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'Me acordé de Martínez Ares'
Pase de pecho de Castella a su primer toro:/ MP
Feria de Abril

'Me acordé de Martínez Ares'

Ignacio Muruve | Sevilla

Me acordé de Martínez Ares, ese semidiós del carnaval que dictó sentencia a su favor catalogándonos de asesinos a quiénes íbamos a los toros. La realidad, apartando su necia incultura, es que recordé su figura por una frase propia e una cuarteta sacada de su popurrí de este año: “Faltan ovejas negras, sobran borregos”. Quién diría que iba a describir a la perfección la tarde de hoy. Muchos pidieron otros ocho años de castigo para Alcurrucén.

El toro de la vuelta del encaste Núñez, de lomo recto y muy en procedencia, esparció frialdad por el tercio del uno, también clásico en su sangre. Apagado Morante -perceptible a ojos de cualquiera- y nuestro pesar con él pese a lo parado que fue el animal. No hubo historia que comentar.

Enamoraba el cuarto a su paso por los burladeros. Bajo, de cuello kilométrico y acapachado. A Morante le gustó, pero mandó a que le zurraran en el segundo encuentro con el hierro del castoreño. Entregó la cuchara el toro cuando rozábamos las 20:00 de la tarde y todo era tedioso, como una losa de insostenible peso. Morante le pegó uno por allí -extraordinario- y otros por allá sin emoción alguna. Se marchó de vacío de la feria.

El segundo, con un punto más de alzada así como de recogimiento en la arboladura, hizo cosas extraordinarias en el capote de Castella, que se rebosó con él y se salió de hasta la boca de riego con el jarabe del temple en los vuelos. Enganchando en ejercicio de máxima suavidad. Pasamos a vivir capítulos emocionantes que aderezaron una faena de importante técnica pero sin eco suficiente. Parecía que José Álvarez “Juncal” iba a salir, de blanco impoluto y muleta en mano, para arreglar el desaguisado de «Manolito». Atacó Tejera en memoria de Armiñán, el pasodoble de nuestras vidas. Qué sensibilidad. Toda la que también le faltó al toro, que se orientó en la lidia y borró sus cualidades de bravo de un plumazo. Aún así, con la benevolencia como argumento, el público pidió una oreja que aguantó bien Luque Teruel.

El coloradito que hizo quinto fue un manojo de nervios en actitud mansa que el público, en máxima expresión de ignorancia, quería mandar a corrales. Es insultante para este arte el hecho de venir a una plaza a ser exigente entorno a tu nulo conocimiento. Qué pena de tauromaquia la de los llenos sin papel. No paró de correr el animal por todo el platillo sin que nadie le pudiera meter mano hasta que Chacón, tan torero como poderoso, le paró los pies. Castella quería quedarse sólo con él, pero no tuvo apenas peso su trasteo. Tejera, si antes había tenido gran criterio y sensibilidad, esta vez debió cortarle la música mucho antes. Vaya tarde de toros.

Para el tercero, un berrendo de insuperable estampa así como de indigna encornadura, propia de una plaza de segunda más que de la capilla sixtina del toreo. Pasando a media alturita, sin decir mucho, Rufo se lo llevó a los medios a ver si aquello era remedio para el preocupante fondo del toro así como de toda la corrida, parada desde los inicios con la muleta. Tercer capítulo en blanco.

Como de la voluntad no se vive y sin la casta ni mucho menos, pues el sexto fue el último capítulo anodino de una tarde para enterrarla sin forma de sacarla de ahí abajo, de los confines del olvido.

Ficha del festejo:

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. 13ª de abono. Lleno de “no hay billetes”. Toros de Alcurrucén: Bien presentados y sin un ápice de casta. Menos el 3º, los cinco restantes de cara impropia para esta plaza.

Morante de La Puebla: silencio en su lote.

Sebastián Castella: Ovación con saludos y silencio tras aviso.

Tomas Rufo: Silencio en su lote.

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