El toreo, ese arte único, ese que nos hace desgañitar, ese que nos hace sentir y en ocasiones llorar, es el que vale oro. Lo realizado por Antonio Ferrera quedará grabado en la memoria de muchos aficionados. Tocayo, de la ganaderia de La Joya, herrado con el número 210 y con 498 kilos, fue un gran toro, transmitió desde su primera embestida y Antonio nos permitió verlo. En el caballo fue al encuentro pero faltó ver esa bravura, esa casta y esa raza en una segunda vara. Media muy torera después de quitarlo del caballo y bregar, eso que es importantísimo porque el matador es quien siente al toro después de la suerte de varas. Apenas tomó la muleta y se hizo con la embestida. Dos tandas suaves y templadas donde un trincherazo y un pase por delante anunciaban esa conjunción de la bestia y el hombre. Se fue Ferrera al otro tercio y allí permitió ver en plenitud al tal Tocayo. Giró en el cite para ligar tres naturales y el de pecho y salir con garbo. Se cambió la muleta por la espalda para dar un natural soberbio mirando al tendido, una vitolina y cuatro derechazos para terminar de poner la plaza a sus pies. En forma muy torera se echó la muleta al hombro y caminó de frente al toro, como si estuviera en otra época, en aquella época de oro. Le habló al dar los pasos y nuevamente por naturales se desbordó. Al final de la tanda, un colosal desdén.
Sabía perfectamente el extremeño que toda la escena era suya y buscó claramente el indulto. Esa puerta ancha y cómoda para no tirarse a matar por miedo al pinchazo. Toda la gloria hubiera sido suya porque el toro no era de indulto. Se fue vivo el animal con las orejas y el rabo que pudo tener en sus manos el torero. ¿Y por qué en mi nulo entender no era de indulto? Porque el indulto debe ser a un toro único, excepcional y aunque fue un gran toro, no siempre humilló, le faltó poder en el caballo y al final Ferrera lo hizo ver mejor de lo que, en sentido riguroso, fue. El juez en un principio ordenó que lo matara, pero hábilmente el torero se puso de rodillas después de un molinete y subió el tono de la petición. Muletazos por cada lado para lograr que el juez concediera el indulto. La faena de oro ahí queda, las opinión sobre el indulto también porque la tauromaquia es y siempre será una democracia. Y, sin duda, lo mejor para Antonio Ferrera fue sentirse torero y transmitirlo, el premio del Estoque de Oro es por demás merecido.
Abrió la tarde Enrique Ponce con Caudal de memorias, que se lastimó al clavar los pitones en la arena y fue atinadamente devuelto. En su lugar salió Buen amigo, que al final de cuentas no sirvió. Se notaba lastimado de la pata trasera derecha y su embestida era descompuesta. Enrique intentó sin resultados. Entera en buen sitio para escuchar palmas y saludar en el tercio.
Morante de la Puebla fue el tercero en el cartel y tuvo en suerte a Romero, de Bernaldo de Quirós, quien siendo fiel a lo que es ese hierro ganadero, no sirvió tampoco. Después de dos pinchazos, media para escuchar un aviso y retirarse entre pitos. En el pecado llevó la penitencia…
José Mauricio estuvo muy bien con Coco, de Xajay. Inicio variado con el capote por verónicas y después de un breve puyazo, chicuelinas, una caleserina y una larga. El comienzo con la muleta fue importante, con toreros doblones para desengañar al toro. En la primera tanda si bien la embestida era descompuesta, el avecindado en San Luis Potosí demostró su cabeza torera y comenzó a estructurar la faena, le echó los vuelos para traerlo toreado y despedirlo perfectamente al final de cada muletazo, lo que hacía que el burel repitiera y las tandas fueran largas, como gustan en México, lo cual tiene mucho mérito. Se cambió la muleta a la de cobrar para pegarle seis naturales y el de pecho. La raza y la casta que le faltaba al de Xajay la puso Mauricio. Al final el toro comenzó a quedarse corto, un parón donde aguantó con valor sereno. Cambio de mano con aroma, una trincherilla, muletazo en redondo y el forzado de pecho. Se tiró a matar con mucha verdad, dando el pecho. La espada quedó tendida. Oreja por demás merecida.
Cinco estrellas, de Reyes Huerta, correspondió a Joselito Adame. El hidrocálido estvo muy bien, con su tauromaquia, que podrá gustar o no, pero salió a torear con mucho celo y profesionalismo. Con el capote nada que contar. Con las banderillas invitó a Ferrera y a Luis David ante la apática negativa de Morante. Resultó bueno y aplaudido el tercio. Con la muleta, lo que parece en muchas ocasiones repetitivo, es decir, muletazos por aquí y por allá pero eficaces. La embestida fue sosa pero había que estar ahí, aguantó y lo empaló el toro al realizar una dosantina afortunadamente sin consecuencias. Entera para que le otorgaran dos orejas que fueron muy protestada. Con una hubiera sido suficiente.
Completó el cartel Luis David, que pechó con Palomito, de Las Huertas, que resultó manso. El toro se defendió durante toda la faena soltando la cabeza, calamocheando. Sin embargo, Luis David estuvo firme y robó algún muletazo suelto. El toro comenzó a recular y el torero se precipitó al tirarse a matar ya que el animal no estaba fijo. Doble pinchazo y un tercero hondo que fue suficiente para que doblara. Silencio.