La quinta corrida de temporada en La México dejó distintos triunfos. Uno de ellos en el ramo ganadero, que sin ser un gran triunfo, demostró que sí hay bravura y casta en el toro criado en México. El otro triunfo, el del torero, fue el que logró Joselito Adame, que más allá de los gustos, que es parte de la democracia que existe en la tauromaquia, salió a hombros con tres orejas. Siempre he comulgado con la idea muchas veces mal entendida de, ante todo, ser torista, ya que así, viendo las condiciones de cada toro, se podrá ser justo con lo que hacen los toreros en el ruedo. Basado en ello, la tarde dejó matices muy interesantes con el juego de los de Reyes Huerta y Jaral de Peñas, cada hierro con su bravura, cada uno con su casta, entendiendo su encaste. Algunos más ásperos, algunos más boyantes, algunos humillando más y otros humillando menos. Pero a ambos hubo que poderles. Hay que ver al torero siendo exigido por el toro y no al toro como comparsa del torero. Buen entrada para esta corrida que había levantado expectación, prácticamente se llenó el numerado.
Confirmó con expectación y muchas esperanzas Pablo Aguado, quién con Un caballero-492, un cárdeno nevado de 491 kilos, acusó su falta de entendimiento a este tipo de toro. Lo de Reyes Reyes Huerta es distinto a lo que quizás le habían dicho. Fue un mar de dudas tanto con capote como con muleta. Se podrá decir a su favor que el viento molestó y sí. Repuso mucho después de cada muletazo porque no fue capaz de despedir al final de ellos un sin fin de enganchones. Nunca pudo enseñar al toro a embestir. Se tiró a matar y, después de un pinchazo, una estocada que hizo guardia y seis golpes de descabello para escuchar un aviso y retirarse entre pitos. Con el que cerró la larga tarde, Agua limpia, de Jaral de Peñas-72 y 515 kilos de peso, que si bien no era un toro de triunfo ni mucho menos, Pablo estuvo por las mismas. Nadie tiene duda del gran toreo de Aguado, pero quedó a deber muchísimo. Solo espero que el día que regrese sea para demostrar.
Con su primero, Dije de oro, un castaño con 483 kilos, Enrique Ponce dejó detalles en capote y muleta mientras el aire le permitió. Quizás ese aire nos privó de ver un duelo entre el encastado toro y la figura del toreo. Una media que ahí quedará. Con la muleta el inicio fue un poema, con un par de trincherazos para paladares exigentes. Por el derecho, entre ráfagas de viento, logró buenos muletazos, pocos pero de buen corte. Intentó por el izquierdo al cambiarle el terreno pero el viento lo hizo imposible. Se retiró en silencio después de un pinchazo y media, trasera y desprendida. Con su segundo, Cumple sueños, un cárdeno con 486 kilos a cuestas, que al final fue el prietito en el arroz, el valenciano estuvo voluntarioso pero fue imposible hacer y rescatar algo… el toro era débil y soso. Después de tres pinchazos y cuatro golpes de descabello se retiró entre división de opiniones.
Fabián Barba, tanto con Mil Recuerdos como con Rey de Chocolate, no estuvo. Es como si nunca hubiera llegado a la plaza ese Fabián con poder y tesonero; a ese Fabián que le ha costado llegar a ganarse su lugar en un cartel así. Desconfiado, y eso se trasmite al toro, mucho trapazo descargando la suerte y algún que otro muletazo suelto aprovechando el viaje del animal. De todas, todas tocando a pitón contrario sin cargar la suerte. Se podrá decir que también a él lo perjudicó el viento, pero su primero, un precioso berrendo, cinchado, estuvo muy por encima de Barba. Con la espada estuvo muy mal. En suma, un aviso en cada toro, cuatro pinchazos y siete golpes de descabello. Tarde desaprovechada por parte del hidrocálido.
Joselito Adame aprovechó con su forma y estilo, que podrá o no gustar, lo que en suerte le tocó. Canónico, del hierro de Jaral de Peñas, de 520 kilos, fue un buen toro en el capote y en el caballo, y muy bueno en la muleta. Adame, muy en su estilo, entre las ráfagas del viento y las ráfagas de su toreo emocionó con el percal a parte de los aficionados con un quite por chicuelinas. Muleta en mano inició de rodillas con derechazos. Por ese mismo pitón derecho, un par más templado, para terminar la tanda con un desdén ante la embestida boyante del de Jaral. El aire molestó más cuando intentó por el izquierdo, pero aún así dejó un natural y un forzado de pecho de buen corte. No podemos exigir arte donde no lo hay, pero la democracia de la tauromaquia nos exige respeto a los gustos. Se tiró a matar dejando la espada en mal sitio, trasera, contraria y desprendida. Una oreja atendiendo al reglamento que no dejó de ser muy barata. Arrastre lento al toro, merecido sin duda.
Un gran toro fue Arrebato, de Reyes Huerta. Bravo y con fondo de casta y clase, al que recibió Adame con una larga cambiada de rodillas. El animal fue al caballo con fuerza y poder, y provocó el tumbo de Curro Campos. Otra virtud del burel fue la fijeza, y así lo demostró en la muleta. El mayor de la dinastía Adame tuvo la virtud de encontrar después de la primera tanda la distancia y terreno exacto para pegar un sinfín de trallazos, despatarrado pero logrando templar. Tres dosantinas y un cambio de mano por delante que, ese sí, fue un gran muletazo. Cerró con ayudados por alto para después de un desdén y sin pensarlo, irse por derecho dejando un estoconazo quizás con el ‘pero’ de estar un poco tendida. Un golpe de descabello certero para que se le otorgaran dos orejas, que fueron protestadas por algunos aficionados. Arrasate lento al de Reyes Huerta. En suma, tres apéndices para salir a hombros.