Tuvo que volver en Santander el Morante de la mala suerte, el de los tiempos de la mano gafada del Lili, el de los suspiros al viento buscando respuestas por las plazas de nuestra Españita, para cambiarle el paso a sí mismo y a los que buscan ir a su rueda en una temporada por la que camina habitualmente sobre la senda del triunfo y de ese magnetismo con el toro, que le hace firmar nuevas ediciones remasterizadas sobre la maqueta primaria de su toreo.
El caso es que Cayetano se había caído del cartel de Domingo Hernández que cerraba la Feria de Santiago. Y Morante, localizado en París por Antonio Lorca junto a su apoderado, se ofreció a la empresa para torear gratis donando los honorarios a una institución benéfica. Una propuesta que, a priori, cayó de pie en el despacho de la primera edil, Gema Igual, y en la empresa del coso cántabro. Aunque, según Pedro Marqués en el diario El País, Roca Rey habría rechazado dicha proposición, pues preferían esperar a ver si habría un triunfador que ocupara ese lugar. Como El Cid había cortado dos orejas a un Victorino el día anterior, el sitio era para él, según Joserra Lozano -director de comunicación de Roca Rey- en la misma pieza de Lorca en El País.
Se hace hasta entendible, aunque no comparta en ningún caso la supuesta mala praxis de vetar compañeros por miedo a que te mojen la oreja, que a Andrés no le interesara bajo ningún concepto una segunda tarde del torero más completo del momento y de muchos momentos, como es Morante. Cuando al peruano le sobran dedos de una mano al contar las ferias de las que sale triunfador últimamente. El bajón en el ruedo del Rey de la taquilla es notorio, probatorio y acusado, entre otras cosas, por el tsunami cigarrero que le abrasa los ojos y el orgullo torero con cada portada que le quita, hasta el punto de ni desearle suerte antes de trazar el paseíllo en la pasada Feria de San Fermín.
Como se entiende que tampoco le pudiera interesar compartir una segunda tarde con el de La Puebla a Juan Ortega, en una lucha callada por la sevillanía del toreo actual, aunque haga gala de una mayor discreción manifestándolo de otra manera. Porque la decisión final de que Morante no hiciera el paseillo una segunda tarde en Santander no la tuvo Roca Rey sino el apoderado de un Ortega con otras dos tardes como el peruano, que no el empresario de Cuatro Caminos. Aunque sean la misma persona.
Ese gesto impulsivo de Morante por torear gratis, por que no le levanten una sola feria por la que pase esta temporada hizo mostrar las costuras del toreo y los toreros que intentan, entre presuntos vetos y molestias notorias, alcanzar el rebufo de un torero inalcanzable. Porque ya no es que les quite los titulares, es que cuando éstos se quedan solos delante del toro, les hace verse a años luz de la verdadera dimensión que en otro momento han dado de su concepto.
Porque siempre joderá menos que El Cid te baile las crónicas y las portadas por un día, o dos, que Morante casi siempre.