Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
Volver
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande
CRÓNICA MADRID | 13ª DE La feria de san Isidro

Madrid, desnortada, envuelve a Rufo por la Puerta Grande

Darío Juárez

Como si de un regalo se tratara, un regimiento de jóvenes envolvía a Rufo con dirección a la calle Alcalá. Como de un regalo se trató esa laxa Puerta Grande por la que le lanzó esta Madrid desnortada, perdida y carente de todo rigor al joven toledano en la entregada tarde de su confirmación. El Juli volvió a sacar el ábaco para enseñarle pasito a paso a la Monumental el pulso maduro de su magisterio con otra obra de altura al 4° de una corrida justa y descastada de Garcigrande. A Talavante, por su parte, le urgía volver a conectar con la plaza en el 5° tirando de fuegos de artificio que con diez muletazos por debajo de la pala. Y así lo hizo. Y volvió a asomar esa izquierda. Porque después de dar muerte al 3°, a Alejandro se le iba la feria de las manos, ese idilio que parecía imperecedero con su plaza talismán y, por encima de todo, el crédito de su reaparición.
 
Y volvió a correr el “¡whisky!”, como un día de San Isidro tituló el maestro Vidal. Los viernes se esculpe en Las Ventas un monumento al triunfalismo de comparsa y botellón que ya lo quisiera Benicassim un 12 de enero. Y hoy tocaba prologar el finde regalando a Tomás Rufo la oreja del 6°, para salir corriendo al pasillo de la Puerta Grande a destrozarle el traje. Pero no para salir toreando de la plaza, como pasaba antes cuando ahí dentro se había cocinado el toreo a fuego lento. El toledano se iba a los bajos del 5 y del 6 a meterse entre los pitones con un vareado animal de Justo Hernández que pedía la extremaunción. Se entregó, como lo hizo en el inicio por doblones en redondo, imitando a sus dos predecesores de cartel en sus inicios con el 3° y 4°,  pero nadie salió de la plaza recordando un solo muletazo. Sí sus buenas formas y el innegable hambre que tiene por darle la vuelta al plato del escalafón. Pero ya. La estocada, tendida y ligeramente atravesada, valía para que cayera el animalito y que Madrid volviera a perder el norte regalando con esa oreja el pasaporte hacia su segunda Puerta Grande, primera como matador.
 
Rufo sabía que con un poquito que le pusiera se la iban a dar. El palco ya había atendido la petición de orejita en el primero, después de templar y limpiar una embestida complicada por abajo con el que confirmó alternativa. El colorado de Domingo no quiso peto pero sí los vuelos del de brega para cantar su pitón derecho. Y no le dudó ni un instante. Tomás parecía un matador con diez años de alternativa cuando se lo fue sacando para fuera con tal pasmosa naturalidad. Muy enfrontilado por el izquierdo y más provocador por el contrario tirando del toro. Se estaba pasando de faena y el aviso sonó. Y la intensidad bajó. Y la estocada cayó tendida, pero la oreja llegó.
 
Rufo salía de Madrid a hombros pero El Juli entraba definitivamente como nunca antes había soñado. Con el ábaco para contar historias eternas y no despojos. La faena de escuela al 4° fue de cualquier manera. Un medio toro por encima de los 600 kilos al que el de Velilla hizo suyo y del resto de la plaza. En corto le llegaría mucho por el derecho, pasándoselo cerca pero sin que el animal se saliera ni mejorara el muletazo. Pese a todo, Julián no perdía la fe ni el pulso a la tarde. Y se la echó a la izquierda. Y sacó el pecho. Y se lo trajo con los vuelos encajado de riñones en esas últimas dos tandas. Madrid era un manicomio. Otro orejón de Madrid volvía a presentirse. Pero no mató. Si lo hace, le piden las dos. Julián entraba en Madrid como nunca antes: sin orejas, sin números, sin alharacas. Todo por ese derecho reconocido con el meritorio premio de la vuelta al ruedo. El 2° fue un inválido que ni él ni el usía quisieron echar para atrás.
 
La invisible comparecencia de Alejandro Talavante en la tarde se su reaparición dejaba en el aire una nube de dudas sobre cómo estudió el extremeño su vuelta a los ruedos, en San Isidro, y con una apuesta de cuatro tardes. Cuatro años son muchos sin ponerse delante del toro de Madrid y de su afición. Afición que le llevó en volandas a lo más alto y hoy le metió en el burladero con una sonora pitada tras dar muerte al 3°, al que no quiso ver, ni apostar con él, ni cruzar la inteligente línea que su poderosa capacidad le permite, ni mucho menos matar o intentar matar con la verdad de la que siempre había hecho gala en esta plaza. A Talavante se le iba la tarde y la Feria de las manos como el agua. Estaba perdido. Hasta que se encontró y nos hizo volvernos a encontrar con él. Al menos con un buen cachito de él.
 
Porque Alejandro necesitaba ponerse de rodillas para darle cuatro banderazos al 5° en el inicio. Le urgía volver a conectar con Madrid como fuera, por encima de los diez muletazos buenos por el derecho que le pudo haber sacado al toro y no lo hizo, más allá de limpiar la embestida. Talavante volvía a escuchar la ensordecedora caldera de Madrid, cuando decidió echársela a la izquierda. Y allí volvió a brotar el maná del bien torear. Ese aleteo de mariposas que a Madrid le cosquillearon el estómago cuando se la empezó a dejar muerta tras el muñecazo mandón. Ambos lo echaban de menos. Alejandro sonreía pese a no matarlo. Al menos, tenía una certeza: Madrid no era la misma, pero él tampoco. Y volver a esa comunión, aunque fuera solo en parte, para él era un oasis. Le quedan otras dos.
 
 
  • Monumental de Las Ventas. 13ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron cinco toros de Domingo Hernández y uno de Garcigrande; feos y muy terciados de hechuras, con la seriedad de sus caras. Descastados, sosos y sin entrega.
  • El Juli (azul azafata y oro): silencio y vuelta al ruedo tras petición y dos avisos.
  • Alejandro Talavante (nazareno y oro): pitos y ovación con saludos tras aviso.
  • Tomás Rufo (blanco y oro): oreja tras aviso y oreja. Salió a hombros por la Puerta Grande.
  • Se desmonteró Fernando Sánchez tras parear al 6º.

 

Sigueme en Twitter Sígueme en Twitter @dariojuarezc
Comparte y comenta esta noticia: