Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
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Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa
CRÓNICA MADRID | 12ª de la Feria de San Isidro

Jorge Martínez camina en silencio hacia la alternativa

Darío Juárez | Madrid

Llegaba el agua por San Isidro entre intermitentes cortinas de lluvia fina que se fueron haciendo presentes pasadas las horas del mediodía, hasta llegar a la de los toros -las 7 de la tarde- o, mejor dicho, de los novillos cuajados, sospechosamente manipulados y desrazados de Montealto, que no taparon la movilidad que despacharon ni el genio encastado que, a veces, aplica el manso.   

Sobre el tapiz venteño, tres novilleros punteros, dos de ellos en el día de su presentación en Madrid, como fueron Jorge Molina y Sergio Rodríguez, que no terminaron de acoplarse con sus lotes; uno por hacerlo tarde y otro por correr demasiado. Sin embargo, Jorge Martínez era el único que ya había pisado Las Ventas y al único que se midió con la vara del silencio en una tarde sobrada de poder y mando, empoderada de importancia con el trazo de su mano izquierda con el que abrió plaza: el único utrero con clase y entrega de todo el encierro, pero falto de fuerza. 

A Jorge Martínez no le arruinan las prisas ni las faltas de estilo. Todo es cadencia y mesura en lo que hace o intenta hacerle a los animales, como de tal guisa le sacudió el ramilletes de chicuelinas entre varas a ese noblote atigrado 1°, antes de ponerse a torear al natural con toda la verdad. El de Montealto era pronto, como lo fue todo el encierro, y se dejaba embarcar en la panza de la muleta que con la mano de los billetes le presentó el totanero. Sin embargo, al novillo le faltaba la fuerza y deslucía todo aquello cuando, hasta en tres ocasiones, perdía las manos en el tercero antes del de pecho o el desdén, pese a la delicadeza templada de Martínez. La estocada cayó trasera. 

Quizá, que el 1° acusara la falta de fuerza pese a su calidad pudo ser el detonante que hiciera que Madrid no entrara en la faena, pero tampoco fue normal que no lo hiciera frente a ese manso 4°, sin picar, abanto y peligroso en banderillas, con el que porfió con los toques y el mando de su muleta, pasando de los tecnicismos al toreo, en una faena de menos a más que tampoco le cantaron, cuando no hizo otra cosa que buscar el pitón contrario y vaciar atrás el muletazo. La exigencia del silencio de Madrid en el camino hacia la alternativa en Almería, supongo. 

Tarde, pero con mucho valor, vio Jorge Molina al manso 5° que salió arrollando del caballo donde tampoco cumplió. Fue en aquel inicio manoseado y consentido en el terreno de tablas jugándose a pasar el toro por todos lados, donde verdaderamente se vio la firmeza resolutiva que acabaría plasmando en las dos últimas series cuando le cambió los terrenos y le apretó hasta que el novillo se sintió podido del todo. Antes no lo había conseguido. Fue cogido en el segundo intento al entrar a matar, sin recibir cornada aparente pero cayendo feamente con el hombro. 

No terminó de romper con el playerito que hizo 2° con el que se presentaba en Madrid, habiéndose defendido mucho en el capote hasta que Juan Navazo lo enseñó a embestir con una lidia pluscuamperfecta. Tras el inicio genuflexo y vistoso por bajo ganado terreno al novillo hacia las rayas, todo se desdibujó cuando el torito se fue al suelo hasta en tres ocasiones. Las ganas eran palpables, pero lo poquito que le había regalado hasta el momento no había, digamos, salido a flote con limpieza. La estocada, trasera y contraria, atracándose de toro y tirando la muleta. 

El segundo novillero en cuestión en presentarse en Madrid en la tarde de Montealto era el abulense de Las Navas del Marqués, Sergio Rodríguez, a quien se vio acelerado con el utrero de su bienvenida a Madrid, pese a las ganas de comerse el mundo y el alma en novillero que demostró en el electrificante inicio de faena de hinojos, firmado con tres derechazos en redondo tras el cambiado por la espalda. Y ahí se quedó la faena. Pues el torete, bravucón sin entrega, pedía su sitio y Sergio no se la dio. El navero primó la colocación buscando el pitón contrario y el juego de cercanías, cosa que le honra, pero no se acopló con el novillo y la faena, desde aquel trepidante inicio, sólo hizo ir a menos.

Con el manso y mirón 6°, el más toro, no tuvo ninguna opción, pese a la intención del joven abulense a ponerse bonito queriendo descolgar los hombros a partir del segundo muletazo, habiéndose torcido el tobillo izquierdo corriendo al toro para atrás durante la lidia. Abrevió.

 

* Ficha del festejo:

Monumental de Las Ventas. 12ª de la Feria de San Isidro. Casi 3/4 de entrada. Se lidiaron 6 novillos de Montealto, cuajados aunque desiguales y sospechosamente manipulados de pitones; mansos y prontos en su conjuntos, destacando la calidad sin fuerza del 1°. 

Jorge Martínez, de sangre de toro y oro. (Ovación con saludos en ambos) 

Jorge Molina, de azul marino y oro. (ovación con saludos tras aviso y tras petición y ovación con saludos tras dos avisos) 

Sergio Rodríguez, de azul pavo y oro. (Ovación con saludos tras aviso y silencio tras aviso).

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