Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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La gloria, la pena y la desgracia
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CRÓNICA LEGANÉS | 3ª de feria

La gloria, la pena y la desgracia

Darío Juárez

A las 12 del mediodía, los aficionados a los recortes y al festejo popular se daban cita en La Cubierta de Leganés para degustar cinco toros de Monteviejo, los patasblancas de Victorino. Al llegar a su localidad, todavía merodeaban por allí los últimos coletazos de torería que dejó herrada e impregnada en el corazón de su ruedo el futuro sin techo de Ginés Marín. Hoy, tocaba echar el candado, y sería el compromiso y la verdad de Emilio de Justo, junto a la insaciable torería de Juan Ortega quienes se prestaran a la encomienda de tal final de feria. La gloria, la pena y la desgracia: tres estados o situaciones de ánimo que pueden ser circunstanciales, totalmente distintos, pero que conjugados en una misma tarde de toros hacen divagar a las sensaciones de lado a lado como un salvapantallas.

A diez minutos de las ocho, la ambulancia trasladaba a Emilio de Justo a un hospital de Leganés con la posible fractura de las vértebras L5 y S1 y la paliza encima que le había dado el 2º de Cuvillo quince minutos antes. El matador extremeño volvió a hacer en Leganés el toreo caro, el toreo inacabable. Emilio de Justo regresaba una tarde más para recitar las verdades del Barquero con su espada y su muleta, sonriendo como Ayuso a Pablo Iglesias, a aquellos empresarios que cierran su sitio, niegan su momento y piden tener delante la mismísima costilla de Adán, pese a que les resulte poco o nada pragmático verla conservada en formol, para gritarle de una santa vez: ¡Figura del toreo!

Por la manga leganense de La Cubierta aparecía Espantoso segundo -el único al que sólo pudo dar muerte- haciendo honor a su nombre y a la limpia de cercados en El Grullo de este fin de semana. Toro agalgado, chico, recogido, mal hecho y de caprinas defensas, que se entretuvo por la lidia a dárselas de tonto en los percales, dejando las tablas siempre detrás en banderillas y oliendo a manso desde Despeñaperros. Fuera caretas, diría el cuvillito cuando Emilio le abrió la maleza por doblones y este respondió sacando el fondo de casta que ni el propio matador presintió. Por aquí, por allá; el muletazo por bajo, el cambio de mano, la trincherilla en rompeolas y el cuvillo al suelo. Un lapsus, va. Rehecho del doblón de manos, Espantoso se volvía a encontrar de frente con la verdad intachable, el compromiso sin mácula, la serenidad del héroe. A más iba Espantoso y del mismo modo respondió su matador. Perdiendo pasos, dando tiempo, ganando enteros. El toreo al natural profundo, enérgico, señorial, inquebrantable. Como no se podía escribir de otro modo, por allí cayeron dos terribles de pecho made in De Justo, pero al intentar el tercero, el cuvillo lo arrolló con los traseros dejándole vendido en el ruedo a su merced. Merced que aprovechó el toro para llevárselo por delante y doblarlo por el cuello como un feto, causando una posible fractura de las vértebras L5 y S1.

Pese al doloroso y lastrante trance, volvió a la cara del toro para rematar por derechazos desmayados que deberían ir entrecomillados la paliza que llevaba encima, antes de tirarse literalmente encima del morrillo, tras la espada y ser encunado de nuevo y zarandeado en el piso. Paseó las dos orejas y de ahí, a ver al doctor Crespo que ya le esperaba en la UVI móvil. Emilio de Justo tiene sabiduría, un futuro innegable y la desgracia cernida sobre él de ser un gran torero que no cesa de derribar puertas, de ser torero de cualquier público, de cualquier plaza, pero no de cualquier empresario. Entiende a casi todos los toros, les da su lidia y demuestra que le hubiera valido hasta el Titanic si se lo hubieran puesto delante para convertir en fuego el iceberg, antes que salir decepcionado de la plaza. Tocar la gloria otra tarde. Ciegos que siguen sin querer ver: lean, lean y vuelvan a leer: ¡Emilio de Justo, figura del toreo!

El otro brazo de la gloria lo tocó Juan Ortega cuando se le corrió turno al 6º, lidiado en 5º lugar, tras el severo percance de Emilio que le imposibilitaba salir de la enfermería. Postinero salió con pies y fue el sevillano quien lo recogió al primer toque en su capote. Capote del que se empezaron a caer perlas incandescentes, vertidas en cascada de la esclavina a los vuelos, del mentón al juego de brazos, de la media a la otra media; tan distinta, tan idéntica de gracia y arrebato. El colorado de Cuvillo se encelaba en el peto, teniendo que ser la experiencia pulcra de Andrés Revuelta quien lo sacara echando el capote arriba y dejando a continuación dos grandes pares de avivadoras. Juan le echaba miradas de cariño con la muleta montada cuando el tercero lo cerró en el burladero. Todo se presentía delicado, pulcro, estético, soberbio. Del toro al caño y del caño al toro. A la fuente de la torería se fue otra tarde con el cántaro el sevillano. La naturalidad de paseo del tercio a los medios con compañía de lujo: un nobilísimo cuvillo obediente, suavón y algodonado para hacer el toreo que tiene dentro Juan Ortega. Por arriba, a la media altura, a su altura, a un tiempo… Poco a poco se fueron sucediendo las dos primeras por el derecho con sencillez y mimo. Por el izquierdo se embrocó bronco de inicios, pero sería la melódica sevillanía la que adulterase ese cambio de tendencia cuando el de Cuvillo, ahora sí, se comía los vuelos de la muleta de su matador. Otra más sensacional, más puro si cabe: enfrontilado, enganchando adelante y vaciando detrás de la cadera. Epilogó la obra con otra oda al toreo clásico y bastante en desuso, como son los ayudados por alto barriendo el lomo de los toros. Pero al entrar a matar, no hizo la cruz. Se quedó a medias, siendo dependiente de que el animal le viniera humillado. La estocada, casi entera; la oreja, después. Con el 3º manso y que le apretó hacia las tablas, haciéndole hilo constantemente teniendo que coger el olivo, no le pudo meter mano. Ese oficio que no termina de pulir. Lllegará, sin duda.

Enrique Ponce sigue paseando su enrachada mala suerte por la Comunidad de Madrid. Menos mal que por lo menos no vino a hacerle la campaña a ningún partido. En la mañana, su cuadrilla quiso echar por delante el más fuerte del encierro que descolgó pronto, apretado de carnes, abrochadito pero de pitón y de cuello largo, al que Manuel Quinta desde el jaco barrenándole el espinazo y El Algabeño circunstancialmente perforando aún más el agujero al dejar la mitad de los palos en idéntico sitio, mataron al toro antes de que Ponce cogiera la muleta.

Una parte de la desgracia o casi desgracia vendría con el 4º cuvillo, que vería precipitadamente el pañuelo verde, después de casi salirse de la plaza tras entrar al caballo y empujarlo hacia una de las puertas abatiéndolas de par en par, aplastando a un monosabio y dejando a su generosa libertad la posibilidad de escapar del ruedo a la calle al ver abierta, vulnerable y con poca seguridad, el portón que da a los accesos al ruedo. La situación hacía que al veterano matador valenciano le temblaran las pestañas. En su lugar salió un bis jabonero estrepitosamente manso y entablerado, al que le dieron una lidia unos profesionales a los que hoy particularmente se les ha llamado profesionales porque han cobrado o van a cobrar, pero no porque lo hayan demostrado. Ponce no pudo más que correr tras él. Esa es la otra parte de la desgracia, viendo ese tipo de animales mendigar por el ruedo de una plaza.

La pena nos la dejaba Emilio de Justo cuando se anunciaba que no volvería a salir. Su segundo toro, 5º de la lidia ordinaria y lidiado en sexto lugar, le tocó pasaportarlo a Ponce. Por allí anduvo trasteando con él con un inicio exigente por abajo y adornos que no logran levantar una tarde. Quizá fuera la media atravesada la que le privó del premio de consolación.

 

  • Cubierta de Leganés. 3ª de feria. Casi lleno de la entrada permitida. Se lidiaron seis toros de Núñez del Cuvillo, muy desiguales, mansos en su mayoría, destacando la calidad y el fondo de casta que sacó el 2º y la nobleza del 6º, lidiado en quinto lugar.
  • Enrique Ponce (azul noche y oro): silencio, silencio y ovación con saludos.
  • Emilio de Justo (verde bandera y oro): dos orejas en el único que estoqueó.
  • Juan Ortega (verde botella y azabache): silencio y oreja.
  • Se desmonteró Andrés Revuelta tras parear al 6º, lidiado en quinto lugar por Juan Ortega.

Parte médico de Emilio de Justo: contusión lumbosacra con probable fractura de las vértebras L5 y S1. Se traslada a Hospital de Referencia. Pronostico reservado.

 

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