Cuando caía el 6º, sobre las vías de la línea circular de mi cabeza traqueteaba la síntesis de la tarde en aquella letra de Coti, de principio a fin: 'nada de esto fue un error'. No fue un error que un novillero se anunciara en solitario y llenara la plaza. No fue un error para su apoderado pedir como fecha un viernes de feria, sabiendo lo que suele ocurrir en Madrid el quinto de la semana con el flotar ambiental del triunfalismo. Tampoco fue un error presentarse y despedirse como novillero en San Isidro, a una semana de tomar la alternativa y sin competencia, ni el hecho de escoger a dedo un ganado muy terciado, todo a modo, con comodidad de caras -muchas sospechosamente manipuladas- y hechuras que se alejaban de lo que realmente es el novillo de Madrid -salvo 5º y 6º-.
En absoluto lo fue mostrarle al mundo la cantidad de voces a destiempo de los de "su confianza" azotándole el cogote y los tímpanos, con la única intención de allanar el camino como fuera hacia la Puerta Grande; así ha demostrado la manera en la que ha permitido que erigieran su carrera novilleril en muchas tardes, pero sobre todo el día que te presentas ante la primera plaza del mundo. Allá cada cual.
Es imposible que fuera un error prepararse física y mentalmente para ser capaz de soportar la presión de encerrarse con seis novillos delante de 23.000 personas en la plaza y otras tantas mil desde casa, aunque desvirtúe lo necesario de los tiempos y le acabe pudiendo el corazón a la cabeza. No lo fue saberse capaz de que podría echarse la tarde a la espaldas, como nunca cejó en su empeño, pese a la exigencia que le esperaba. Jamás sería un error dar la cara como la dio y entregarse a la escogida causa, aunque no a todas las embestidas que cobró en su muleta en las dos horas y poco de festejo.
Bajarle la mano pronto para exigir a ese primer novillito de El Freixo, que sin el inestimable quite de Prestel hubiera hecho presa de Vicente Herrera, nunca fue un error. Queriendo y pudiéndolo por abajo. No le duró nada el abrochado 2º de Fuente Ymbro, que terminó por derribar por los pechos de su equino a Alberto Sandoval hasta en dos ocasiones. A ambos los pinchó y en Madrid sólo existía el silencio.
No fue hasta el 3º cuando se vio el primer quite de la tarde. Un manso de Gallardo orientado e impresentable para esta plaza, que se le vino al pecho en el segundo muletazo que le propuso de largo. Siempre rebañando y sabiendo lo que se dejaba atrás. Marco no se amedrentó, se cruzó pero no logró limpiar la aspereza del derrote final que nunca se guardaba.
La tarde navegaba por terrenos pantanosos, bordeando la idea de una decepción mayúscula aunque no se viera tierra todavía para confirmarlo. Marco se dio cuenta y se fue hacia la puerta de chiqueros a esperar al 4º de El Juli, pero también a 5º y 6º. Su primer episodio de la segunda parte del festejo no quiso ir a más por parte de los dos protagonistas desde el quite por tapatías al paso para sacarlo del peto.
Y entonces salió el 5º, zancudo y último de los tres de Fuente Ymbro. Otro manso encastado con el que rompió la plaza en una locura transitoria tras el inicio electrificado de faena, con los cambiados por la espalda y los detalles por bajo. Se encontró Marco con el novillo de la tarde, mostrándose y mostrándole en el primer envite a diestras. No fue igual la segunda tanda, pero había que echársela a la izquierda. Y el torero le vio el pitón y se lo mostró a Madrid en línea, alargando el muletazo pero sin pasárselo por la faja en esas soberbias embestidas que le regaló. En otras sí, cuando se le salía del engaño, se quedaba fuera y buscaba el pitón contrario. Lo peor de todo fue cuando, tras salir de uno de pecho, el utrero hizo presa de la muleta sin que Marco quisiera soltarla, revolviéndose el de Gallardo y cogiéndolo violentamente hasta en dos ocasiones, recibiendo sendos golpazos contra la arena. Aguerrido el salmantino, con mucha raza torera, finiquitando después la faena con esa espada maldecida que se llevaba la oreja. Su peón Rafael González le alentó a dar la vuelta al ruedo, encarándose a su vez con parte de la afición. Esto tampoco fue un error: caretas fuera.
Ni por supuesto lo fue querer intentar dar todo con el soso 6º de Julián, aunque los tendidos nunca entraran en la faena. Porque nunca será un error dar todo lo que tienes, pese a que no sea todo lo que vale. Al menos en Madrid.
Nada de la tarde fue un error. El debe y el haber de Marco Pérez hoy se ha puesto boca arriba definitivamente. El viernes que viene, la alternativa. Que tenga suerte.