era tarde de clavel en la capital de Aragón. Los enardecidos gritos de los domingueros al terminar los acordes del himno nacional y la presencia conjugada de figuras del toreo con ganaderías de garantías (dos a falta de una) confirmaban los peores presagios: el petardo, con todos sus ingredientes, estaba servido. Ni los antitaurinos (¿será Carlos Zúñiga su quintacolumnista más avanzado?) quisieron perderse a Roca Rey.

Me encantaría ver por un agujerico al empresario, gerente o veedores de la empresa (si tienen que los cambien) llegando al campo a reseñar. “No, no, yo quiero ver el cerrado outlet”. Y claro, cuando uno va a las fincas con billete chico se lleva lo que se lleva, los pares sueltos. Con hechuras y juego de pares sueltos.

Así las cosas y con lleno aparente en los tendidos fue desfilando un rosario interminable de animales sin trapío, fuerzas ni bravura. Todos, salvo primero y sexto (al que las palmas de la Jota salvaron de las de tango) fueron protestados de salida. Especialmente sangrante fue el caso del segundo, una cosa difícil de mirar con el hierro de Daniel Ruiz que debió lidiarse de eral como desecho de tienta y defectuoso o a puerta cerrada, pero que, las cosas de las cosas, vini a morir a un ruedo de primera categoría. La buena lidia de Jorge Fuentes mantuvo al bicho en pie y permitió a Juan Ortega dar y regalar torería en su presentación en esta plaza. A retener en una faena de una composición estética excelsa (no se puede torear con más empaque) tres naturales y un cambio de manos bellísimos. El garbo de otros tantos molinetes y un cambio de mano por la espalda que levantaron a los que habían venido a ver a Roca Rey de su asiento. El de Triana, que anda bien con la espada, mató de entera en la cruz y paseó una oreja.

Ante el quinto, cuando la tarde ya era un naufragio consumado, tanto que hasta los no habituales protestaban airadamente la capea en la que derivó la lidia del novillejo que hizo quinto, Ortega emergió como la orquesta del Titanic; la bravura y la fiesta zozobraban mientras el torero sevillano volvía a dejar una faena de autor (de nuevo sin toro), personalísima y con pasajes bellísimos ante otro marmolillo mortecino. La estocada pareció demasiado rinconera como para pasear otro trofeo en coso de primera categoría.

Alejandro Talavante y Roca Rey llevaron en el pecado la penitencia. El de Badajoz quedó inédito en una de sus plazas fetiche. Con el primero, un manso de Daniel Ruiz que por falta de fijeza obligó a exponer a Javier Ambel en banderillas, apenas pudo rascar 10 pases antes de que el toro echase definitivamente la persiana.

Con el cuarto, otro chico y anovillado de Álvaro Núñez, tan solo pudo perseguir al animal por la plaza no consiguiendo ni en chiqueros que se sujetase para dar dos embestidas seguidas; un alumno aventajado Álvaro Núñez en la cría y selección de aquello que llamaron toro artista.

Si Andrés Roca Rey, tras seis años y medio sin pisar La Misericordia, pone estas condiciones para venir a Zaragoza, puede seguir pasando de largo. Quizá piense que echa una mano a la plaza y la echa, sí, pero al cuello. La faena al tercero, el más aparente de hechuras de Daniel Ruiz, transcurrió sin continuidad ni rotundidad entre “vivaspaña” y “a quién le gusta esta mierda”; cuestión de prisma. Tras tirar líneas y tirar del toro para afuera, ni el toreo accesorio de cercanías permitió al peruano que los tendidos le compraran la moto, y el mal uso de la espada hizo el resto.

El sexto de la tarde, Asturiano de nombre, que yendo y viniendo sin humillar pareció Bastonito tras ver los cinco anteriores, se encontró con un recibo largo con el percal por verónicas rematado con cuatro chicuelinas y revolera en los medios. Tras el paso por el jaco (durante toda la tarde se aplaudió la inexistencia de la suerte de varas) volvió a quitar Roca (único quite de la corrida) por chicuelinas enlazadas con caleserinas. Cuando cogió la muleta los enganchones no tardaron en hacer acto de presencia por ambos pitones pero un vivaperú muy oportuno de una aficionada convenció al de Lima, que después de la única serie rotunda bajando la mano derecha al toro y el arrimón de rigor, hundió la espada baja y trasera. El efecto fulminante dejó en poca la euforia del gol de Nayim en la Recopa Del Real Zaragoza y, presto a tapar el petardo de 2 horas y media larga que toreros, ganaderos y empresario habían perpetrado, el palco, con la inestimable colaboración del tiro de mulillas y su “paradinha” concedió las dos orejas.

Cuando ni Roca Rey se acordaba ya de su faena y Juan Ortega se iba de la plaza andando, el cierzo refrescaba la tarde de Zaragoza. En el paso de cebra de La Aljafería me crucé a una grandísima aficionada maña, a una del 2, que ya no pisa la plaza. Así está Zaragoza, de la que no nos quitarán recuerdos y reencuentros.

Ficha del festejo:

Zaragoza. 21 de abril de 2024. Lleno aparente en tarde en la que el cierzo obligó a cerrar la cubierta. Toros de Daniel Ruiz (1º, 2º y 3º) de feas hechuras y escaso trapío, mansos y descastados y de Álvaro Núñez (4º, 5º y 6º) chicos y anovillados, huidos 4º y 5º y de movilidad sin entrega el 6º. Salvo el sexto toros fueron abroncados en el arrastre.

Alejandro Talavante pinchazo, entera atravesada, dos golpes de descabello (silencio). Media desprendida en los bajos, dos golpes de descabello (silencio).

Juan Ortega estocada por arriba (oreja). Estocada desprendida (oreja).

Roca Rey media baja y atravesada, dos golpes de descabello (silencio tras aviso). Estocada trasera caída y tendida (dos orejas tras aviso, salió a hombros).

Ovacionados al terminar el paseíllo los aficionados catalanes presentes en la plaza.

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