Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Pablo Aguado es el toreo
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Pablo Aguado es el toreo
Crónica Sevilla. 10ª de la Feria de Abril

Pablo Aguado es el toreo

Luis Miguel Parrado

Hacía falta una tarde así en Sevilla. De esas en las que la gente pega botes en sus asientos y se sienten privilegiados por ser aficionados a algo tan maravilloso como el toreo. Porque hoy fue eso, una maravilla disfrutar de casi tres horas plenas de emociones en las que triunfó la Tauromaquia.

Y, también, quien está llamado a ocupar el trono del toreo sevillano. Desde luego a Pablo Aguado no se le olvidarán nunca estas cuatro orejas, cuatro, en su primera tarde junto a las figuras en la Maestranza. Y a mí no se me olvidará en la vida esa manera de torear, esa que es eterna y te cala hasta los huesos. Esa que empezó a derramar cuando se abrió de capote para torear por chicuelinas llenas de gracia en el primer toro de Roca Rey, a las que el peruano replicó por el mismo palo. Esa que cuando pase el tiempo hará recordar una media a pies juntos con la que abrochó el recibo a su primero como si hubiera pasado sólo un minuto. Esa de personalidad propia y pura caricia, de muleta lacia y toques suaves, de muñecas rotas y mimo infinito, esa que hace torear tan despacio que se antoja como si los relojes se parasen, esa que ralentiza al máximo las embestidas y pone los vellos de punta. Esa que, además, está sustentada en el valor para que los talones parezcan clavados a la arena. Ahí quedaron para el recuerdo un puñado de muletazos que tuvieron toda la hondura del mundo a pesar de que su primer Jandilla embestía a media altura. ¡Mira que es difícil torear bien a media altura! Y Pablo no toreó bien, sino superior y, encima, con esa virtud tan difícil y tan torera que es la medida.

Toda esa suavidad se tornó en contundencia con la espada y los dos pañuelos salieron a la vez a la balconada presidencial, rompiendo la tarde y descolocando a dos toreros tan consolidados como Morante y Roca Rey. Vamos, como que en el sexto el de La Puebla hasta desempolvó el galleo del Bú, volviendo loca a la Maestranza. Fue este un toro de menos clase y fondo que el tercero, pero Aguado lo tenía todo a favor, y de hecho ya había sonado la música para su recibo por verónicas, con una de las medias de remate durando una eternidad. Suspiros de España fue banda sonora para otra faena, menos rotunda que la anterior, donde Pablo volvió a mostrar el pedazo de torero que es. Entre un puñado de carteles de toros, un pase de la firma fue para partirse la camisa. Lo volvió a matar por arriba, y como la tarde estaba embalada, otras dos orejas rubricaron la cita más importante, hasta ahora, de su vida.

Antes de que Pablo Aguado arrasara, Roca Rey había salido a dejar claro que él es el gallo del corral y quien quiera que lo siga... si es capaz. Así que se fue a la puerta de chiqueros y entre la portagayola y las demás le pegó nada menos que seis largas. Sonaba la música y aquello hervía oliendo a triunfo grande, porque además el Jandilla tenía buena clase. Tras el segundo puyazo salió a quitar Aguado y Roca le respondió, pudiéndole el corazón a la cabeza. Me explico. Tanta tralla en los primeros tercios la pagó el cuatreño en el último, porque tras embestir con muy buen son en el inicio de rodillas y también en la primera tanda en los medios se apagó como una vela, llegando a empalar sin consecuencias al peruano, que lo empujaba para delante con un temple perfecto hasta que se paró del todo. Mató con eficacia y mala colocación, pero en premio a todo lo hecho le concedieron la oreja. Cuando salió el quinto Aguado ya había enloquecido a la afición, y no sé si también a sus compañeros, porque Roca Rey dejó por momentos de ser el torero de la última tarde, incluso el de la anterior faena, y echó mano de su repertorio anterior, cambiando desde los medios para empezar el trasteo, que después, pese a la limpieza de los muletazos, no llegó a calar en los tendidos, quizá porque los sevillanos estaban deseando que saliera el sexto.

Morante salió espoleado en el cuarto. Antes, con el que abrió plaza, volvió a mostrar esa vertiente de torero que, personalmente no me llega, de torero porfión que está mucho tiempo en la cara de un toro cada vez más apagado. Pero en el otro salió como diciendo «ahora vais a ver, que a mí nadie me hace de menos». Y ya hubo un quite por verónicas, con una que se antojó como delantal, maravilloso. Picado José Antonio por lo que había cincelado Aguado, comenzó de rodillas en el tercio, como si tuviera hambre de contratos y, ya de pie, hubo dos de pecho monumentales. Lástima que el cuatreño se parase pronto, porque Morante quería de verdad, y hasta aguantó un parón que acabó en tarascada donde el toro se llevó de un pitonazo los machos de la taleguilla. Quizá la oreja hubiera sonado a excesiva otra tarde cualquiera, pero hoy reconocía el no querer dejarse ganar la partida por nadie. Y menos por otro sevillano, que se llama Pablo Aguado y es, y hace, el toreo.

 

  • Sevilla. Real Maestranza de Caballería. 10ª de la Feria de Abril. Lleno de «No hay billetes» en tarde veraniega. Se lidiaron seis toros de Jandilla, correctamente presentados, casi todos dieron buen juego en mayor o menor grado, aunque algunos se apagaron antes de tiempo. Pesos: 566, 525, 549, 562, 555 y 528 kilos.
  • Morante de la Puebla (níspero y azabache): Silencio tras aviso y oreja tras aviso.
  • Roca Rey (lila y oro): Oreja y ovación con saludos.
  • Pablo Aguado (berenjena y oro): Dos orejas y dos orejas. Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.
  • Gran tarde de las cuadrillas, saludando en banderillas Viruta, Azuquita e Iván García, para el que sonó la música. También saludó por su brega Juan José Domínguez, aunque no le fue a la zaga el gran José Antonio Carretero.

 

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