Por el piton derecho
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'Viernesina, mulillera y, sobre todo, pavorosa'
Foto: RRSS Talavante
Feria de San Isidro

'Viernesina, mulillera y, sobre todo, pavorosa'

Darío Juárez | Madrid

El día que empieza la feria, uno se levanta diferente, con otro ánimo. Te notas la ilusión mientras te lavas la cara, la mañana transcurre soplando las agujas del reloj, el Guarro termina la partida de tetris atestando las cámaras de botellines, como Platanito su chaleco de lotería y, un poco más allá, cruzando la calle Alcalá, ya espera el mercadillo del barrio de la Guindalera. Al que el aficionado vuelve año tras año con la esperanza de recuperar una plaza perdida, facilona, de alta pasividad mulillera -vaya usted a saber por qué...-, pavorosa por el caldo de cultivo que se puede crear siendo el primer día de feria -aunque esto no viene de hoy-, y viernesina. Eligiendo la cabeza del fin de semana como el día señalado para enfangar un poco más su identidad entre isidros y abonados al triunfalismo de vanguardia; bandera equivocada e izada por los taurinos para dar una imagen de esplendor de una Fiesta hoy lastrada por la falta de crítica e integridad.

No empezó la feria con buen pie ni buena mano desde el palco José María Fernández Egea cuando no aguantó la presión del Madrid viernesino para darle la segunda oreja del 4º a Talavante. Victoriano no estaba encontrando el toro de cada tarde, el que casi cada día echa por definición para que un torero lo cuaje de principio a fin y le haga rico o más rico. Y de repente apareció. Ese fue Misterio, segundo del lote del extremeño. Que venía de naufragar en mareas oscuras con un soso 2º al que no quiso ver en el capote de salida, pese a irse de los vuelos dos metros más allá, y al que reventó Manuel Cid desde su montura.

Alejandro debió pasar página con prontitud cuando decidido quiso ir a tocarle su toro y los costados a Ortega quitando por verónicas y abrochando con una media, a la que Juan replicaba por Chicuelo dejando otra media abelmontá de cualquier manera...

Pero volvamos un poco más atrás para descifrar ese Misterio o ese toro 4º de Victoriano que llegaba templado, atemperado al capote lidiador de Talavante, donde ya le mostró el soberano cortijo que portaba su pitón izquierdo. No le pegaron lo que al 2º y tampoco dejó a Ortega lucirse en el quite, pero Alejandro confió y pareció entenderse con él en ese prólogo torero debajo del 7, entre trincherillas y adornos por bajo. El de Victoriano portaba la clase precisa, exacta y rítmica que tiene ese toro que suele echar cada tarde el ganadero. Ese era Misterio, que se arrancaba a la muleta primeriza de un Talavante erguido pero acelerado por el derecho, hasta que se la echó a la izquierda y sacó el codo que no torea... La plaza se empezó a encender, más cuando los naturales sucedían por momentos enfrontilados, otros sin embargo no, y Talavante se lo empezó a creer, basando su inspiración en cambios de mano por la espalda y adornos que alejaban la faena de lo fundamental, máxime teniendo delante un bombón para soñar el toreo. Un bombón que se lo pasó por la boca de lado a lado pero no cuajó. Enterró una estocada tres dedos trasera haciendo bien la suerte. Y tras ello, el pavor. El miedo que da ver a Madrid así de perdida. Como lo están la mayoría de los palcos. El de hoy, de momento, ha puesto baratísima la feria. Porque el que no la ha puesto cara al salir a hombros por dar una tanda notable de naturales es Talavante.

Hay veces que enseñarle a un torero que llenar la escena en una plaza es sinónimo de expectación puede ser relativo. O Juan Ortega lo debió entender mal esta tarde en Madrid. Se siente el brotar del buen toreo cuando lo hace despacio, de verdad y se los lleva atrás -cosa que hoy no pasó-, pero no se puede ser tan ceremonioso por pasivo con un medio toro en Madrid, en el centro de un ruedo enorme y todo para que se venga abajo por aburrimiento, en vez de invitarle a hacerle romper para que te dé lo que tiene de verdad, aunque acabe echando la persiana. Con el 5º, parado y sin casta, tampoco se anduvo haciendo cucamonas y se fue a por la espada para pegar un sainete.

El que sí fue encastado y peligroso fue el 1º. Un torazo enorme, zancudísimo y bastísimo de cruz con el que se confirmó Clemente. El francés no le dudó a la tarde ni a su responsabilidad en la misma saliendo del primer 'no hay billetes' de la feria con la cabeza alta y con una paliza de campeonato. Su firmeza desde el inicio por bajo para el toro, invitándole a humillar para acto seguido ponerse a torear nos vino a poner delante de los ojos una dignidad y una frialdad torera ejemplar, más cuando el elefantiásico torazo de Victoriano le radiografiaba avisando a su figura impávida, hasta que en la salida de un muletazo genuflexo se volvió y lo cogió, pasándoselo de pitón a pitón violentamente como un trapo durante segundos que se hicieron horas. El 6º, agarradísimo al piso, fue un imposible.

Ficha del festejo:

Monumental de Las Ventas. 1ª de la Feria de San Isidro. Lleno de 'no hay billetes'. Se lidiaron 4 toros de Victoriano del Río y 2 de Toros de Cortés (5° y 6°), desiguales, bien armados, en puntas; con casta y peligro el 1º, soso el 2º, aburrido el 3º, noble y con calidad el 4º, vacío el 5º y agarrado el 6°.

Talavante, de canela y oro (silencio y dos orejas. Salió a hombros por la Puerta Grande)

Juan Ortega, de berenjena y oro (silencio tras aviso en ambos)

Clemente, de tabaco y oro (ovación con saludos tras avisony silencio tras aviso)

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