Por el piton derecho
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'Sabor sin chispa'
Natural de Juan Ortega al 6º, de Domingo H:/ MP
Feria de abril

'Sabor sin chispa'

Ignacio Muruve | Sevilla

El calor de Abril tiene que nacer aquí, en Sevilla. La soflama que caía a las 18:00 de la tarde resbalaba por las tejas de la Maestranza hasta caer con fuerza en las alas de los sombreros del doce. Todos en nuestras oraciones… y en los ojos de los trabajadores de la cruz roja. Qué valor.

Como telón de fondo, la terna más esperada de una feria embalada en muchos frentes y necesitada, a una semana del final, de la explosión rotunda y que no da lugar a debates. Era un buen día para encontrarla, todo enfocado al arte que perseguimos en peregrinación insaciable. Qué bonito es que nunca se acabe ese camino.

Buscando ya el aroma a rebujito, cuando el sopor nos daba la mano para acompañarnos a las bocanas, Ortega y su dimensión y una presidencia de mano fácil. ¿Consentimiento? ¿Acumulación de frustraciones en la tarde? Juan, en sus muñecas, dormidas por el paso de una historia estudiada, rompió por momentos un letargo de insufrible sensación. Largos los naturales, construidos desde el medio pecho y la suerte cargada. Los derechazos, en florecidas ocasiones y a cuenta gotas, fueron sensacionales. El tarro de las esencias, abierto entre las dudas de un público que le iba a pedir la segunda. ¿Nos acordaremos toda la vida de este trasteo? ¿Eran las dos orejas que esperábamos todos de Ortega? Para reflexionar la mano facilona de la presidencia. En el público, un empuje hacia el triunfo que no le hace falta a Juan. Discúlpenme.

La mole que hizo tercero tenía de cuello lo que la Maestranza de estadio de fútbol: nada. La humillación iba a ser una quimera. El fondo de clase, ausente. Ortega, ni con el empuje soplando desde los tendidos. Faltó firmeza, faltó dominio y faltó cierto querer. Lo del concepto lo dejamos para Twitter, porque estamos en Sevilla. El animal fue un compendio de aspereza y violencia, pero con esas también hay que estar. Silencio.

Curro Javier le dio capa de forma sensacional al primero. Abueyado, sin perfil alguno ni cuello, que se movió en aire mansón y que se lo guardó todo para él. En esa tónica reservona, Morante le tiró la muleta abajo en dos trincherillas de inicio dignas de las salas del Museo Del Prado. Acompasadas en suavidad suprema, con todo el cuerpo echado al muletazo. Para el cuento que contar, dos tandas de suma facilidad. Ahí quedó eso. El atasco con la espada precedió al silencio.

El sobrero que hizo cuarto, un novillete con los cuatro años recién cumplidos, fue una historia sin literatura. En la tercera gaonera del quite de Ortega se podría explicar la historia del toreo. Porque el toreo es el temple. Embebido el toro en un caudal de profundidad y torería, el tiempo quedó en los vuelos del capote. Luque recogió esos segundos respondiéndole por chicuelinas en un toma y daca de declarados estatus. Quien ya es príncipe de Sevilla y quien opta -aún- a serlo. Que ya es hora, como dicen algunos.

Antes, en el saludo, Daniel se encargó de ponerle nombre a su capítulo con una docena de verónicas de composición exquisita, de viaje contenido en las muñecas. La tarde comenzaba a despegar… hasta que entre quites y flautas acabó mortecino el oponente. Se percibía al de Gerena infinitamente más relajado, como si hubiera sido liberado de ciertas cadenas, pero esta vez no fue. Quiso Sevilla reconocerle el trámite con una ovación. Todo el coraje y la rabia que echó Luque entre los pitones de los animales del viernes parecía haberse quedado en el hotel aquella noche… hasta la mitad de la faena al quinto, que volvieron a aparecer. Se enfadó cuando el sueño adormecía los tendidos y jugó sus bazas con una técnica clara y directa: muleta en el hocico y profundidad exigente. No hubo más que eso. Bueno, sus luquecinas inmarchitables de un repertorio larguísimo. Cantaba la gallina constantemente el colorado, que justito de todo también anduvo justo de celo y bravura verdadera. Daniel, echado encima en muletazos largos con mérito de un alquimista, le cortó una oreja que sabe a saldo en una tarde de cansancio entorno a los escombros de Domingo Hernández.

Ficha del festejo:

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.8ª de abono. Lleno de “no hay billetes”. Toros de Domingo Hernández: apagados y sin fuelle, en el límite de la presentación.

Morante de La Puebla: Silencio en su lote.

Daniel Luque: Ovación con saludos y oreja.

Juan Ortega: silencio y dos orejas.

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