Para gustos, los colores. Y como de éstos hay cientos, cada aficionado que ayer regresara 365 días después fiel a su cita con la plaza del Paseo de Chicuelo II, pudo salir con una opinión muy distinta. Si nos ceñimos a las Matemáticas, Joselito Adame confirmó la regla no escrita de que las sustituciones en Cuenca suelen salir muy bien, cortó tres orejas y abrió la puerta grande. Si en cambio tenemos en cuenta la Plástica, entonces el profesor pondría el sobresaliente a Juan Ortega, que abrió por momentos el tarro de las esencias y dio una lección de torería clásica, concepto profundo y hondo y formas añejas. La espada le privó de debutar en esta plaza con triunfo, pero el poso de su ortodoxo toreo ahí queda, con independencia de los despojos cortados. Castella, que completó cartel, pasó de puntillas y firmó una tarde gris de más a menos.
La feria, fría de inicio, la descorchó un ramillete de verónicas de Sebastián Castella al Torpón que blandeó en exceso en el peto. Igual que en el notable inicio muleteril del francés cosido a las tablas y sin enmendar la planta. Todo el trabajo quedó en manos del espada, que no encontró respuesta en frente debido a la descastada y blanda condición del burel. Ofreció pasajes meritorios, pero sin profundidad y a media altura. No fue su culpa. El arrimón final para calentar al tendido fue del todo prescindible. Aún a pesar de enterrar la espada al primer intento, la petición fue insuficiente. El Palco, dadivoso, se la concedió y Castella, nada más tomarla, la regaló al tendido. Entre la aburrida condición de Imaginado y la merienda, los primeros tercios del cuarto capítulo fueron como para echar una cabezada. Del letargo salimos en el inicio por arriba, errático, porque Sebastián se dio cuenta pronto de que había que bajar la mano. No lo hizo y el animal desarrolló un sentido sordo que terminó por desesperar al galo, que no terminó de encontrarle el aire a un oponente exigente que le puso contra las cuerdas. El manteo, adornado con la música, que sonó sin sentido, fue un querer y no poder a pesar la desdibujada porfía del diestro francés. Para colmo, dio un sainete con la espada.
El Galletero que hacía segundo se dejó la vaina del pitón en un burladero, y en su lugar salió Jaulero, de la ganadería de José Vázquez, un 'tío' al que Joselito Adame enjaretó un interesante recibo por delantales. Salió desentendido de la jurisdicción del pica, donde manseó antes de un gris quite por Chicuelo. El trasteo careció de fundamento e ideas y evidenció una más que patente falta de técnica y oficio a la hora de 'meterle mano' a este mansito sin clase que se movió, eso sí, de mala manera. Empujó sin demasiado fuste, pero también es verdad que delante no encontró a nadie que le abriera los caminos de la forma correcta. Faltó un océano de hondura en su toreo, majo baja y mucho acople. Las florituras del final calentaron la petición. Midieron mucho en varas a Coronado, que por eso, quizás, fue el que mejor aguantó el tirón en la pañosa. De hecho, el animal embistió más que toda la corrida junta, con fijeza, transmisión y calidad. Joselito dio distancia, marcó bien los tiempos y mejoró lo ofrecido antes, pero también es cierto que no terminó de redondear la faena que el bueno de Sorando pedía. Faltó toreo fundamental, dejar la muleta puesta y alargar series ceñidas. Con todo, el torero en redondo y periférico del hidrocálido llegó a buena parte del tendido, que le quiso sacar a hombros a pesar de dejar la estocada en el sótano recibiendo.
Incierta fue la salida al ruedo de Pazguato, tercero de la tarde, y del mismo palo el saludo de Juan Ortega. El trincherazo que apuntó en el inicio muleteril bien valió media entrada del festejo. Y eso acabó siendo lo más interesante, pues el burel de Sorando ya venía con la persiana echada, acortando el viaje y soseando. El torero compuso a las mil maravillas y dejó una muestra clara de su valioso concepto, pero en su camino se cruzó un animal sin casta y reservón, que terminó por moverse a la defensiva. Dos de las verónicas que Juan endosó a Incomunicado fueron el aperitivo caro de un quite torerísimo por chicuelinas en el último 'baile' de la tarde. Como torerísimo fue el genuflexo inicio con la 'roja' al cobijo de las tablas. Empezó a cimentar su rotunda labor en dos primeras tandas por la diestra profundas a más no poder. Clasicismo, temple y pureza a raudales con un toro que se tragaba el engaño en viaje largos con el hocico besando la arena. Al natural, él no bajó, pero sí el de Sorando, mucho más franco por el derecho. Por ese flanco remató un parlamento de nota, solo ensombrecido por el deficiente empleo de los aceros, que le cerró la puerta grande a cal y canto.
Ficha del festejo:
Plaza de toros de Cuenca. Primera de la Feria de San Julián. Media entrada en tarde nublada y agradable. Se lidiaron cinco toros Román Sorando y uno de José Vázquez (2º bis), muy bien presentados. Descastado y muy blando el soso 1º; se dejó sin clase el mansito 2º bis; descastado y a la defensiva el 3º; desarrolló sentido el exigente 4º; con transmisión, fijeza, recorrido y calidad en su embestida el 5º; noble y con transmisión por el derecho el muy buen 6º.
- Sebastián Castella (azul marino y oro): oreja y ovación con saludos tras aviso.
- Joselito Adame (azul marino y azabache): oreja y dos orejas.
- Juan Ortega (verde oliva y azabache): palmas y ovación con saludos tras aviso.
- Fernando Sánchez saludó una ovación tras patear al segundo de la tarde.