En los últimos coletazos de este sísmico 2023 y con las principales ferias del año venidero en plena ebullición, hubiera sido un error olvidarse del XX aniversario de alternativa de cuatro toreros que se bautizaron en oro allá por 2003 y que hoy visten o vistieron de plata hasta hace poco, con la honra y el respeto de la profesión y de los aficionados a cuestas, ganados en el ruedo con sus capotes y rehiletes: Iván García, Sergio Aguilar, Luis González y Roberto Martín Jarocho.
Iván (García) —por orden de antigüedad— me cita a las 14:00 o a las 20:00 horas: “cuando te venga mejor de las dos”. Antes o durante está entrenando. Fue un 27 de marzo de 2003 cuando tomaba la alternativa en La Magdalena, apadrinado por Joselito y con El Juli haciendo las veces de testigo, con toros de Juan Pedro: “Fue un día soñado. Siempre piensas en el día de la alternativa, pero tomarla en una plaza como Castellón y con dos figuras como Joselito y Juli, pues imagínate”. Doce años como matador de toros hasta que en 2015, tras hacer el paseíllo un 15 de agosto en Cenicientos en un desafío ganadero entre Escolar y Adelaida Rodríguez, decide quitarse el vestido de oro “porque ya estaba toreando poco y lo que me ofrecían, en el plano económico, era maltratarme. Entre eso y que las ilusiones ya estaban mermadas, pues…”
El día que Iván entró en la Escuela Taurina de Madrid, aquella frase que reza “ser torero es muy difícil; llegar a ser figura es casi un milagro” se le quedó grabada para siempre. Una vez tomada la decisión de aparcar el oro, un horizonte nuevo se abría para él en el escalafón de subalternos: “Me acordé de aquella frase y, como nos habían enseñado a banderillear por si no llegábamos donde todos queremos llegar y, además, se me daba bien, creí que me podía ganar bien la vida haciendo lo que más me gusta, que es torear, pese a ser consciente de los grandes banderilleros que había, ya que abrirse paso en este escalafón es complicado aunque parezca que no. Yo tuve suerte porque enseguida me coloqué con Iván Fandiño, que en paz descanse, y después con Cayetano, etc. Después me vino todo rodado”, reconoce.
A Sergio Aguilar, otro madrileño, le doctoraba también Joselito el 4 de junio de ese 2003 en las postrimerías de aquella Feria de San Isidro, flanqueado a su derecha en el paseíllo atestiguando el suceso por Víctor Puerto, y ante toros de Partido de Resina. Catorce años en activo como matador de toros y otros tantos de novillero —en los que sufrió diversos percances que no pudieron con su afición—, hasta que el 1 de junio de 2017 decide cambiar el oro por la plata para demostrar su categórica profesionalidad uniéndose a las filas de numerosos matadores para torear bajo sus órdenes. Es el 20 de octubre de 2021, en plena pandemia del Covid, cuando decide retirarse definitivamente: "Desde hoy pongo fin a una etapa importante de mi vida. Ha sido una decisión difícil, meditada desde hace tiempo y son varios los motivos personales por los que he llegado a tomarla”, señalaba aquel comunicado. Un año más tarde se hace cargo de dirigir la carrera profesional del matador portuense, Daniel Crespo. El próximo 14 de enero cumplirá un año como profesor de la E. T. de Madrid.
Fue un 7 de junio de ese mismo 2003, en la tradicional —hoy extinguida— corrida de Beneficencia de Ávila, cuando El Cordobés daba la alternativa al entonces novillero cebrereño, Luis González, con Rivera Ordóñez como testigo completando el cartel: “Fue un día muy bonito, muy especial, pero estaba muy nervioso. Piensas que estás preparado, eres un tío avezado de novillero y bah, llegas ese día y nada. Yo, por lo menos, empecé a torear bien y para mí cuando me iba a quitar (2017). ¿Por qué? Por la responsabilidad, por la cantidad de cosas de las que te das cuenta después y no cuando estás en la vorágine de torear más…”, reconoce Luis.
En el 19, un año antes del inicio de la pandemia y tras dos años sin enfundarse en un vestido de torear, Luis decide vestirse de plata “porque lo necesitas, al final lo echas de menos. Es la vida de uno y necesitas estar en el mundo del toro de alguna manera y, estando así, creí que me iba a venir bien. Además de la ayuda en el plano económico”. Luis también es ganadero junto a su hermano Dani del hierro abulense de Los Lastrones. Una tarea complicada porque “cuando toreas y estás quince días seguidos sin ir por la finca es difícil, porque tienes que tener la cabeza puesta al 200 por cien en el toro. Yo tengo la suerte de tener la ayuda de mi padre y mi hermano, pero a veces se hace complicado porque tienes que estar a la vez pendientes de llamadas de el del pienso, de cargas, descargas…”, comenta el torero abulense.
También en el mismo año, pero el 3 de julio y en Burgos, Roberto Martín Jarocho era doctorado también por Joselito en presencia, como en el caso de Iván García, del Juli como testigo. El torero burgalés tan sólo vistió el oro durante cuatro años, ya que “cuando uno va creciendo en la profesión y quiere estar en el circuito de las grandes ferias, pero no reúne las condiciones necesarias para estar ahí, te lo planteas. Ese 2007, recuerdo una corrida de Partido de Resina en Burgos, con Rivera Ordóñez y Morenito, que me dejó con la moral muy baja. Ahí me hice replantearme el tomar otros caminos porque hay que ser realistas”, reconoce Jarocho. Que años después se hace banderillero, “buscando el ir con toreros importantes y estar en las ferias. Siento que he crecido, he estado al lado de figuras del toreo y he toreado mucho involucrándome con los toreros con los que he ido, siempre haciendo las cosas a su favor”, reconoce el torero burgalés.
¿Es complicado compaginar tu profesión cuando tu hijo esa misma tarde se está vistiendo de torero?
“Sí, es complicado… Es complicado porque, claro, no le puedo engañar y, desde el primer día que decidió ser torero le dije las cosas como son, la realidad de la profesión. Que es una profesión dura en la que hay que apostar, sacrificarse y esforzarse mucho, y donde hay que ponerse en unos terrenos y en un sitio donde los toros cogen. Y, claro, yo como padre en muchas faenas le tengo que exigir que se ponga en el sitio donde el toro le puede coger, pero es la única manera de crecer en la profesión. Él lo sabe y parece que poquito a poco va creciendo como novillero”, concluye Jarocho.