"Niño, ven un momento para acá. Toma dos mil pesetas y veme a por tabaco, que se me-ha-cabao'. Que José Antonio se ha empeñao' en que hoy me fume hasta el Semana", debió ordenar Chenel ahí arriba a eso de la hora de comer.
Minutos antes y frente a la estatua ordenada por Morante y sufragada por las más de veinte mil almas que se dieron cita en el festival que rindió homenaje a la figura de Antoñete durante el mediodía, aparecieron a hombros los maestros Curro Vázquez y César Rincón. Que venían de poner el cónclave venteño del revés, resucitando otro tiempo pasado en medio de un valle de lágrimas como eran los tendidos en auténtica barra libre. Y el aroma efímero de Frascuelo, y lo de Morante con el toro blanco de Osborne. El otro. Detalle tras detalle, la minuta del grandioso 12 de octubre de 2025 se iba sucediendo.
No dio tiempo a recomponerse del trance vivido por haber vuelto al pasado por unas horas, cuando la pastilla de la expectación caía en el vaso del epicentro del toreo y efervescía de nuevo sobre los aledaños de la plaza, ante la tarde que le quedaba por vivir a Madrid con Morante, la despedida de Robleño tras 25 años de alternativa y la confirmación de la misma del abulense, Sergio Rodríguez.
Morante, como genio y estudioso del toreo, llevaba tiempo analizando a Chenel. De hecho dijo acordarse de él durante la faena al primer toro de Garcigrande de San Isidro, cuando escuchó el silencio casi imposible de Madrid. Se volvió a acordar de Antonio cuando dio el paso para levantarle un monumento, cuando citó a históricas figuras del toreo sobre el ruedo de la primera plaza del mundo en su honor y, también, cuando a eso de las cinco y media de la tarde aparecía de lila y oro en el patio de cuadrillas.
Citarse con la historia sin saber lo que va a salir por toriles no es posible para ningún torero que duda de su destino, de la suerte que corra en veinte minutos frente a dos toros, pero para José Antonio hoy lo fue, lo supo. Sabía que ya había hecho historia colgando dos 'no hay billetes' en un mismo dia en cuestión de cuarenta minutos; congregando a ese ramillete de figurones en torno al recuerdo de Antoñete y devolviendo la ilusión a tanta gente que este 12 de octubre se despertó con la sensación de ser la mañana de un 6 de enero. Pero también sabía que como le ayudase un poquito un toro por la tarde, la plaza se iba a volver igual de loca como se volvió con la naturalidad del maestro Curro Vázquez por la mañana o con la personalidad inquebrantable del César colombiano.
Con valentía y sin perder la compostura se quitó rápido de encima al malo 2º, que le quitó hasta las ganas de por lo menos matarlo bien. Y entonces salió el 4º, el que nadie sabía que acabaría siendo el último toro de su carrera hasta que, después de pasear las dos orejas, se fue hasta los medios y se cortó él mismo la coleta. Cien remolques de hielo se vaciaron desde los tejadillos hasta las barreras provocando una petrificación sorprendente, como lo estaba siendo el que la primerísima figura del toreo, la más laureada en los últimos tiempos y el más completo torero de la historia estuviera diciendo adiós a una carrera artística prácticamente insuperable para cualquier mortal que se viste de luces a eso de las cinco cada tarde de toros.
Morante había matado con la máxima pureza, templado y por arriba al último toro de su carrera por el que le dieron las dos orejas. Una faena trascendental y preñada de una torería pluscua(i)mperfecta por el pitón derecho, no por el contrario, donde ni uno quiso ni el otro lo redondeó en ese intento de abandono. Sólo quedaba acordarse de la tarde que estaba dando el genio de La Puebla, habiéndose recompuesto enrabietado de la cogida con el capote que le hizo caer de una manera muy fea con las cervicales contra la arena, cuando cogió la muleta y José Antonio se volvió a acordar de Chenel.
"¡Pronto y en la mano, muchacho"!, debió silbarle una voz cenicienta en la cabeza cuando Morante se puso a torear en corto en el segundo embroque acariciando al medio toro e incierto de Garcigrande sobre una baldosa. Que se le vino por dentro queriendo cogerle de nuevo y a un tris estuvo de lograrlo. Ni una duda buscaba posarse sobre los hombros del que estaba a punto de dejar huérfano al toreo, cuando volvió a la cara para fajarse de nuevo y darle otros tres quebrados por el derecho, alargándolos, durmiéndolos, emborrachándolos. Y los olés de Madrid cada vez más roncos, cada vez más atrevidos por convencidos de caer por el precipicio por el que se quisiera caer Morante en ese momento. El precipicio de un adiós por el que arrastra hacia el luto a un gran número de seguidores y deja cojo el escalafón de matadores; ese que intentó sobrevivir a la sombra de Morante y ahora le tocará hacerlo a la sombra del recuerdo de Morante. Sobre todo tras una temporada histórica apuntalada con la trascendencia de su adiós.
A hombros también, pero por la puerta de cuadrillas, se fue una auténtica leyenda de la épica taurómaca como es Fernando Robleño. Que al menos tuvo la suerte de que ese 5º, al que le cortó una oreja, le dejara expresar lo que tantos otros toros a los que se ha enfrentado no le dejaron a lo largo de su carrera, pero de los que se siente orgulloso, como se siente la afición de Madrid, de haberlos lidiado con el pundonor y la raza de un torero de verdad. 25 años de alternativa que se resumen en Madrid en muchas tardes donde ha llegado a dar muerte a 119 toros, dos Puertas Grandes y otras tantas perdidas por la espada. ¡Gracias por toda una vida de pasión y entrega al toro bravo, maestro Fernando Robleño!
La Copa Chenel le tenía reservado un sitio en este gran cartel a Sergio Rodríguez como triunfador de la misma. El abulense de Las Navas del Marqués supo apuntalar su estilo frente a un 1º soso, el toro de au confirmación, con el que no dijo apenas nada. Tampoco pudo ser con el 6º. Mucho menos cuando la gente seguía en shock después de saber que ya no sería sólo una despedida sino dos. Robleño por cuadrillas y Morante por la Grande decían adiós a Madrid poniendo el punto final a sus carreras. El héroe de Madrid y el genio del toreo quisieron que hoy, 12 de octubre de 2025, sus esportones se cerrasen en la Monumental de Las Ventas y se abriese para ellos el camino que lleva a los escaños, ya reservados para cada uno, en el parlamento de la historia del toreo.