Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Como una catedral
Perera saliendo a hombros por la Puerta del Príncipe
Feria de Abril

Como una catedral

Ignacio Muruve | Sevilla

Cuando todos mirábamos a Espartinas y a ese torero en ebullición, Perera. Cuando el silencio protagonizaba injustamente su momento, Perera. Cuando el foco estaba en otro espacio, Perera. Cuando se habla de una figura del toreo, ¡Perera! El envío de El Parralejo, otro sueño ganadero para situarse en ese podio imaginario que muchos desean.

Se acabó esa pasividad de un tiempo sin eco ni altavoz. Un manotazo de realidad para terminar de explicarle al mundo que estaba ahí, que nunca se fue. La rotundidad de una Puerta del Príncipe sin pero alguno, con el peso de las de antes, con el significado completo de lo que es salir de cara al Guadalquivir. Sin ese cansino debate que juzga lo conseguido. Ungido como el rey de la tarde, la labor de Miguel Ángel Perera tuvo el magnetismo del temple, el hechizo de la suavidad y la rotundidad de la capacidad de un torero crecido en una obra de conjunción total con una embestida soñada. En los medios y de hinojos, el extremeño toreó como los ángeles en esa tanda de inicio. “Oloroso” traía un son en el galope extraordinario… y que mantuvo hasta que entró sin orejas en el desolladero. Ejecutado sin la totalidad de su poder, Perera imantó el hocico del animal en su muleta, siempre a una media alturita que obligaba lo justo y necesario. Ese paso que no da Miguel Ángel tras el último derechazo para engarzar el de pecho era una chispa que terminaba de prender la emoción. Por el izquierdo hacía hilo y tenía una dificultad mayor, circunstancia que identificó Perera para volver a cerrar la faena con la derecha. Los adornos por bajo, sensacionales. Mayestático y extraordinario, las dos orejas fueron indiscutible y la Puerta del Príncipe, ídem de ídem.

Miguel Ángel Perera y su temporada pasada, sorda entre descubrimientos y confirmaciones, prosiguió su caminar en la primera plaza de primera que pisaba el extremeño en 2024. Es quien es por los terrenos que pisó y por la forma con la que construyó una faena importantísima, con el peso que proporciona la dificultad y sobre todo, su superación. La faena palpitó alrededor del peligro que supuraba un animal mentiroso en su emoción, en ese picante explosivo. Mentía porque radiografiaba los tobillos en cada embestida. El látigo de Perera no dejó respirar al animal en ningún momento, lo que se tradujo en un dominio innegociable. Sucumbió en series de derechazos y en naturales en línea recta pero de una profundidad sensacional. El miedo voló en el tendido cuando Perera propuso cercanías y en un arrimón, el espejismo de la tragedia hizo presencia. Terrible el valor seco de este torero. El conjunto bien mereció una oreja que fue concedida tras un espadazo en el sitio. Importante Perera.

Ureña se acercó al triunfo sin concretarlo. Los naturales, sedosos y empujados con ese muñecazo magnético, llegaron arriba, pero hubo cortocircuitos en el capítulo. Por el pitón derecho, el bellísimo “Turulato” apagaba un poco esa profundidad que brindaba por el contrario, pura seda cuando quedaba enganchado. Debió dar la vuelta al ruedo Paco, pero en un gesto contrariado decidió saludar la ovación. El quinto fue un toro sin aire negativo, con opciones pero que demandaba una técnica que Ureña no terminó de exponer.

En el mismo tono pero no con el mismo planteamiento, nudo y desenlace, el tercer episodio se pareció mucho en intensidad al anterior. El paralelismo viene a raíz de la sensaciones que desprendieron ambos trasteos. Llegando y apuntando pero sin terminar de acertar en el disparo. Borja Jiménez atacó desde el primer momento al castaño tercero, muy en lo de Jandilla. Bajó ambas manos sin contemplación, con una autoridad total y llevándolo por abajo, aunque el toro rendía esfuerzos al tercero. Tal vez sea ese factor el que influyera en el desarrollo. Tuvo que administrar tiempos y soltar las embestidas con más mimo, cosa que mejoró al animal ya en el final de la faena. Siempre en torero, metido en la escena y siendo protagonista de ella, Borja Jiménez expresó su momento. La espada cayó algo baja y el trofeo se concedió.

El sexto fue un compendio de irregularidad y desorden. Nunca terminó de definirse un toro que notaba sus kilos en el movimiento. Borja le pegó naturales de mérito, quedándose en el sitio, muy bien colocado y exponiendo siempre, siempre la femoral. Algo que es de reconocer. Ovación con saludos.

Ficha del festejo:

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla 4ª de Abono. Más de 1/2. Toros de El Parralejo: Correctos de presentación y de juego variado pero con opciones. Extraordinario el 4°, al que se le dio la vuelta al ruedo.

Miguel Ángel Perera: Oreja y dos orejas.

Paco Ureña: Ovación con saludos y silencio.

Borja Jiménez: Oreja y palmas de despedida.

Se desmonteró Agustín de Espartinas.

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