150 años se dice fácil. 150 años son muchos y Piedras Negras, la mítica ganadería, el mítico hierro, festejó en La México con un triunfo sin sabor un regalo barato para esta casa ganadera, que está muy lejos de ser lo que fue. Esta vacada fue un cimiento y un pilar del campo bravo mexicano y de su Fiesta, parte de su esencia y sin la cual prácticamente su historia sería hueca. Cómo no recordar y emocionarse con la grandeza de Jardinero y Gaona, de Nacarillo y Armilla. Se sufrió con la tragedia de Balderas, con los apuros que pasó Manolete en la única corrida que toreó de Piedras Negras. Aquellos años 40, 50 y 60, aquella apoteósica tarde de Curro con Soy de seda, aquella cátedra de Mariano Ramos con Timbalero…
Nada de esto tiene que ver lo que hoy vimos en la undécima corrida de la temporada en La México. Si bien es cierto que el toro de la familia González es distinto, lo de este domingo estuvo lejos de serlo, fue falto de ese peligro, de esa casta, de ese picor y de ese poder. El sexto se salvó un poco, se vendió un indulto por demás inmerecido a un buen toro, pero pare usted de contar. Lo mejor, quizás, fue la excelente presentación, toros-toros, cumpliendo a cabalidad con la primera exigencia, el trapío. La entrada fue nuevamente patética, sin embargo, por la terna fue entendible.
El primer espada, José Luis Angelino, con Don José María, solo con el capote mostró con las verónicas un toreo decente. Al toro le pegaron fuerte en el caballo, dos tumbos a una cuadra de caballos que tarde a tarde se ve más débil. Antonio García aprovechó que el animal entró dos veces al jaco para quitar por navarras, a lo cual replicó Angelino sin sabor. Colocó banderillas con poco calado en el tendido. En la muleta el toro no fue del todo malo…, malo fue el torero que quedó por debajo. Nunca pudo José Luis mostrar poder ni firmeza. Por el izquierdo, tandas sin rematar. El toro vino a menos y todo quedó en el olvido. Pinchazo y bajonazo para no desentonar y escuchar algunos pitos. Don Romarico fue su segundo. Con él, nuevamente, dejó buenos detalles a la verónica. Con las banderillas poco o nada que comentar. Pasan los años y Angelino no progresa, sigue estancado. Ahora, por momentos, con chulería, que no es lo mismo que torería. No encontró nunca ni la distancia ni el terreno, repuso mucho entre muletazo y muletazo. Quedaba mal colocado, por momentos como si estuviera dando sus primeros pasos. Después de un festín con la espada y escuchar un aviso, se retiró en silencio.
Antonio García El Chihuahua, desde que se abrió de capa, supo que Don Lubin lo pondría a prueba. Bien estuvo lidiando Diego Bricio y también apuntamos una segunda buena vara de Guillermo Cobos. En banderillas, el torero escuchó palmas a pesar de la fea forma (por decir lo menos) que tiene para colocarlas. Con la muleta el toro se volvió sobre las manos y el torero se mostró, a pesar de estar muy toreado, falto de recursos, incluso hasta en su intento de torear por la cara. Silencio después de una entera tendida y desprendida. Don Raúl fue su segundo, lo apretó en el capote y solventó con un par de rescatables verónicas. Con las banderillas, muy en El Chihuahua. En el último tercio el toro mostró su falta de fuerza e hizo más clara la falta de bravura y casta. Tandas como el agua, incoloras e insípidas. Horrible su forma de ejecutar la suerte suprema, saliéndose, pegando un brinco y tirándose sobre el lomo para buscar el aplauso fácil. Dos pinchazos, media y cuatro golpes de descabello. Escuchó un aviso y se retiró en silencio.
Gerardo Rivera mostró desde un inicio sus intenciones y se fue a portagayola para recibir a Don Villulfo. Toro y torero hicieron abrigar esperanzas por lo visto en el capote, pero eso fue todo. Lo picó mal y muy duro Omar Morales, a lo que se sumó una lesión en una de las patas traseras, lo que terminó con toda posibilidad de ver algo interesante. El toro terminó por echarse para ser apuntillado. Cerró plaza Siglo y medio, un precioso cárdeno nevado. Gerardo Rivera se volvió a ir a la puerta de toriles, que resultó fea. Con el capote, mandiles atropellados porque el toro apretó y mostró codicia. Un puyazo muy breve que solo rompió el pelo y nos privó quizás de calificar lo que más tarde resultaría. Navarras apresuradas, con prisas. Invitó a Angelino a colocar banderillas, el toro fue alegre pero el tercio fue de mal gusto y algo corriente… el toro se desgastó. Ya en la muleta mostró buen son, buen tranco y acometió pero Gerardo nunca lo pudo hacer lucir. El toreo fue atrabancado al mil por hora. En algunos momentos logró templar y alargar el muletazo, pero la velocidad en la que lo ejecutaba daba al traste. Comenzaron algunos villamelones, sí, esos de la villa de los melones, a pedir el indulto y el torero los complació vendiendo un mal toreo a un buen toro, pero jamás de indulto. Ah, pero había que premiar de algún modo los 150 años de esta casa ganadera y el tipo nefasto que hace de ‘autoridad’ lo concedió ante fuertes protestas. Si Gerardo Rivera pensó o piensa, cree o creyó que esto es un verdadero triunfo que lo llevará a los cuernos de la Luna y así colgarse en buenos carteles, está en un gravísimo y terrible error.
Lo mítico de un hierro no se hace de la noche a la mañana, son años de lucha y esfuerzo, es seguir en la búsqueda de aquello que le dio grandeza. Este indulto está muy lejos de ser un triunfo para Piedras Negras. Sin embargo, hay que seguir pidiendo que esté en los carteles porque puede, y ojalá así sea, volver por la puerta grande y recuperar su grandísima historia.