Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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'Soberbia tarde del mandamás'
Foto: La Merced
Feria de Colombinas de Huelva

'Soberbia tarde del mandamás'

Ignacio Muruve | Huelva

“Cá uno es cá uno”, como dijo el Guerra, y es que en el cartel de hoy en Huelva figuraban tres toreros tan sumamente diferentes como necesarios y, sobre todo, en momentos de la misma índole: un Talavante tan triunfal como irreconocible, un Roca Rey en modo ciclón y un Ortega al que le piden que repita el valls regalado a Sevilla en aquella tarde de feria. La de Juan Pedro era un telón atractivo, dado que en la Merced cuenta con los triunfos que no le avalan en otras plazas.

El tercer capítulo navegó en dos mares, en dos vertientes: el intento de torear bien, asentado y ordenado de Roca Rey y el arrimón apabullante posterior. ¿Cómo transcurrió la faena para viajar entre esas dos formas? Ante la nula posibilidad de hacer la primera. El zapato que salió como tercero humilló de salida. Magnífico en su morfología, terminó por echar la persiana a la que el peruano se puso derecho a correrle la mano en los primeros compases. Vista la situación, el torero agarró su valor y lo echó a su muleta para pasar de un lado a otro al castaño entre los brincos continuos del personal. Además, en los medios. Le acarició los muslos a Andrés en un buen puñado de ocasiones y la media estocada, que viajó certera al mejor sitio, puso en su mano las dos orejas. Dos orejas que corresponden a donde estábamos. Sensacional el mandamás. Para el sexto, con la noche echada sobre los tejares de la Merced, Roca ejerció otro ejemplo de dominio máximo de las distancias, del tiempo. De la técnica general. Volvió a abrochar con un arrimón en los bajos de la torre derecha de la plaza y reventó al toro de un espadazo descomunal.

Talavante tuvo que porfiar con un primero deslucido, pero una cosa es porfiar de verdad y otra hacerlo sin cruzarte ni apostar. Las figuras lo son por algo, y ese algo, ese plus que los caracteriza, es la verdad. El de Juan Pedro, toda una prenda que no quiso nunca. La clase se la dejó en sus adentros y todo fueron tornillazos a diestro y siniestro en una muleta que no terminó de mandar en aquel batiburrillo.

El toro de la tarde resultó ser el cuarto, que muy al límite en su recortadita cara, fue un dulce apetecible a cualquiera que quiera ser algo en esto. Talavante, que ya lo es, lo cuajó a su manera. A su manera de estos dos años desde que reapareció. Tiró de estatuarios con un péndulo sin espada para poner al rojo vivo el respetable. A partir de ahí, hubo un amago de toreo fundamental asentado pero sin vaciar la embestida, sin soltar el viaje del toro. Cuando empezó a acabarse el gas que llevaba dentro el de los rizos, volcó la faena hacia lo superficial en vez de profundizar en esa falta de chispa que, empujándolo, tal vez se hubiera solucionado. Un trofeo y marchando hacia tierras vallisoletanas.

El zambombo segundo se las hizo pasar las de Caín a la cuadrilla de Ortega. Todo nervio, hizo más metros por segundo que cualquier atleta que compita ahora en tierras parisinas. Cuando preveíamos la situación lógica del corte de Juan, este agarró las inercias y se puso a torear… lo que pudo. El animal nunca estuvo metido en la zocata trianero, lo que pasa es que la mansedumbre con torería es menos mansedumbre. Las inercias, aprovechadas al máximo, jugaron un papel fundamental en un trasteo sin orden ni concierto, basado en las corretás que pegaba el castaño. Los finales resultaron lo mejor por dos factores: inteligencia y temple. Inteligencia por acompasar en los adentros y temple por cómo huyó el toro en cada ayudado por bajo. Calientes los tendidos, faltó redondear con la espada. El «mitin», como se suele decir informalmente, fue mayúsculo. Para el quinto, otro de Juan Pedro que se desfondó a las primeras de cambio en su desorden: una embestida buena, una regular y otra mala. Y además, con Juan eternizándose. Quién lo diría. Esta vez, la espada si fue efectiva en el primer encuentro. Lo que me tienen que explicar -y con un mapa si es necesario- es la petición y posterior concesión de la oreja.

​​​​​Ficha del festejo:

Plaza de toros de Huelva. 5ª de Colombinas. Lleno. Toros de Juan Pedro Domecq: variados en comportamiento con toros deslucidos, mansos y desfondados. El mejor, el 4°.

Alejandro Talavante: Ovación con saludos y oreja tras dos avisos.

Juan Ortega: Saludos y oreja.

Roca Rey: Dos orejas y dos orejas tras aviso.

Saludó Javier Ambel en el 1°.

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