Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Juan Ortega esculpe un monumento a la pureza
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Juan Ortega esculpe un monumento a la pureza
Crónica Jaén | 1ª de la Feria de San Lucas

Juan Ortega esculpe un monumento a la pureza

Darío Juárez

Efectivamente, las trompetas de Linares no sonaron por casualidad. Como así lo hiciera la frescura del rocío de torería que despachó junto a Morante hace apenas cuatro días en el cordobés Coso de los Califas. Juan Ortega hizo esperar más de dos horas para que Jaén viera torear. Los juegos de artificios de Ponce con el inválido, desnutrido y débil cuarto, y la generosidad desosegada del paisanaje para regalarle las dos orejas del quinto a Curro Díaz, ni siquiera de puntillas llegaron a rozar las cotas de emoción que supusieron tres verónicas mecidas del sevillano para recibir al sexto. La parroquia, en pie. Y aquello no había hecho más que empezar...

130 minutos de espera para ver algo importante en la tarde. Una sola razón por la que salir del Coso de la Alameda toreando, sin duda algo casi insospechado a razón de cómo se había gestado la tarde hasta el momento. Y es que, a diferencia de la importante corrida de Nimes que puso a Victoriano del Río en boca de todos, lo de hoy tuvo que venir a salvarlo el sexto con su calidad,  nobleza y entrega. Ese agraciado toro tuvo la suerte de caer en el lote de Juan Ortega, habiendo decidido echar por delante el más bastito que resultó ser una alhaja, tirando derrotes constantemente y quedándose a mitad del muletazo sin terminar nunca de pasar. Jorge Fuentes, con las avivadoras, dejó dos pares nada estéticos pero absolutamente expositivos  cuadrando en la misma cara y siendo lo más destacado en el capítulo de este tercero.

El salvavidas de la corrida resultó ser Basurilla. Curioso nombre de este cierraplaza que para nada hizo gala en su comportamiento. Si a la verónica había puesto aquello patas arriba, el quite con excelsa gracia y donaire por Chicuelo sumaba enteros al suceso que se estaba consumando por San Lucas. Y tras el par ovacionado de Perico que cortaba el segundo capotazo en la distancia corta, la faena. Por alto, barriendo el lomo en un vaivén acompasado por los brazos de un barquero bañado en torería, lo fue sacando más allá de las dos rayas. Por allí cayeron un molinete con mucha guasa a pies juntos y el de pecho.

La banda hasta entonces había dado muestras de afición haciendo sonar la música al final de las faenas de Ponce y Curro por la falta de estructuración y resultado en las mismas. Sin embargo, Juan Ortega quiso que eso no fuera así y en la mitad de la primera tanda por el derecho, rompieron a sonar los acordes. La naturalidad de Ortega emborrachaba a Jaén poco a poco en cada muletazo, la figura predispuesta dando el pecho y las ventajas al del hierro de la Y. El mentón hundido, la muleta presta; aquellos naturales que perdía detrás de su cadera. La sutileza en los toques, la planta recta, la mano dominante en mitad de un palillo que ordenaba aquello con sutileza. El sonido de las palmas de Jaén era pura psicodelia. La obra en su punto, pero faltaba la guinda de torería en un epílogo genuflexo en el que resultó arrollado por la pata derecha del Toro, afortunadamente sin mayor agravio. Tras un pinchazo, Juan Ortega enterraba una estocada en la yema que ponía punto final a otra tarde para tener muy en cuenta los registros artísticos tan virtuosos que tiene este torero.

Curro Díaz es para Ponce su Sancho Panza particular de esta temporada. De las seis corridas lidiadas por el torero linarense este año, cinco han sido detrás de Enrique. Cosa realmente curiosa pero obvia: al uno no le molesta el otro y al otro le viene bien torear muchas de las que firma el uno. Hoy el papel se cortaba en casa de Curro, pese al recibimiento en modo de homenaje a Ponce por sus 30 años de alternativa. El jienense de Linares fue premiado injustamente con las dos orejas del quinto. Un toro mansote que repuchó la puya de inicio y, al volver al jaco, Agustín Collado lo barrenó de manera descarada y vergonzosa. No hizo por humillar en ninguno de los primeros tercios, tampoco demostró fijeza ni celo por los capotes. Muy templado y relajado escenificó Curro el inicio de faena que precedió a una primera serie en la que el animal salía a su aire, pudiendo aprovechar pasajes sueltos por ambas manos con el medio muletazo que como mucho le regalaba. Tres naturales templados para recordar, apostillando la actuación muy encimado y acelerado con el toro por el flanco diestro. Muy a menos esta faena que rubricó con una estocada entera. A la postre, las dos orejas. De cachondeo, desde luego.

Frente al segundo, que se quedó encelado en el peto durante un largo tiempo, no pudo relatar con altivez más que un par de naturales de buena factura. Por el derecho el toro se venía un tanto por dentro y había que llevarlo tapado. Curro no le prestó el pecho en ningún cite, siempre asomándose al muletazo y dejándosela puesta para dar con la ligazón. La estocada hizo guardia, a la que siguió un pinchazo bajo y otra estocada caída.

Dieciséis son las tardes en las que Enrique Ponce se ha vestido de luces esta temporada. Una temporada en la que va a terminar de nuevo como líder en el escalafón sin haber dicho absolutamente nada delante del toro, más que el tedio de aburrir con faenas largas, como la que le recetó al cuarto, descubriendo su repetitiva amalgama de tecnicismos para intentar transmitir algo de emoción con inválidos y toros descastados, como ha sido una vez más el caso de hoy. Entre poncinas y muletazos por encima de la cintura se vio obligado a reproducir la última faena de su temporada, que brindó a su cuadrilla y staff, entre ellos Mariano de la Viña vestido de calle, un año después del fatídico percance de Zaragoza. El toro, carifosco de testuz, anovillado y estrecho de sienes hizo sonar el estribo saliendo de la suerte perdiendo las manos; tendencia que repetiría sucesivamente en las primeras tandas de la faena de muleta. Acabó rajándose y Ponce cortando una oreja tras un sartenazo en los bajos.

Del primero, el cuál venía con la vista cruzada por el pitón izquierdo, no supo aprovechar el buen son que tenía el derecho. El toro fue sin duda el que mejor se empleó en varas, empujando de riñones y con ambas defensas, demostrando así su bravura. No le hizo un feo en las dos primeras tandas, además de venir con recorrido y una largura casi humillada. Ponce, toreando para él como siempre hace, despedía los muletazos hacia fuera y el toro se salía de los vuelos en demasía, cosa que calaba poco en el tendido. Y es normal, de ahí que la música empezara a sonar en la cuarta tanda, prácticamente por obligación, ante las voces sueltas que la solicitaban. Tras el pinchazo, la estocada.

 

  • Jaén. Coso de la Alameda. 1ª de la Feria de San Lucas. Lleno del aforo permitido en tarde apacible. Se lidiaron seis toros de Victoriano del Río, dispares de presentación, escaso juego y descastados en su mayoría a excepción del 1° y 6°.
  • Enrique Ponce (rosa palo y oro): ovación con saludos y oreja tras aviso.
  • Curro Díaz (azul pavo y oro): ovación con saludos y dos orejas.
  • Juan Ortega (corinto y oro): ovación con saludos y dos orejas.
  • Se desmonteró Jorge Fuentes tras parear al 3°, Óscar Castellanos en el 5° y Perico y Andrés Revuelta tras hacerlo en el 6°.

 

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