Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Los monólogos del toreo
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Crónica Plaza México. 14ª Temporada Grande

Los monólogos del toreo

Francisco Jara

Se ha dicho que una corrida de toros es una puesta en escena comparable a una obra teatral. Y sí, en eso estoy de acuerdo, aclarando siempre que en una corrida de toros no hay libreto que seguir y no hay final escrito. Hasta este punto estamos claros, pero una corrida de toros no puede ser un monólogo realizado por un personaje (actor teatral), que en este caso es el torero, por la simple razón de que el actor principal debe ser el toro y sin éste cualquier puesta en escena es más comparable a la mímica; es histrionismo.

Muchos de los falsos triunfos como el que vimos en La México se debe en gran parte al ‘periodismo taurino’ que engaña y relega al toro a segundo plano. Y es que esos merolicos y escritores de gacetillas tratan de engañar a jóvenes y adultos porque así conviene al ‘negocio’. ¿Cómo podemos valorar un triunfo ante un toro moribundo?

Se agradece el gran repertorio barroco de Antonio Ferrera, pero por favor, abran los ojos; lo realizado es un monólogo en un ruedo. Y de esto el menos culpable, pero sí cómplice, quizás es el torero. Hay grandes aficionados, tanto viejos como jóvenes, pero son los menos. Los más son tanto los de la nueva hornada como ese público masivo que asiste a las plazas con la despreocupación que le merece un espectáculo cualquiera y que no les interesa en lo mínimo tratar de aprender aunque sea un poco de toros y toreros.

La décimo cuarta corrida de temporada en La México, que registró una vez más una pésima entrada, fue un desfilar de inválidos con el hierro de Villa Carmela; sólo el cierra plaza dio un poco de juego.

Antonio Ferrera abrió plaza con Deseado, de 541 kilos, que desde su salida mostró que era débil. Hay que mencionar la caleserina al quitarlo del caballo. Buena labor de Gustavo Campos en la brega. Brindó al Cejas. El resto, un tedio ante detalles de pinturería de poco valor. Un bajonazo para retirarse en silencio. Con Chikis llegó el monólogo por parte del torero. Con el capote inició emulando al Pana al realizar la veleta. Con la muleta, tanto por el izquierdo como por el derecho, dejó detalles de buen actor ante un moribundo. Se metió tanda a tanda entre los pitones de un burel que no tenía aliento ni para hacer por él. Se tiró a matar de muy lejos; caminó hasta llegar al encuentro y dejar una entera. El final fue teatral, entre lágrimas de un primer actor en su propia actuación en la que obtuvo dos orejas.

Arturo Macías El Cejas reaparecía tras aquel grave percance en Madrid. Estuvo por encima de sus dos toros, tanto Consentido como Ruidoso, que fueron débiles, sosos, tardíos… fueron un ápice de casta o bravura. En su primero escuchó un aviso y en su segundo, dos. Ante ambos se retiró en silencio.

Luis David completó el cartel. Con Matacuervos, un deslucido toro de Villa Carmela con el que toda la faena tiró líneas, solo sobresalieron un par de naturales. Terminó su labor con dosantinas antes de realizar un sainete con la espada: siete pinchazos y una media caída para escuchar un aviso. Cerró plaza Caporal, un cárdeno claro de 536 kilos que terminó con poco siendo el menos malo del encierro. Con el capote, verónicas insípidas al igual que las gaoneras. Con la muleta inició de rodillas. Supo encontrar la altura y dar los toques exactos para evitar que el toro cayera y eso ayudó para que fuera ésta una faena aplaudida pero que no quedara en el recuerdo. Media estocada y una oreja por petición quizás mayoritaria.

 

  • Ciudad de México. Plaza de toros México. 14ª corrida de la Temporada Grande. Con una mala entrada, aproximadamente 5.000 espectadores, se lidiaron toros de Villa Carmela, parejos en presentación, pero todos muy débiles, mansos y sosos.
  • Antonio Ferrera (grana y oro): silencio y dos orejas.
  • Arturo Macías El Cejas (canela y Oro): silencio y silencio.
  • Luis David (malva y oro): silencio y oreja.

 

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