Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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El nirvana del Príncipe se quedó a la Puerta
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El nirvana del Príncipe se quedó a la Puerta
Crónica Sevilla | 5ª de la Feria de San Miguel

El nirvana del Príncipe se quedó a la Puerta

Darío Juárez

Pasaban siete minutos de las 13:30 cuando sobre la Giralda se cernía un firmamento cárdeno y apocalíptico que hacía presagiar una tarde de tormenta constante sobre la Maestranza y que, afortunadamente, terminaría por quedarse en mera lluvia intermitente que no logró dinamitar el primero de los dos mano a mano de esta feria, en el que la pureza del nirvana de Emilio de Justo se quedaría a dos dedos de la Puerta del Príncipe.

La cortina de agua se abría sobre el Baratillo cuando Bochorno se partía el pitón izquierdo por la cepa en el primer burladero que se encontró. Con miedo a salir, por chiqueros apareció el muy serio y cuajado sobrero de Victorino, con el que Emilio de Justo se fajó a la verónica, embriagándose de esa codicia que parecía imparable y acabó afligida, venida a menos, silenciosa hasta para hacer daño cuando lo encunó sin saña después de un inoportuno resbalón. Quedaban dos más.

La previa en Instagram mostraba desde su perfil a un sereno Emilio de Justo que se enfundaba en un espectacular nazareno y oro. Mirando al cielo y a decir verdad, el día no estaba para torear, pero Emilio sabía que en tiempo de erupciones su tarde con Victorino en Sevilla estaba llamada a hacer historia después del suceso de Madrid dos meses antes. Los ecos de aquello llegaron hasta la Maestranza entonando las cantigas perdidas de un sabio que hoy recogió el matador extremeño en forma de dos orejas, después de una faena que hoy ya es historia viva de la tauromaquia. Los vencejos con el nórdico a cuestas, el cielo abriéndose entre la espesura de las amenazantes nubes primerizas y Sevilla expectante por lo que estaba a punto de ocurrir, después de que Portezolano aprendiera a embestir de manos de su matador, en apenas diez segundos de recibo en un palmo, sacando los brazos e invitándolo a llevar el hocico por el suelo más allá de la esclavina.

Hacia su compañero y amigo, Pablo Aguado, iría a parar el brindis de ese toro con tintes santacolomeños en su morfología, el cual le fue regalando a sorbitos un trazo largo y templado a un De Justo que con los vuelos lo citaba llevándolo hacia atrás con suma cadencia, atalonado en el embarrizado albero obrando así, una tarde más, el milagro impertérrito del temple. Emilio estaba completamente mimetizado en ese trazo que dormía al tiempo desde el Ebro al Guadalquivir; desde el embroque hasta el final de un muñecazo floreado y mandón que ordenaba a Portezolano a empaparse de la panza, una vez recompuesto del anterior. Los vuelos como señuelo de vida. Los toques precisos dormían ese viaje de encastada y humillada mermelada que terminaban untados en el trincherazo, en la trincherilla, en los de pecho con destino a la hombrera contraria que aún no han terminado. Emilio era el toreo; Emilio es el toreo. Encima se tiraría tras cerrar por naturales con la derecha, enterrando una estocada contraria tras el atracón.

A una llave de dar las buenas noches a Triana se quedó el matador de Torrejoncillo cuando la espada se le resbalaba de la mano por la viga del sexto. Un animal que le había cantado a Morenito de Arles por bulerías su buen pitón izquierdo, siendo el flanco que tomó prestado Emilio para dibujar una tanda de locura con las costuras del alma, viendo como el victorino se salía de los vuelos con una alegría excepcional. Por el derecho, ya le había sobado las palas con media muleta, tragando un corto viaje que volvería a sacar en la última a pies juntos con la zocata. La petición cuajó, pero no hasta el punto de que el usía se vaciase de benevolencia para regalar una Puerta del Príncipe que más pronto que tarde llegará.

Si el cuarto fue bueno, el quinto sería igual pero con un puntito más de guindilla. Un galán de la A coronada que regaló embestidas humilladas y certeras a un Antonio Ferrera que a duras penas, poco o nada pudo decir con primero y tercero –inválido descastado y manso de libro, respectivamente–, pero al que con éste, el mejor de su lote, se le vería acelerado, despegado, sin salir nunca en torero de la cara, y primando la búsqueda del guiño rápido hacia la galería, antes que meterle la muleta cinco veces por debajo de las palas para traerlo rozando la faja hasta el final.

 

  • Real Maestranza de Caballería de ?Sevilla. 5ª de la Feria de San Miguel. Más de media plaza permitida. Se lidiaron seis toros de Victorino Martín, muy bien presentados; faltos de fuerza, casta y fondo, 1°, 2° y 3°; noble, bueno y encastado el 4°, muy encastado el 5°, y con buen son pero venido a menos el 6°.
  • Antonio Ferrera (grana y oro): ovación con saludos, silencio y vuelta al ruedo tras petición.
  • Emilio de Justo (nazareno y oro): ovación con saludos, dos orejas y ovación con saludos tras petición. Salió a hombros por la puerta de cuadrillas.
  • Gran tarde de las cuadrillas de a pie, destacando a Fernando Sánchez, al Algabeño y a Morenito de Arlés pero, sobre todo, el tercer par antológico de Joao Ferreira al primer toro.
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